Seis eis ‘tíos’ aguardaban en chiqueros. En el ruedo de la catedral se extendía un altar de arena, regada con la sangre de Damián Castaño. Hecho un auténtico tío estuvo el salmantino, con honestidad total para no guardarse nada dentro en el estreno de la temporada madrileña: ¡qué entradón! Era también su debut con los toros de Adolfo Martín y pagó con una dura cornada su entrega. Imponente el encierro, de desbordante seriedad, como el Manzanares tras la borrasca. Salió el sol por la mañana y se alargaron las colas para acceder al apartado. No era una corrida cualquiera, sino una corrida de señoras caras, con tres ejemplares al borde de los seis años. Atrás habían quedado las nubes negras, pero llegaron las de la incertidumbre: ¿embestirían los adolfos? Muchos murmullos y un sinfín de pronósticos, con dos claras apuestas del ganadero, el 85 y el 101, aunque luego la quiniela fallaría… A medio camino entre las cuevas de Altamira y las calles de Coria asomó la estampa de Chaparrito, al que Rafael de Julia no quiso ni ver. Con el ánimo decaído y la mirada ausente, el torero madrileño –que tiene muy buenas condiciones, como ha demostrado en otros momentos– dio una triste imagen. En el citado Chaparrito, de famosa reata, tomó las riendas de la lidia Gómez Escorial y los banderilleros actuaron con eficacia. Menuda papeleta tenía el de Torrejón, que acabó en la arena por la violencia del animal y por las dudas, que, como el miedo, son libres. Entre las palmas de tango y una bronca épica –estallaron los gritos de «¡fuera, fuera!»–, cogió la espada sin ninguna convicción.La imagen de la derrota ya había aparecido en el primero, serísimo, musculado y con dos leños de aúpa, aunque bien hecho y de cortas manos. Metió el hocico Pastelero dentro de su escaso recorrido. Bien lo entendió Raúl Ruiz y, por esa manera de embestir mientras lo corría hacia atrás, algunos pensaron que el toro era oro molido. Y lo que sucedería luego fue que ni el de Adolfo pasó ni De Julia hizo nada para que pasara: ni una vez se puso. Las de Caín sufrió para darle matarile.Manseó de salida el segundo, aplaudido por la viva expresión de su cárdeno dibujo. Le ganó terreno con una buena lidia Damián Castaño y se llevó una ovación de categoría. Y otra Adrián de Torres por dos chicuelinas de inacabado suspiro. Qué bien anduvo la cuadrilla, con dos buenos pares de Rubén Sánchez. Tras el brindis a Ramón García, el salmantino se dobló en el umbral del 7 y, dos metros más allá de las rayas, le presentó la derecha en una serie de estremecedora expectación. Metía el morro Arenero, con nobleza en su embestida. Lo dejó respirar y volvió a la carga, con unos muletazos más hacia fuera y otros más abandonado. Cuando cogió la zocata, el toro se durmió en cuatro naturales de mano baja en paralelo a las tablas. Un runrún golpeó la Monumental mientras Arenero demandaba suavidad. Y así lo hizo en otra serie Damián, que pintó un cartel en el cambio de mano final, torerísimo y con los flecos a rastras. Lástima que pinchara –¡otra vez!– y se esfumara la oreja. Dos majestuosas ovaciones se llevaron toro y torero en el capítulo de mayor emoción. Monumental de las Ventas Plaza de toros de Madrid. Domingo, 23 de marzo de 2025. Primera corrida de la temporada venteña. 13.881 espectadores. Toros de Adolfo Martín, todos cinqueños (tres cercanos a los seis años), serios dentro de la desigualdad, destacó el 2º, muy ovacionado en el arrastre en un conjunto que no terminó de romper. Rafael de Julia, de tabaco y oro: pinchazo, otro hondo, tres pinchazos y media baja (pitos); ocho pinchazos, otro bajo hondo y seis descabellos (bronca tras aviso). Damián Castaño, de de negro y oro: pinchazo y estocada caída (saludos tras aviso); cogido en el quinto, lo mata De Julia, que pinchó. Ovación para Castaño. Adrián de Torres, de tórtola y oro: estocada trasera desprendida (silencio tras aviso); cuatro pinchazos, otro hondo y descabello (silencio tras aviso). Parte médico: Castaño sufrió «una cornada en el tercio superior del muslo izquierdo, con dos trayectorias, una hacia dentro de 15 centímetros, que bordea la cara lateral del fémur y contusiona arteria femoral, y otra hacia arriba de 10, que contusiona el isquion».Ojo al par de Juan Sierra al quinto: para enmarcar. Se presentía la batalla cuando Castaño se plantó como un atlante frente a su destino. Con la montera calada, con la honradez presente, con la verdad de quien todo lo da. Una barbaridad se lo pensaba Revoltoso, que se revolvía ya en el embroque. Damián, pleno de voluntades, desafiaba con arrestos y mucho mérito a un cárdeno que en un viaje acabó con la muleta como bufanda. Cuando el aguerrido matador cató el zurdo, lo prendió con toda la furia de sus 592 kilos y le propinó una cornada en el muslo. Con el reconocimiento y la angustia de los tendidos –salvo algunos graciosos, que se tomaron a broma una corrida para pocas bromas, pese a que tuvo nobleza en general–, se lo llevaron a la enfermería. Tuvo que rematarlo De Julia, que pasó otro mal trago. Lo opuesto se encontraba en la serenidad absoluta de Adrián de Torres con un lote falto de casta y decepcionante, sin poder, como el último. Firme y testarudo el de Linares. Y de sombrerazo Iván García con los palos.

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