Emblemas de espadas con leones de feroces dientes, coronas decoradas con arañas, robustos asientos tradicionales y mandíbulas tomadas de los enemigos, pero también gafas, aviones o modernas escopetas y delicadas piezas de filigrana. Y todas ellas de oro macizo o doradas. Más de 300 piezas de joyería y objetos de culto de la cultura de los akan deslumbran desde este viernes en la sede de la Fundación Barrié , en La Coruña. Por primera vez han abandonado el museo Liaunig de Carintia (Austria) para viajar más allá de las fronteras germánicas, hasta España. Solo el Museo Knauf de Baviera había tenido el privilegio, hasta ahora, de acoger estos tesoros reales, procedentes del África occidental, «inmensamente bellos» y «cargados de simbología, historia e identidad», según destacó Carmen Arias, directora de la Fundación Carrié, en la inauguración de la muestra.Peter Liaunig, director del museo del mismo nombre, asegura que es él «una alegría y un gran honor ver que la colección de mis padres llega por primera vez a España para ser expuesta» porque la exposición ‘El oro de los akan. Tesoros reales del África occidental’ «no sirve solamente como testimonio de la extraordinaria belleza y relevancia cultural de las piezas de oro africanas, sino que también nos brinda una oportunidad para fomentar el diálogo entre culturas». Su padre, que falleció en 2023, estaría «orgulloso» de poder mostrar «las mejores» piezas de su colección en la Fundación Barrié y de que su legado cobre así nueva vida, ha añadido convencido.El austriaco Herbert Liaunig (1945-2023) empezó a coleccionar arte de la cultura de los akan, originaria de Ghana y de Costa de Marfil, en Zúrich. Durante años fue adquiriendo piezas en la galería de René David (1928-2015) y de su mujer y tras la muerte de los anticuarios, su hijo Jean David le ofreció la colección completa. Comprendía 400 objetos que su padre había reunido desde 1957. René David había vivido en Ghana con los ashanti, una de las ramas de los akan, y a lo largo de 40 años de viajes por Mali, Camerún, el Congo y Costa de Marfil había ido comprando objetos de arte, atesorando así una exclusiva colección. «No teníamos intereses coloniales, fue todo legal», ha asegurado su hijo durante la presentación de la muestra. Por eso, añade, no les ha llegado ninguna reclamación de restitución por parte de los países de origen, aunque «por supuesto, somos muy conscientes de ese problema». Según Jean David, su padre donó algunas de las piezas a Estados africanos y creó «el primer museo en África intercultural». Disco decorativo con rana, corona Ashanti y emblema de una espada-retrato CORTESÍA DEL MUSEO LIAUNIG Y DE LA FUNDACIÓN BARRIÉEsta colección austriaca es hoy una de las más importantes del mundo en esta materia, junto con las del Museo Británico de Londres, el Museo de Bellas Artes de Houston y el Museo del Oro de África de Ciudad del Cabo. «La colección de Liaunig se distingue de otras colecciones no solo por la singularidad temática y exquisitez técnica y artística de sus obras, sino porque es el resultado de una interacción prolongada en el tiempo y sumamente respetuosa con el pueblo productor de estas obras de arte», señala la directora de la Fundación Barrié.La mayoría de los 300 objetos de la exposición, que permanecerá abierta hasta el 13 de julio, están datados en los siglos XIX y XX, aunque Launig llama la atención sobre una pequeña pieza de un hombre sobre una mesa. «No sabemos exactamente qué significa, pero los científicos creen que es probablemente de hace 200 o 300 años. Y hay otras antiguas también, aunque a veces si un rey muere, toman el oro antiguo, lo funden y producen un nuevo arte para un nuevo rey», explica. De ahí que, aunque todas están realizadas por familias de artesanos orfebres, que transmiten su conocimiento a las siguientes generaciones, las piezas más antiguas sean las que tienen más quilates, indica. Porque en muchas ocasiones parte del oro se pierde en el proceso.El director del museo y el galerista han recorrido las diversas salas de la muestra, explicando el rico simbolismo de estas piezas de artesanía de los akan, un pueblo repartido por distintos estados africanos y unido por la lengua común twi. El rey nunca habla directamente con la gente, solo a través de un portavoz, señala David frente a varios de sus bastones con diversas imágenes simbólicas. «La gente, en el lugar, sabe exactamente qué significa qué», asegura mientras explica además que «hablar es un arte» para el pueblo akan. Existe una figura, la de los contadores de historias, que sobre la cabeza se colocan un tocado, con una tapa de libro de oro, «porque todo su conocimiento está en su cabeza». «La lengua es tan importante que si hay guerra y matan al enemigo, toman la mandíbula para tomar su lengua y también su historia», comenta el galerista y experto en arte africano al señalar a continuación algunos de estos ‘trofeos’ bañados en oro en otra vitrina. «Es tal el poder de la palabra», añade momentos después Launig, que a un sentenciado a muerte le clavan pequeños cuchillos en la lengua antes de comunicarle la pena «para que no pueda maldecir al juez».Los pasos de ambos entendidos se detienen también en los pectorales decorados «que pueden abrir y cerrar el alma», para pasar después a las herramientas de pesar el oro, con pesas decoradas del mismo rico material. Y continúan en la sala siguiente, destacando el diverso simbolismo de las espadas rituales o de los motivos animales de diversas coronas de oro, con sus diversas lecturas. Cada rey akan, relatan, toma su propio símbolo como emblema real (el león, el elefante, la araña…) y el puercoespín, animal del que creen que puede lanzar sus púas a sus enemigos, representa el poder de los luchadores y del mismo pueblo akan, donde cada persona es una espina y todas juntas son más fuertes.En algunas de las coronas expuestas se aprecia una clara influencia europea y también hay piezas con textos coránicos. Los akan «toman lo que es potente, lo que es bueno para otros y lo adaptan», comenta David sobre este pueblo que otorga gran importancia a los asientos. Creen que las sillas conservan la memoria de sus antiguos propietarios e incluso las sacan en procesión, por estar ligadas al mito fundador del pueblo ashanti. En las fotografías que acompañan a la exposición se muestran las procesiones con el trono de oro de Ghana, que según la tradición cayó del cielo, donado por los dioses.No es extraño que sea precisamente un impresionante trono dorado el que cierre la exposición. Su respaldo revela influencia europea, no así las sandalias reales que se muestran a sus pies. «El rey no puede tocar el suelo con sus pies desnudos», destaca el experto, que revela una última curiosidad sobre los akan. De entre todos los hijos del monarca, es una mujer quien nombra al heredero. «Las mujeres no pueden reinar, pero eligen al sucesor», remarca antes de recordar que Ghana tiene una reina madre.

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