Después de 38 días en un apartamento medicalizado en el décimo piso del Policlínico Gemelli, el Papa Francisco ha podido salir a un balcón a respirar un poco de aire. Ha estado fuera poco más de un minuto. «Gracias por las oraciones », ha musitado con enorme dificultad. El rostro pálido, ojeras, los brazos rígidos, el pulgar en alto, la respiración cansada. «Estoy vivo», bromeaba ayer sábado con los médicos. Regresa a casa mostrando las cánulas nasales por las que recibe oxígeno, y abre una nueva fase en su Pontificado. En la placeta que hay a la entrada, junto a la estatua de Juan Pablo II que recuerda la hospitalización de otros papas, se habían concentrado este domingo unas 700 personas. A mediodía han comenzado a corear su nombre, «Francisco, Francisco», y a aplaudirle. También estaba el alcalde de Roma.El Papa, este domingo ReutersPoco después, el Papa ha salido a un balcón que asoma a la fachada. Ha estado fuera poco más de un minuto, y parecía conmovido, pues intercalaba sonrisas y gestos de dolor. Ha improvisado unas palabras cuando ha reconocido en las primeras filas a Carmela , una romana le lleva flores durante las audiencias generales. «Veo a la señora con el ramo de flores amarillas, qué buena, ¡gracias!» No le salían más palabras y ha hecho un gesto para pedir regresar dentro. Su enfermero Massimiliano Strapetti le ha retirado el micrófono y le ha recordado discretamente que debía impartir la bendición. Francisco lo ha hecho, haciendo el gesto de la cruz con las manos con debilidad, sin apartar los brazos del cuerpo. Luego, ha alzado el cuello para dar un profundo respiro con mucho esfuerzo y se ha marchado. Para regresar a casa no ha querido una ambulancia sino su coche habitual, el Fiat 500. Se ha sentado en el asiento del copiloto, se ha enfundado las cánulas nasales y se ha encaminado a Casa Santa Marta, desviándose bastantes kilómetros para pasar por la basílica de Santa María la Mayor. En la puerta del Gemelli lo han despedido los periodistas, y Francisco ha saludado con la mano. Cuando ha llegado a la basílica, no se ha bajado del coche, pero ha estado allí un minuto en silencio, rezando. Luego ha entregado un ramo de flores al cardenal arcipreste, responsable de este lugar, para que lo ponga bajo el icono de «María Salvación del Pueblo romano». Es el mismo lugar al que se trasladó para rezar horas después de ser elegido Papa, y donde quiere que esté su tumba. Desde allí, ha continuado hacia el Vaticano sin hacer nuevas paradas. En total, 26 kilómetros que ha recorrido despacio, en 45 minutos, acercándose a las aceras para que la gente le vea, pero sin bajar la ventanilla.Nueva faseCon esta salida del Papa del hospital comienza una nueva fase del Pontificado, que el cardenal Fernández describió como «llena de sorpresas», pero que será extremadamente delicada. Francisco deberá armarse de paciencia pues cada uno de sus gestos y decisiones será revisado con lupa por quienes presionan para que presente la renuncia. Regresa a casa con instrucciones precisas de los doctores: no podrá retomar inmediatamente su actividad normal y deberá continuar al menos durante dos meses la terapia farmacológica, la oxigenoterapia y la rehabilitación motora y respiratoria. Necesitará tiempo para recuperar la capacidad de articular palabras, como ocurre a la mayoría de los pacientes que superan una neumonía bilateral. El alta se produce una vez que la pulmonía y la infección polimicrobiana están bajo control y tras dos semanas de situación estacionaria. «En la última semana su situación clínica ha mejorado mucho», subrayaba este sábado el médico del Papa, Luigi Carbone.El anciano pontífice de 88 años, vestido de blanco y delgado, no ha podido hablar ni estrechar manos. Pero la fragilidad que mostraba este domingo el Papa, después de haber estado a punto de perder la vida hace sólo unos días, tenía una enorme potencia. Era la imagen de los que no tiene voz para defender sus causas, de los enfermos y los ancianos, pero también de quienes están bajo las bombas o han nacido lejos de los lugares donde se toman las decisiones. Todos ellos siguen teniendo un aliado en el Vaticano.

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