«Hijo de mil putas, cagón, la concha de tu madre» : ritmillo insultante a costa del árbitro Cuadra Fernández . Salió de la bocona del expulsado Ángel Correa, jugador del Atlético de Madrid, en el partido frente al Getafe. Atentos: una puta, no. Mil. Y las sazonó con un «cagón» –cobarde– y una contradicción final: si eran mil putas, ¿por qué sólo una concha? «Puto, te voy a meter una filarmónica de pijas en el orto que te van a tocar la novena sinfonía»: armonía ofensiva contenida en la serie argentina ‘Marginal’, thriller carcelario disponible en Netflix y repleto de ese arte: el insulto argentino. En ella sobresale «puto» –hombre homosexual, mercader de su cuerpo por placer o dinero–. «Higuaín, cementerio de canelones»: imprecación destinada a resaltar lo excesivamente orondo del futbolista argentino al finalizar su carrera deportiva. «Andate a la reputísima madre que remil te parió, Caparrós, y la renegrida concha de tu literata madre. Encerrate en la biblioteca de Babel y tirate por uno de sus balcones infinitos, pero en silencio, pelotudo»: exhortación tuitera dirigida al escritor argentino Martín Caparrós, posterior al recuerdo grotesco del aparato reproductor de su madre. Esta orden implicaría además la reconstrucción, repoblación y reapertura de la Torre de Babel con el único objetivo del suicidio silencioso del autor.Noticia Relacionada UNA MIRADA ACADÉMICA estandar Si Muertos de risa APaloma Díaz-Mas Usamos expresiones rarísimas que, sin embargo, todo el mundo entiende porque son de uso general. Pero hay otras que se emplean mucho y que me dejan atónita«Si el insulto es algo racional y como tal solo existe en el universo humano, se necesita de la razón para expresarlo y para comprenderlo», explica Pablo Marchetti, el exdirector de la esencial revista satírica ‘Barcelona’, en su libro ‘Puto el que lee. Diccionario argentino de insultos, injurias e improperios’ (Planeta). «Si en ocasiones se nos presenta como algo irracional es porque generalmente el insulto es lo más irracional de la razón, la última estación de un combate dialéctico. Insultamos porque es la forma en que tenemos las personas de representar batallas que en otras especies solo se dan con la violencia física», agrega.El lunfardo¿De dónde viene esta capacidad gramatical y vital para el arte del insulto? ¿Del cruce del argot italiano con el castellano, propios de emigrantes, que dio lugar –finales del siglo XIX– a esa jerga bajofondera llamada lunfardo? ¿De la vida del barrio, obligada por pobre y clandestina a desarrollar hablas distintivas, codificadas y propias? ¿De la hinchada de fútbol, en permanente reinvención para denigrar al adversario? Su origen continuará en el terreno de la especulación pero se puede defender que el habla insultante se cultiva y se reinventa en esos ambientes y es transversal: emerge del diapasón masculino y femenino.Jorge Fernández Díaz , escritor y columnista de ABC –argentino, aparte–, explica: «En Argentina hay igualdad en ese sentido. Por ejemplo, Milei dice insultos brutales pero Cristina Kirchner no se quedaba atrás. En una causa judicial le pincharon el teléfono y su boca era una cloaca». Bellezas recogidas por Marchetti, mezcla del insulto con el piropo. Expongo algunas aquí sacadas de su libro, junto con ejemplos de uso: «Abrojo», pesado, «el abrojo del orto de tu hermano. Si lo ves aparecer, desaparecé». «Argolluda», de argolla –concha–, mujer de mala fe. «Chongo», el activo, el que da al puto, «sos un chongo de la pija». «Forro», condón: «Decile al forro pinchado que no me llame más, que me tiene las pelotas por el piso». «Mueludo», charlatán, «ese señor es mueludo desde que aprendió a decir ‘mamá’». «Quesúo», aquel que por falta de relaciones sexuales ha acumulado carradas de semen dentro: «Tú estás muy quesúo, panita; tienes un verano encima que te pinchan y te sale leche». «Tirifilo», blandengue; «tragapaño», culo imponente con hendidura considerable, «¡Mirá ese orto, por favor! ¡Tiene la chabomba recontra metida adentro! ¡Nena, flor de tragapaño!». Seguimos: «Yoni», norteamericano. «Yonis del orto reclaman derechos humanos en Cuba pero bien que se garchan a los iraquíes y a los sudaneses». «Zaguanera», anda por los zaguanes, prostituta. «Zelig», persona que se adapta a las opiniones de la mayoría: «Ya está el Zelig de tu marido dando la razón a los hijos de las remil putas de la comunidad».También se manejan excelsas técnicas gramaticales para engrandecer la afrenta: el uso del prefijo ‘re-‘. «Hijo de remil putas» de ahí viene el nombre del detective Remil de Fernández Díaz, o ‘ultra-‘. «Mirá a ese ultrapelotudo, forro de las remil conchas de su ultraputísima madre». La construcción trilera «más… que» también regala expresiones inolvidables: «Eres más pelotudo que el agua de los fideos». U otra argucia habitual, la inversión, conocida popularmente como ‘vesre’ –revés al revés–: mecanismo de ocultación para poder insultar sin que el otro se entere, «toor» –orto–, «tereso» –sorete–, «topu» –puto–, o «zodape» –pedazo–.No hay diferencias, el insulto es igualitario: Milei dice insultos brutales pero Cristina Kirchner no se quedaba atrás El escritor argentino Jorge Fernández DíazEl estudio del insulto, mezcla de Lingüística, Sociología, Antropología y Psicología, no busca escandalizarnos con la lectura de «palabras malas» o «sucias», ni pretende dar voz a lo que no merece la pena. Sirve para comprender la lengua, el habla y, más allá, lo importante: la reconchuda naturaleza humana. Además, el insulto argentino consigue convertirse en viral incluso en sus expresiones más vulgares por su sonoridad, su originalidad y su poética. «¿Camilo, no te parece que un taco bien colocado no te parece que da brillantez y expresión al lenguaje?», le preguntó Gloria Fuertes a Cela en un programa de TVE. «Sin duda», respondió el Nobel, con Quevedo de fondo.

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