Cinco tipos ya metidos en los 50 salen al escenario entonando a pleno pulmón «tengo el corazón contento, el corazón contento, lleno de alegría…». A sus pies, una parroquia más o menos de su quinta les recibe entre aullidos, carcajadas, aplausos y las copas en alto; detrás, imágenes de Pepa Flores en su época yeyé acentúan el cachondeo. Alberto, Ángel, Juanjo, Jose y Álvaro trabajan en comunicación y finanzas, son viejos amigos y forman una banda con el repertorio de las glorias del pop-rock español , de Loquillo a Los Nikis; pero el público, que poco antes estaba en esa misma pista cenando tranquilamente con un fondo de jazz vocal, les reciben como si fueran la versión original de quienes replican. Advierten que, además de bailar, pondrán al personal a hacer sentadillas y arrancan con ‘Ojos de perdida’ de Los Secretos . Ya no pararán en más dos horas de delirio nostálgico. Se hacen llamar Marisol y este viernes de finales de febrero sustituyen a Picocos, la banda titular del local, cuyo nombre circula como la pólvora en las noches de Madrid.Estamos en Aurora (Alberto Alcocer 32), un opulento club-restaurante con entrada en forma de garaje que de manera inevitable recuerda que allí, treinta años atrás, un cadillac colgado del techo recibía a los asombrados chicos de más allá de la Castellana, dispuestos a devorar la triple burguer del ya desaparecido Grand Rock.Antes de las diezLejos del distrito de Chamartín, en el Barrio de Justicia, la cristalera de Bárbara Ann (Santa Teresa, 8) deja ver desde el exterior que dentro hay juerga de la buena, y ni siquiera son las diez. Acceder al local resulta complicado entre veteranas cuadrillas repartidas por varias mesitas en las que se picotean tacos, ‘gyozas’ o nachos, y un tropel junto a la barra que baila lo que les echen, de ABBA a los Jackson 5. De rato en rato, se corta la música y una ‘mini-Shakira’ argentina llamada Isabel se mueve con increíble maña por el abarrotado local, mientras canta por Raphael o la Carrá con su guitarra acústica.Polivalentes y divertidosAurora y Barbara Ann no son los únicos -en la capital y alrededores hay otros locales polivalentes y muy divertidos-, pero ejemplifican un modo de salir de fiesta para quienes, por edad y memoria sentimental, «no queremos parecer unos marcianos entre tanto perreo», tal y como explica Vicen, padre de familia y habitual del tardeo con concierto de La Supercervecería (Matemáticos, 8. Majadahonda).Noticia Relacionada Reedición con colaboraciones estandar No 40 años del primer disco de Hombres G, la banda que derrotó al ‘hate’ analógico Nacho Serrano El grupo madrileño va a publicar un disco en el que reinterpreta sus grandes éxitos con artistas nacidos durante sus cuatro décadas de carreraEsta tendencia venía cociéndose antes del estallido de la pandemia, aunque se hizo hábito cuando el confinamiento llegaba a su fin y los empresarios de la noche se rompían la cabeza para salir del agujero de la crisis. Algunos, como Pello Campos, al frente de Aurora, o David Parra, de Barbara Ann, lo vieron clarísimo: había que ir a por los ‘boomers’ y la generación X (abreviando, los nacidos entre finales de la década de los 50 y los 70) y ponérselo fácil con multiespacios de horario amplio, opción de tapeo o cena a mesa puesta, copas y cócteles, música que no te haga salir corriendo, bandas en directo y, según el día, karaoke y/o piano-bar. Todo en uno, sin reservados ni zonas exclusivas y, sobre todo, sin esos desplazamientos de un sitio a otro que acaban en bajonazo.Una cantante anima al personal desde la barra de Barbara Ann TANIA SIEIRA«El propósito es recuperar el espíritu divertido de los 80 y los 90, sin postureo: cantar, bailar, reírte… Y, además, dar bien de comer», explica Pello Campos, veterano restaurador y empresario que, en pleno confinamiento, decidió echar abajo la discoteca Koh Tao (antes fue el 69 Pétalos y, mucho antes, la hamburguesería Grand Rock) para volver a empezar con «un club a otro nivel. Yo quería un restaurante -en la nómina de Aurora está el chef Javier Menéndez, que ya pasó por El Mentidero de la Villa y el Pimiento Verde- en un ambiente suntuoso, donde, desde una determinada hora, nos ponemos en modo discoteca. También sabía qué tipo de cliente: gente más allá de los 35 o 40 años que necesita recuperar las sensaciones de los 20», explica Campos.David Parra, CEO del grupo Viva Las Vegas , al que pertenecen las dos sedes de Barbara Ann en Madrid (la segunda, en la calle Cedaceros 3, cuenta con un público más internacional) insiste en que «se trata de currártelo como si fuera un arte y ganarte a quienes lo mismo salen a picar antes de ver un concierto, y se van liando y liando en tu sitio… no solo porque se lo pones fácil, sino porque les sorprendes con detalles, con la decoración, con la irrupción de una canción en directo…».Un grupo de amigas tras cenar en Aurora TANIA SIEIRAEn esta misma estela del multiespacio con una concurrencia más bien madura, en el circuito nocturno destacan Florida Park o Fortuny, este último, eso sí, para bolsillos bien llenos. Y, sobre todo, dos propuestas que además arrasan entre el turismo de lujo, especialmente el procedente de América Latina. Uno de ellos es Jimmy’s Club (María de Molina 39), con el que el incombustible Tito Pajares (presidente de la Federación Nacional de Ocio Nocturno) emula al célebre Billionaire de Flavio Briatore y al Annabel’s Club de Londres: alta gastronomía con músicos en directo y anexo a Gabana, templo de la nocturnidad más sibarita. Pajares, más allá del «elegantísimo ambiente» y del «cliente premium», se enorgullece de «dar trabajo a magníficos músicos, cantantes y bailarines».Tapeo en Barbara Ann TANIA SIEIRAEl otro espacio es Castellana 8 (en la dirección del mismo nombre), del Grupo Sounds, una suerte de enorme ‘music-hall’ con ocho ambientes: desde la barra para el ‘afterwork’ al piano-bar o el recóndito cuarto oscuro en terciopelo rojo para bailar electrónica: al lugar lo llaman ‘Gran Destino’.Nacho Horcajada, uno de los socios de Castellana 8, se explica: «Nos definimos como ‘music-hall’ de múltiples caras, con diferentes contenidos y ambientes. La gente se divierte mucho de un lugar a otro». Camino de cumplir el primer año operativo, quiere ir más allá: reactivar la ‘Costa Castellana’ que, en las noches de verano de los 80 y primeros 90, salpicó de terrazas y veladores la vía principal de la ciudad, del Paseo del Prado hasta más arriba del Bernabéu. Aquello acabó en puro desmadre, con atascos de madrugada y vecinos insomnes. Murió de éxito, pero esa es otra historia.

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