En la Loge des Gardes, un centro de ocio en el corazón montañoso del Macizo Central francés, a mitad de camino entre Clermont Ferrand y Lyon, Jonas Vingegaard respira con pesadez, bebe agua y elimina el ácido láctico con el rodillo después de terminar la cuarta etapa de la París-Niza. Tiene el rostro sofocado, el frío hace mella. Es la imagen de la desolación, pese a que es líder de la carrera. Le escuece la derrota ante un gregario de Pogacar en el Tour, Joao Almeida, que acaba de superar su vuelo sobre la meta, últimos 75 metros en una imagen poco habitual.Es inusual que Vingegaard lance un ataque y a su espalda no se agrupe un colectivo de víctimas en persecución. Lo normal es un reguero de rivales estirando el cuello para darlo caza sin éxito.Noticias relacionadas estandar No ciclismo Pogacar redefine la épica entre polvo y sangre para conquistar la Strade Bianche Pablo Lodeiro estandar Si ciclismo Juan Ayuso está lanzado: segundo triunfo en cuatro días José Carlos CarabiasEsta era la costumbre desde que deslumbró al mundo con su segundo puesto en el Tour 2021, el segundo trofeo de Pogacar que ya había pregonado su reinado un año antes al arrebatar a Roglic el amarillo en la Planches des Belles Files.Dos victorias en el Tour en momento de máximo esplendor que hicieron dudar a Pogacar otorgaron un aura especial a Vingegaard, atacante implacable en la montaña, un fuera de serie en plenitud física que parecía dejar sin argumentos a la competencia después de su victoria en la contrarreloj del Tour 23.La caída masiva del año pasado en el País Vasco y una nueva derrota ante Pogacar, sin oposición en 2024, han sembrado otra duda visto lo que sucedió en la cuarta etapa de la París-Niza. Vingegaard ataca, pero no gana.Lo hizo en la zona más inclinada del puerto de ocho kilómetros, allí donde sus watios y la dinamita de sus piernas imponían la ley. Pero el danés no se va, solo una ventaja de 10 segundos que mengua en cada arreón por detrás.Su compañero Jorgenson es el líder de la carrera, como en aquella Vuelta 23 de Sepp Kuus, pero Vingegaard lo intenta desplazar con un derrote a dos kilómetros de la meta. Lenny Martínez, el pequeño francés, lo acompaña un rato. Luego se acerca Sjkelmose, y finalmente lo atrapa Joao Almeida, el diésel portugués.El empuje de Almeida (14 victorias), que tampoco es Van der Poel, explica que Vingegaard no es el intocable emperador de las cumbres, codo a codo con Pogacar, sino un ciclista que no está en la condición plena.En la Tirreno-Adriático, la prueba simultánea en Italia donde Juan Ayuso busca más triunfos y una puesta a punto para el Giro -su gran apuesta del año en modo líder-, vence el francés Vendrome después de 234 kilómetros, una distancia inusual en carreras de una semana en los tiempos que corren.

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