Vigilar sin levantar la liebre, en según qué situaciones, puede terminar reduciéndose a una cuestión de supervivencia. No basta solo con tener buen ojo, describir la estrategia y echar infinidad de horas al caso . A veces el terreno a veces es el que es y contra la madre Tierra no se puede luchar, ¿o quizás sí?. La reciente operación Gredos, a cargo de la Udyco Central y la Jefatura Superior de Extremadura, es un ejemplo de ello: once detenidos, diez de ellos enviados a prisión; y una ruta, Madrid-Cáceres, demasiado trillada para transportar simples botes de pintura. A finales del año pasado, los siete agentes del grupo investigador de la Udyco, con sede en el complejo policial de Canillas, reciben una llamada de sus compañeros de Cáceres. Han detectado una actividad inusual en los dominios del peligroso clan de los Macas, asentado en la localidad de Madrigal de la Vera y con una ristra de antecedentes por menudeo de droga y otros delitos violentos. «Lo peor del pueblo, vamos», resumen dos de los efectivos de la Policía Nacional dedicados a reconstruir su historia de aquel tiempo a esta parte. Al llegar al lugar, comprueban que el rastreo del terreno no será especialmente sencillo. Las fincas de los Macas, cinco en total, colindantes y con accesos para poder moverse internamente entre ellas, están a dos kilómetros al sur del municipio, en una zona relativamente llana y alejada de grandes zonas de vegetación. Allí, la información que manejan es clara: los miembros del clan habrían entrado en contacto con colombianos, lo que en términos de tráfico de droga puede suponer un salto cualitativo.Noticia Relacionada Atrapada en las tinieblas de Tinder estandar No El flechazo de Cesáreo por Viktoria que escondía 13 kilos de coca Aitor Santos Moya Una joven pasa 17 meses en prisión tras enamorarse del líder de una red de droga, 26 años mayor que ellaLas primeras vigilancias no hacen sino ahondar en la citada sospecha. Los agentes descubren pronto que dentro de unas de las casa de campo residen cinco ‘cocineros’ colombianos, encargados de producir la cocaína, y el guardés, un venezolano que ya trabajaba antes para los Macas. Con las cartas marcadas dentro de la parcela, queda por saber los individuos que colaboran con ellos para gestionar la logística. Por la parte de la propiedad, la selección es meridiana: con el padre y uno de sus dos hijos en la cárcel, las miras están puestas en el único vástago en libertad. Y no tardan en verle.Pero a decir verdad la ficha más interesante estaba al otro lado del tablero. Un dominicano disfrazado de pintor, con el mono manchado y a bordo de furgonetas de alquiler, repletas a su vez de envases de pintura sellados para la ocasión. No hay más apoyos. «En estos laboratorios cuanto menos movimiento mejor para los malos», sostienen los investigadores, convencidos de que la discreción es clave para mantener el engranaje del narco. El tino aquí reside en morder una pista y ver a dónde conduce.Un día, los ojos de la Udyco deciden seguir al falso pintor y este les lleva a un polígono industrial de Humanes. Más en concreto, a un bar regentado por Copito y su mujer, un matrimonio colombiano bajo el radar policial por relacionarse con personas del ámbito de la droga pero al que nunca habían logrado echar el guante. «El bar era el punto de encuentro y el matrimonio los encargados de dirigir el laboratorio y toda la organización», añaden los mismos policías, a los que pronto el trabajo se les va a acelerar.Vehículo lanzaderaPrimero, averiguan que Copito (al que llaman así por su llamativo mechón blanco en el flequillo) y su mujer residen en Boadilla del Monte y atesoran diversos coches de alta gama, un tren de vida que no cuadra con el que se le presupone a una pareja de hosteleros. Y después, comprueban que el marido, subido a un Range Rover alquilado, hace de lanzadera a la furgoneta del supuesto pintor en al menos dos viajes entre Madrigal de la Vera y Madrid. Una práctica habitual para detectar cualquier control policial y avisar al vehículo que transporta la mercancía.Es entonces cuando la operación se precipita, dado el riesgo de que esa droga termine en la calle . El 25 de febrero, los agentes, con la participación del GEO, entran a las fincas de los Macas y destapan lo ya barruntado: 450 litros de cocaína base disuelta en líquido (algo totalmente inusual, ya que esta suele llegar impregnada en la pulpa de frutas y verduras o en cartones), 7.000 litros de precursores, 65 kilos de clorhidrato de cocaína (6 ya prensados en forma de ladrillo y el resto en proceso de secado), 40 kilos de cocaína base, 7.000 euros en efectivo, envasadoras, prensas y microondas.Interior del laboratorio de droga, en la finca de los Macas ABCComo novedad, recalcan los encargados de llevar a buen puerto las pesquisas, el formato líquido de la coca: «Al aire cristaliza rápido y da unas concentraciones muy altas». Y además se puede transportar en garrafas, lo que dentro de una furgoneta cargada de botes de pintura apenas levanta sospechas. «Llevaba 400 kilos de pintura en botes sellados y un par de garrafas con la droga, también selladas», añaden, conscientes de la dificultad de registrar en un control rutinario un vehículo con tal cargamento.Ahora, con diez de los detenidos enviados por el juez a prisión, siguen trabajando para dar caza al único hijo de los Macas que no estaba de antemano en la cárcel, y que pudo ocultarse una vez explotada la operación. En ella, pudieron comprobar que por el volumen del estupefaciente y la cantidad de útiles encontrados, los cinco ‘cocineros’ tenían capacidad para producir diariamente hasta cien kilos, una cantidad que ya en la calle habría alcanzado un coste total de varios millones de euros. Aunque por suerte, los que saben vigilar sin levantar la liebre también pueden llegar más rápido.

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