Santiago Muñoz Machado: «Bajo el nombre de nueva democracia lo que hay es una negación total de la democracia»

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Santiago Muñoz Machado: «Bajo el nombre de nueva democracia lo que hay es una negación total de la democracia»

Ante el ascenso de gobiernos populistas de corte autoritario que están poniendo contra las cuerdas a la democracia liberal, Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española y uno de los juristas que mejor conoce los engranajes del Estado de Derecho, también se ha preguntando, cómo usted, lector: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Su respuesta es la de un erudito, además de experto, y se ha convertido en un tratado de mil páginas: ‘De la democracia en Hispanoamérica’ (Taurus). «Es un libro para gente preocupada por la democracia», afirma, que recorre las causas que han impedido casi siempre que la democracia liberal arraigase en Hispanoamérica, que atravesó un siglo XIX de caudillos y espadones criollos y un siglo XX de revoluciones (de México a Cuba y Nicaragua) con la crecientes injerencias estadounidenses. Como si la implantación de la democracia fuera imposible en el hemisferio hispano (se adujeron razones racistas) y su defensa se hubiera convertido en un tedio frente al indigenismo políticamente organizado y el rampante populismo anticolonialista de izquierda , el siglo XXI lo han marcado procesos constituyentes que desmantelan la democracia desde las ‘nuevas constituciones’ con resultados como los de Venezuela, Bolivia, etc. Un libro, por tanto, que mira la actualidad desde una perspectiva rigurosa, ecuánime y académica. Hablamos con el autor en la Casa de la lengua, y tiene sentido porque es la lengua el elemento maleable que ha cambiado las cosas. Por la lengua hemos llegado hasta aquí.—Hay que decir que no ha escrito una diatriba contra el nuevo constitucionalismo.—No. Hay ideas razonablemente progresistas, innovadoras en ese empeño. Pero si lo que encubren al final es el mantenimiento de los autócratas y su justificación, todo es puro artificio. Y es lo que ocurre.—¿Cuáles son los síntomas?—La virtud primera de la democracia es la alternancia. Dan miedo los sistemas en los que se lucha contra la alternancia, para impedirla. La historia de la política de Hispanoamérica está llena de gente que se encastilla en el poder, procura no ser sustituido, perpetuarse.— En su libro ‘Hablamos la misma lengua’, se demostraba que fue el lenguaje jurídico el que constituyó las referencias de convivencia y cultura que compartimos. En este nuevo libro, el lenguaje tiene mucho peso en las constituciones del siglo XXI, con más de cuatrocientos artículos, y una retahíla de derechos que luego no se pueden garantizar. ¿El lenguaje está sirviendo hoy para encubrir lo peor de los populismos?  —Sí, no está mal visto eso que dice. Se está utilizando el lenguaje del derecho para encubrir formas de gobierno que no tienen nada que ver con lo que el lenguaje expresa. El lenguaje de las últimas constituciones es un lenguaje de apabullante libertad. Todos los derechos son consagrados, el pueblo participa de un modo mucho más intenso que la democracia representativa. Pero la realidad es que los referéndum están amañados, como las elecciones; se somete a los discrepantes, se liquida la oposición, realmente se liquida la democracia. Probablemente bajo el nombre de nueva democracia lo que hay en el fondo es una negación total de la democracia.— Viene de la tradición que describe en el libro, la de los caudillos y los dictadores. ¿Por qué ese continuo fracaso?—Reivindico la capacidad para el gobierno de los propios pueblos americanos. Hubo una tendencia a creer que son pueblos poco aptos para la democracia.«El constitucionalismo experimental es un disparate. No se puede experimentar con temas tan importantes»—Eso es racista. ¿Un problema congénito?  —Sí, atribuido a la genética o incluso a una herencia cultural, en la que tendríamos los españoles una cierta responsabilidad. En lugar de considerar que el mestizaje ha sido beneficioso, sería la causa de su perdición para la democracia. Son imputaciones racistas sobre cómo realmente aquellos pueblos tienen una capacidad mermada para la democracia. No es verdad, es una falacia.—El libro no establece una dicotomía con Europa.—Tampoco Europa ha tenido la misma democracia desde siempre. Ni Estados Unidos ha completado los derechos civiles hasta hace pocas décadas.—En el imperialismo yanqui vemos reflejado ese racismo como un continuo castigo.  —Mi libro es un ejercicio de amor real a Hispanoamérica. Me gusta lo que los españoles hicieron allí y me gusta reivindicar las capacidades y la enorme potencia de Hispanoamérica. Por tanto, salgo al paso de quienes creen que los hispanoamericanos están incapacitados para el gobierno y también niego que la democracia representativa ya no sirva.—Vía populismo, ha llegado la ‘democracia experimental’.—El constitucionalismo experimental es un disparate. No se puede experimentar con cosas tan importantes.—¿La democracia ha fallado?—Sí que ha habido quiebras en la gobernanza democrática. Pero no es excepcional, en Europa también ha pasado y este aburrimiento final con la democracia liberal y la búsqueda de alternativas no es sino un subterfugio para que algunos imperantes actuales se perpetúen igualmente en el gobierno y engañen al pueblo. —O sea, hay peligro de que la palabra democracia acabe siendo la impostura fundamental del nuevo caudillo.—Sí. De utilizar la palabra democracia, una nueva forma de democracia, para justificar el mantenimiento de un imperante que no se somete al pueblo.—Y la independencia coincide con el imperialismo yanqui.—Estados Unidos pudo seguir hacia el sur pero no querían mezclarse con las poblaciones mestizas. —Martí y Darío se dan cuenta de que lo que viene del norte es algo monstruoso para el continente.  —No coincide con la cultura procedente de lo que Darío llamaba «tener en los labios el sabor de la teta de la loba». Ambos tratan de construir una cultura latinoamericana procedente de la europea que identifican con el pueblo, contra los yanquis. Con mucha fuerza, Martí, y Rubén Darío y también José Enrique Rodó. El ‘Ariel’ de Rodó es una obra que influye mucho en el pensamiento hispanoamericano en los años sucesivos, a derecha e izquierda.—¿Por qué a pesar de todo esto el indigenismo se alía con la visión imperialista de EE.UU. y convierte al hispanismo en el enemigo fácil para todos?  —El indigenismo en América empieza, sin ninguna duda, con nuestros frailes de las órdenes mendicantes. Bartolomé de las Casas fue indigenista desde un punto de vista político, Sahagún lo fue desde un punto de vista etnográfico. Y en el siglo XIX empieza un indigenismo muy vinculado a las ideas izquierdistas. En el XX llega al socialismo, primero, con Mariátegui, un personaje fundamental, peruano, la gran inteligencia del indigenismo. —Pronto se convierte en una ideología propia.—En la ideología indigenista actual hay unos pueblos sometidos que merecen conservar sus culturas y autogobernarse. La idea pasa a las constituciones americanas poco a poco hasta que llegamos a este nuevo constitucionalismo del siglo XXI, que recoge uno por uno todos los derechos de los que ahora llaman pueblos originarios, ni indios ni indígenas, que son palabras prohibidas.—La corrección política.—En el discurso que hace Evo Morales al frente de la constitución boliviana, dice que la lucha ha sido de 500 años. Eso es relativo, porque estos derechos empiezan a reivindicarse durante el siglo XX. —Y nunca van contra la época de los caudillos, que aumentaron las desigualdades.  —Que las empeoraron. Hay imputaciones, acusaciones respecto del tiempo de los virreinatos españoles que no tienen ningún fundamento serio. Porque España se comportó muy bien, comparado con los gobiernos republicanos, con todos aquellos pueblos para los que estableció regímenes diferenciales, creó pueblos de indígenas, reconoció sus derechos de modo singular. —Desde las primeras leyes.  —Todo eso ocurrió en el tiempo de la dominación española, cosa que no suele reconocerse. Y, sin embargo, desaparece con las repúblicas independientes, porque ahí se produjo un fenómeno de uniformización. «El reconocimiento de las comunidades indígenas es lo más respetable que tienen las constituciones nuevas»—Valora esto en el libro.—El reconocimiento de las comunidades indígenas es lo más importante y lo más respetable que tienen las constituciones nuevas. Porque se corresponde con una reclamación que ha existido y acompaña a una cierta tendencia en el siglo XXI al particularismo, a lo singular, a lo especial, a la desigualdad. El siglo XIX igualó, uniformó. El XXI va a romper ese equilibrio. —Incluyen mandatos ancestrales como el aimara de «no seas flojo, no seas vago, no seas mentiroso».  —Sí, e incluyen todos los derechos imaginables. Evidentemente son catálogos vacíos, puros enunciados que no tendrán aplicación hasta que el legislador no los dote de vida y recursos presupuestarios. —Hay costumbres incompatibles con la democracia.—Hay derechos absolutamente incompatibles con una comunidad civilizada. Ocurre también en naciones europeas cuando quieren poner en vigencia derechos históricos. ¿Históricos desde cuándo? Es una operación semejante a lo que consistiría en gobernar nuestros pueblos europeos con instituciones de la Edad Media. Hoy el gobierno tiene capacidades y obligaciones enormes en relación con el bienestar, la salud, las carreteras… —¿Y las costumbres?—Pues hay algún pueblo con la costumbre de abandonar a los mellizos en la selva porque dan mala suerte. O la justicia indígena, sin jueces independientes, sin procedimiento, con penas como azotes, la confiscación o extender la responsabilidad a la familia entera. Todo este tipo de cosas están provocando una jurisprudencia muy estimable de las cortes constitucionales que se han enfrentado con ellas. —Hoy se ataca el mestizaje como eufemismo de etnocidio. Se exige una pureza cultural como antes de sangre.—Eso viene de algunos antropólogos franceses. Incluso Montaigne tiene un ensayo llamado ‘Les coches’, donde habla de las brutalidades de la colonización española. Esa idea de etnocidio no la aplican, sin embargo, al norte, a la colonización anglosajona que extinguió las razas autóctonas en beneficio de la raza blanca única.«He trabajado con temor al contagio. Me resulta terrorífico que los populismos de izquierdas se extiendan por Europa»»—El libro narra de manera meticulosa la organización política del indigenismo en los años setenta y sobre todo con respaldo de la OIT y de la ONU.  —El impulso final del movimiento indigenista se lo han dado las agencias internacionales, fundamentalmente la OIT, en dos declaraciones sucesivas. La más importante es la de 1969. Y también podría decirse que, sorprendentemente, la ONU. —Hasta la declaración de 2007 de la ONU. ¿Qué supone?—La declaración de 2007 se ajusta a las reclamaciones que venían formulándose. Esa declaración ha alimentado el constitucionalismo posterior. Fue un respaldo decisivo. Se sigue el rastro muy bien desde esta declaración a las constituciones correspondientes. —¿Ese impulso ha convertido la organización política del indigenismo en un antagonista de la democracia liberal?  —Antagonista, no, pero que han puesto a las constituciones tradicionales ante la tesitura de tener que reconocer una nueva organización política y nuevos derechos, desde luego que sí. ¿Significa que la democracia representativa liberal ha dejado de valer? No lo creo. —¿Hacen descarrilar los usuales procesos de reforma?—Estas reclamaciones no son incompatibles con la democracia liberal. Pero sí son muy complicadas de encajar en los esquemas tradicionales porque obligan a que el gobierno tenga comunidades de autogobierno en el propio territorio. Si difícil es un gobierno a través de comunidades autónomas en nuestro país, si la comunidad no solo es territorial, sino además es cultural, hace muy difícil el encaje y el funcionamiento ordenado dentro del Estado.—Hay una paradoja. Esta división infinitesimal de comunidades se ha concebido como un bloque, es decir, las reivindicaciones de los pueblos originarios. Pero inmediatamente surgen los conflictos entre unos y otros, como en Bolivia. ¿Quién habla en nombre de ellos? ¿Quién elige una nación por encima de otra? Esa elección puede convertirse en un nuevo colonialismo.—Es muy importante eso, en efecto. ¿Quiénes son los miembros originarios de una comunidad? La definición solo se puede hacer a través de los censos. Pero, a la vez, esa identificación no se puede hacer desde fuera. Uno se autoidentifica como perteneciente a un determinado pueblo de las docenas de pueblos que hay allí. Los pueblos ricos tienen muchos aspirantes a integrarse en él. Y, ¿a quién entregamos la tierra cuando se reparten los recursos? Puede haber diferentes comunidades que puedan justificar sus derechos, algunas son comunidades nómadas…—Un lío irresoluble.—Yo me preguntaba: ¿de dónde sale esto de la nueva democracia? ¿De la fatiga por la democracia tradicional? Porque se dice que los pueblos hispanoamericanos no han sido capaces, que no está adaptada a sus peculiaridades. Y han inventado otra que es mucho más complicada, que requeriría capacidades políticas de extraordinaria finura para ser implementada. Consecuencia, no la implementan, lo que hay ahí es un imperante que se hace con el poder y desconoce por completo las reglas que las constituyentes han establecido. Palabras para llenar una ficción.«Perpetuación en el poder, evitar la alternancia… Si ocurriera en España seríamos los más desgraciados del mundo»—Hay un patrón: salen de los cauces del sistema, crean una constituyente. Y se invoca la ‘soberanía popular’, un concepto que la izquierda ya pronuncia en España. ¿Hay un efecto contagio vía la ideología populista?—Pues, hombre, yo he trabajado en este libro con temor al contagio, debo confesarlo. Me resulta terrorífico que los populismos de izquierdas, cuyos ideólogos han sido responsables de estas constituciones en América, se extiendan por Europa. El pueblo también es el soberano en Europa. Una vez que ha ejercido la soberanía, decidiendo sus representantes, que son los que en su nombre tienen que actuar.—¿A través de qué ideas puede venir el contagio?—La perpetuación en el poder, la evitación de la alternancia, el verbalismo, el nominalismo, la utilización de constituciones y de ideas que no tienen detrás nada. Si ocurriera en España seríamos los más desgraciados del mundo. Esperemos que no. Hay que establecer cortafuegos ideológicos. Quizá este libro mío advierta a la gente, informe a los ciudadanos de los peligros que tiene jugar con el sistema constitucional y con las instituciones.—Fuera de la política, muy pocos han sido críticos, el populismo goza de buena prensa. Pero usted cita a Brewer, que señala, por ejemplo, en Venezuela lo insolvente que ha sido el estatismo, algo que provocó el colapso, la ruina.—Alan Randolph Brewer es un héroe. Él participó en la constituyente venezolana en 1999, y lo echaron de allí inmediatamente. Y está refugiado en Nueva York, no puede ir a Venezuela porque lo detienen, ni él ni su familia. Él cree que todo es falso, que estas constituciones se desvían. Y cuenta con mucho pormenor las falacias, las mentiras a las que da cobertura esa supuesta nueva democracia en Venezuela. Tiene mucho mérito. Espero que algún día la suerte lo favorezca y pueda volver a su país.—En Chile el pueblo rechazó en referéndum esa aventura de dividir la soberanía.—Es importante el ejemplo porque invocar al pueblo para que actúe como poder constituyente elimina algo fundamental en el constitucionalismo: el poder de reforma. Hay una asamblea constituida y de pronto se crea una asamblea paralela que va a hacer una constitución nueva. El pueblo chileno es el más prudente de los pueblos de América. El hecho de que haya rechazado esa constitución que era del tipo populista quizás haya evitado también esa corriente en cadena que estaba afectando a toda Hispanoamérica, un país detrás de otro.—¿Son más irresponsables o más cínicos los políticos hoy?—Son menos cultos. Se dejan llevar por las cosas sin mucha meditación. No se ve en las sociedades actuales, en España desde luego, que se haga mucho caso a los intelectuales. Que se atienda a opiniones de prestigio.—¿Tiene demasiados enemigos la democracia liberal como hace un siglo?  —Tiene muchos enemigos. Es la primera línea de mi libro. Es el régimen de gobierno más difícil de establecer. Y pueden mostrar un legítimo orgullo las naciones que mantienen la separación de poderes y la garantía de los derechos. Hay muchos enemigos conscientes, que pretenden aplicar alternativas. Pero sobre todo muchos enemigos que no lo saben. Y que por pura dejadez e ignorancia están fastidiando los regímenes democráticos. La dejadez y la ignorancia son los peores enemigos de la democracia.

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