El Papa abre una nueva fase en el pontificado con su regreso al Vaticano

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El Papa abre una nueva fase en el pontificado con su regreso al Vaticano

Después de 38 días en un apartamento medicalizado en Policlínico Gemelli, este domingo Francisco se mostró en público desde un balcón justo antes de ser dado de alta. Estuvo fuera 1 minuto y 39 segundos y no disimuló la fragilidad de su situación. El rostro pálido, con ojeras, los brazos rígidos, el pulgar en alto, la respiración cansada, la voz débil. «Gracias por las oraciones», musitó con enorme dificultad ante 700 peregrinos. Regresó a casa llevando las cánulas nasales por las que recibe oxígeno para abrir con esa imagen una nueva fase en su Pontificado.En la placeta que hay a la entrada del policlínico, junto a la estatua de Juan Pablo II que ha acumulado cinco semanas de velas, imágenes de santos y mensajes de ánimo al Papa, se habían concentrado unas 700 personas, también autoridades como el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, y algunos embajadores. Estaban citados a mediodía, y a esa hora comenzaron a corear su nombre, «Francisco, Francisco», y a aplaudirle. Noticia Relacionada estandar No El Papa vuelve a casa tras 38 días ingresado y aparecerá en público este mismo domingo Javier Martínez-Brocal | Corresponsal en el VaticanoUn minuto más tarde el Papa salió en silla de ruedas a un balcón que asoma a la fachada en el quinto piso del hospital. Estuvo fuera casi cien segundos, y parecía conmovido, pues intercalaba sonrisas y gestos de dolor. Luego le pusieron un micrófono y se le escuchó dar las gracias e improvisar un saludo para una romana le lleva flores durante las audiencias generales y que estaba en primera fila. «Veo a la señora con el ramo de flores amarillas, qué buena, ¡gracias!» Le costaba tanto pronunciar las palabras que con un gesto indicó que deseaba marcharse. Su enfermero Massimiliano Strappetti le retiró el micrófono y le recordó discretamente que debía impartir la bendición. Francisco obedeció y con fatiga hizo la señal de la cruz con las manos, sin apartar los antebrazos del cuerpo. Luego, alzó el cuello para dar un profundo respiro con mucho esfuerzo y se despidió. Para regresar al Vaticano no quiso una ambulancia sino su coche habitual, el Fiat 500 blanco . Se sentó en el asiento del copiloto, se enfundó las cánulas nasales y se encaminó a Casa Santa Marta, desviándose bastantes kilómetros para pasar por la basílica de Santa María la Mayor. En la puerta del Gemelli lo despidieron periodistas y pacientes, a quienes Francisco saludó con la mano. Cuando llegó a la basílica, no se bajó del coche, pero estuvo un minuto detenido rezando en silencio. Luego entregó un ramo de flores al cardenal Rolandas Makrickas, responsable de este lugar, para que lo ponga de su parte bajo el icono de «María Salvación del Pueblo romano». Es el mismo lugar al que se trasladó para rezar horas después de ser elegido Papa, y donde quiere que esté su tumba. Desde allí, continuó rumbo al Vaticano sin hacer nuevas paradas. En total, 26 kilómetros que recorrió sin prisa en 45 minutos, acercándose a las aceras para que la gente le viera, pero sin bajar la ventanilla para estrechar las manos. En la puerta de Casa Santa Marta le esperaba el cardenal decano Giovanni Battista Re, que le dio oficialmente la bienvenida.El Papa regresa a casa con instrucciones precisas de los doctores: no podrá retomar inmediatamente su actividad normal y deberá continuar al menos durante dos meses la terapia farmacológica, la oxigenoterapia y la rehabilitación motora y respiratoria. Necesitará tiempo para recuperar la capacidad de articular palabras, como ocurre a la mayoría de los pacientes que superan una neumonía bilateral. Delegar tareasCon el final de la hospitalización del Papa Francisco comienza una nueva fase del Pontificado, que el cardenal Fernández describió optimistamente como «llena de sorpresas», pero que será extremadamente delicada. Esta semana deberá diseñar la estrategia para el gobierno inmediato de la Santa Sede. Por un lado, no tendrá más remedio que aparecer menos en público y no presenciar ceremonias ni hablar con peregrinos. Por otro, igual que ha nombrado a cardenales como sus «delegados» para actos específicos, ahora no tendrá más remedio que delegar también tareas muy relevantes que requieren decisiones urgentes, como algunos nombramientos de obispos, la relación con conferencias episcopales o el levantamiento y la imposición de sanciones. Será imprescindible que sus colaboradores actúen con transparencia , para no arrogarse funciones que no les corresponden ni culparle de sus propios errores. Precisamente uno de los motivos que llevó a Benedicto a tomar la decisión de renunciar fue el temor a que sus colaboradores tomaran decisiones inapropiadas en su nombre, y sin que él pudiera enterarse. Próximas fechas clave en la agenda del Papa 28-30 de marzo: Jubileo de los «Misioneros de la Misericordia» 5-6 de abril: Jubileo de los enfermos 8 de abril: Audiencia con los Reyes Carlos y Camila de Inglaterra 13 de abril: Domingo de Ramos 17-19 de abril: Triduo Pascual 20 de abril: Domingo de Resurrección. Bendición «Urbi et orbi» por la Pascua 27 de abril: Canonización de Carlo Acutis. Se han inscrito 100.000 personas 26 de mayo: Conmemora en Turquía los 1700 años del primer Concilio Ecuménico junto al líder de la Iglesia ortodoxaFrancisco sabe que d eberá armarse de paciencia , pues cada uno de sus gestos y decisiones, cada una de sus presencias y de sus ausencias, serán revisados con lupa por quienes presionan para que presente la renuncia. «Esta paciencia confiada, anclada en el amor de Dios que no disminuye, es muy necesaria en nuestra vida, especialmente para afrontar las situaciones más difíciles y dolorosas», escribió ayer en su mensaje para el ángelus, quizá pensando en lo que le espera. «Durante esta larga estancia en el hospital he podido experimentar la paciencia del Señor, que veo reflejada también en los cuidados incansables de los médicos y los operadores sanitarios, y en las atenciones y las esperanzas de los familiares de los enfermos», reconocía en el texto.Este domingo, el anciano pontífice de 88 años, vestido de blanco y físicamente desmejorado, no pudo ni hablar ni estrechar manos como ha hecho en los doce años que lleva como Papa. Pero esa fragilidad que ostentó tras haber estado al borde de la muerte tiene una enorme potencia. Es el reflejo de otros «sin voz», los enfermos y los ancianos, los no nacidos y los marginados, quienes están bajo las bombas o viven lejos de donde se toman las grandes decisiones. Todos ellos siguen teniendo un aliado en el Vaticano que, con débiles susurros, hablará por ellos.

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