Cada miércoles, durante los meses de invierno, agentes forestales de Madrid –a veces con agentes medioambientales de Castilla y León- se calzan sus raquetas de nieve y esquíes y suben hasta puntos estratégicos de la sierra, como Cabeza de Hierro o Peñalara, para hacer catas y medir la cantidad de nieve acumulada. El objetivo es evitar accidentes y estudiar el riesgo de aludes, pero también –y ahora se hace especialmente necesario– para medir el impacto que el deshielo puede tener sobre los cauces de los ríos.El análisis de las cotas de nieve, mediante catas sobre el terreno, se ha convertido en una del as funciones habituales de los agentes forestales. Este Cuerpo realiza anualmente medio centenar de este tipo de sondeos, para evaluar el estado de la capa de nieve y prevenir el riesgo de aludes. Cada fin de semana, miles de madrileños se acercan hasta las montañas de la región para disfrutar de la nieve, y este servicio pretende facilitar que esos momentos de ocio se produzcan con la mayor seguridad.Los agentes forestales suben cada semana a los enclaves más populares del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. En estas semanas de máxima pluviosidad en el año, también están sirviendo para comprobar qué impacto puede tener el deshielo de esta nieve sobre los embalses que gestiona el Canal de Isabel II, y que están ya en máximos históricos y desembalsando agua debido a las fuertes y continuadas precipitaciones.Noticia Relacionada estandar No Madrid activa el nivel O del Plan de Inclemencias Invernales por el aviso amarillo de la Aemet por nevadas en la Sierra E. G. La agencia señala acumulación de hasta cinco centímetros por encima de los 800 metrosSemanalmente, estos profesionales suben a Peñalara , o a El Nevero u otros puntos, lugares donde se suelen acumular importantes cantidades de nieve. Llegar hasta allí supone un esfuerzo importante porque están en puntos muy alejados de pistas y caminos. Eso obliga a los forestales a utilizar equipos adaptados para alcanzar sus destinos, a pie porque es la única manera. Con el material de alta montaña adecuado, llegan a puntos muy elevados y de difícil acceso.Una vez allí, recogen datos que les permiten elaborar completos estudios usando para ello una serie de herramientas específicas. Por ejemplo, termohigrómetros, que miden la temperatura y humedad del aire; y lupas, palines o columnas de estratigrafía, para comprobar los diferentes estratos.Tres análisisCada análisis consta de tres partes: lo primero de todo es realizar catas de aproximadamente un metro y medio de profundidad. A partir de ahí, hay que realizar una ficha de observación meteorológica de montaña, que incluye la medición de la temperatura, fuerza y dirección del viento , e indica dónde se acumula la precipitación, la formación de cornisas en collados, si existe hielo o el estado que tiene en superficie. El segundo trabajo consiste la observación de estratos, identificando las distintas capas, su densidad y el contenido de aire que hay en cada una, así como la dureza, humedad y grado térmico que presenta la nieve. «Estos datos informan sobre cómo se comportan entre sí y avisan de posibles incidentes», explican.En tercer lugar, se realizan test de estabilidad , aislando bloques helados y sometiéndolos a distintas presiones para comprobar cómo se comportarían ante el paso de esquiadores.Todos estos datos se envían a la Agencia Estatal de Meteorología, que con ellos elabora cada fin de semana un boletín de predicción de riesgo de aludes, en el que se indica el nivel de peligro.

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