Trump y Sánchez, hijos del mismo padre

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Trump y Sánchez, hijos del mismo padre

En diciembre de 1941 se produjo el traicionero ataque de Japón a la base americana de Pearl Harbor que llevó a Estados Unidos a entrar en la II Guerra Mundial. Roosevelt calificó el bombardeo con una frase que hizo fortuna : «Un día de infamia». La expresión fue, años más tarde, recogida en portada en la revista ‘Time’ con motivo del alevoso atentado de las Torres Gemelas. Ahora, un par de columnistas de ese país la han sacado a colación para describir la trampa bochornosa que en el Despacho Oval Trump y Vance tendieron a Zelenski para humillarlo públicamente. Fue efectivamente algo obsceno. La actuación era la de un par de mafiosos ensañándose con un vasallo; hacía parecer blando al don Corleone de Marlon Brando.El avasallamiento de un europeo víctima de una agresión imperialista rusa, y que sólo pretendía pedir el mantenimiento de la sustancial ayuda americana, ha despertado una inevitable indignación en Europa. Colijo que la escena aboca a la mayor caída de la popularidad de Estados Unidos en Occidente en los últimos ochenta años. Constatar que el país que rescató a Europa con sangre en las playas de Normandía, que luego creó el generoso Plan Marshall para poner de pie a nuestro continente, ahora abronca al caído y bendice al agresor Putin es escalofriantemente revelador.Lógicamente, en España han brotado críticas de la escena bochornosa y de su protagonista. Sin embargo, como en todo español que se precie hay un seleccionador de fútbol pronto a cuestionar a Ancelotti y a De la Fuente, y al mismo tiempo un debelador de cualquier presidente americano de derechas, bastantes comentaristas sanchistas se han desmelenado con embates contra el americano zaheriéndole en comportamientos que son calcados de los que practica nuestro presidente.Quiero decir con esto que Sánchez y Trump se parecen en muchas cosas aunque los sanchistas no quieran verlo. Lo que en Estados Unidos es criticable aquí es asumible porque si no se ignoran las tropelías sanchistas, si protestamos, la derecha podría aposentarse en La Moncloa y esto sería apocalíptico.La analista americana Susan Glasser escribe en el ‘New Yorker’ que el talante de Trump es una mezcla «de partidismo sesgado, mentiras visiblemente absurdas, victimismo y fanfarronería». Si empezamos por las mentiras, los dos líderes empatan: Trump engorda el alcance de su victoria electoral, hincha su cota de popularidad, miente tramposamente sobre la de Zelenski, le asigna un 4 por ciento cuando tiene un 57 y le viene creciendo en estos días y falsea torticeramente las cifras de ayuda a Ucrania suyas y europeas. Sánchez, por su parte, trampea con su tesis doctoral, jura que no pactaría nunca con Podemos ni con Bildu, fabula con un comité de expertos inexistente durante la pandemia, traería al prófugo Puigdemont de Waterloo para juzgarlo y ahora manda a Cerdán a Ginebra para que le rinda pleitesía. Sigamos con el partidismo. Trump ha indultado de un plumazo a los asaltantes con veleidades golpistas del Capitolio. El nuestro ha ido bastante más lejos, ha indultado a golpistas condenados por un golpe de Estado y ha cambiado el Código Penal a todos los efectos para que les beneficie. La amnistía será el remate. Ambos muestran una clara animadversión hacia los jueces y hacia la prensa libre. Los magistrados son vituperados e intimidados por presidentes y miembros de los dos gobiernos y la prensa les estorba. Allí, alegan los trumpistas, hay una caza de brujas para perseguir el presidente; aquí se denuncia el ‘lawfare’ que, entre otras cosas, trata de escudriñar las vicisitudes vidriosas de la esposa del presidente, la conducta de su hermano amnésico y la del fiscal general que bordea el delito. ¡Que insolencia! Los escarceos sexuales de Trump con sus recursos y aquí de miembros socialistas con dinero público serían bulos agrandados por jueces rencorosos. Periodistas no plegados al sistema son excluidos de las ruedas de prensa, la Associated Press es marginada porque no cambia el nombre del golfo de México y, allí y aquí, se da prioridad en las preguntas a los sicofantes del poder.Los intentos de controlar a la instancia superior son patentes en ambos dirigentes. Aquí el presidente del Constitucional cocina la amnistía y el monstruoso guiso del borrado de los ERE –parece que fuese un vicepresidente de Sánchez– y allí Trump ha trufado el Supremo con magistrados de su cuerda. Pero en Washington hay sorpresas, el Supremo sale respondón. Ha anulado 5-4 un decreto de Trump que congelaba la actividad de la Usaid que reparte 2.000 millones de dólares en ayuda al desarrollo. El presidente del Supremo, Roberts, y Garrett, una magistrada, supuestamente cercanos a Trump, han votado en contra de la congelación. Inmediatamente la juez ha sido quemada en efigie por los trumpistas Recuerda los casos de la juez Alaya y el juez Peinado. Los jueces americanos han debido cavilar que el todo poderoso Roosevelt fue castigado por intentar ensanchar el Supremo para colocar a miembros de su ideología. Sus excesos llevaron a que Estados Unidos limitara a dos mandatos el desempeño de un presidente. (Enmienda XXII de 1951).Los dos mandatarios buscan sustraerse al sistema de controles violentando la Constitución, ambos quieren eternizarse en el poder, el americano a lo Putin soñando con otro mandato; y el español aceptando letras de cambio separatistas aunque desmantelen al Estado. El uso abusivo del decreto para escapar del control del Parlamento es marca de la casa. Uno manifestó que iba a «limpiar el pantano de Washington» mientras nombra a Musk que purga a miles de funcionarios; el otro nos dijo que el «enchufismo y la endogamia se van a acabar» y que sería el azote de la corrupción y nos ofrece los ERE, la cátedra de su señora, Ábalos, etc… Trump polariza al país más que en la época de Lincoln y Sánchez lo escinde similarmente. En política exterior Trump es más ruin. En su megalomanía redentora, sacrifica a Ucrania y legitima a Putin, un agresor denunciado por la Corte Penal Internacional que ha bombardeado hospitales y secuestrado a veinte mil niños. Vota en la ONU con Putin, Corea del Norte e Irán frente a Europa. Reagan, Eisenhower, Roosevelt y Churchill se harían cruces. En la interior, Sánchez va delante: rompe la igualdad de los españoles, desvertebra a España y lisonjea a los despilfarradores separatistas. El PSOE del viejo testamento sufre, la masa sociata calla.Coinciden hasta en el Sahara. A los dos, vástagos del mismo padre cínico, les importa un pimiento la voluntad de los saharauis y regalan el territorio. Trump es más hábil: vende el Sahara por algo muy valioso, el reconocimiento de Israel por Rabat. Sánchez, violando a la ONU y a su partido, lo concede aparentemente por calderilla. Lo que le han dado es una incógnita, ¿promesas incumplidas sobre las fronteras?, ¿ no revelar una conversación que le han interceptado? ‘Prima facie’, el americano ha conseguido algo importante para él y su país. Para España, lo conseguido por Sánchez es un rompecabezas , un acertijo envuelto en un enigma. El misterio de la Encarnación. SOBRE EL AUTOR Inocencio Arias es embajador

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