En Vilanova dos Infantes abundan los hórreos y las calles de trazado medieval. También el silencio, el aplomo y la tranquilidad de una parroquia del interior orensano que hace diez años despertó sobresaltada. Era la mañana del 12 de marzo de 2015 , y la familia de Don Adolfo, de 77 años, párroco de la localidad desde hacía medio siglo, recibió una llamada alarmante. El cura no había asistido al entierro de un buen amigo fallecido dos días antes, y nadie lograba dar con él. Su ausencia empezó a agudizarse cuando los primeros vecinos se desplazaron hasta la rectoral donde vivía y se encontraron con la puerta cerrada, gesto inaudito en Don Adolfo , un hombre entregado a su comunidad, siempre con su casa abierta para todo el que lo necesitase. Cuando el teléfono sonó en el domicilio de la familia del religioso, nadie dudó. «Mis padres se fueron a Vilanova corriendo y vieron que la bolsa con el pan estaba colgada en la puerta» explica José Manuel Enríquez, sobrino del cura. Mal presagio, pensaron los presentes , que ayudaron a su hermano a colarse por una de las ventanas de la antigua construcción. Así se descubrió uno de los crímenes más inquietantes de las últimas décadas, aún por resolver. Diez años después de que el cuerpo del párroco apareciese tirado en un galpón anexo a la rectoral con evidentes signos de tortura , las principales preguntas sobre lo que sucedió bajo este techo ahora semiderruido siguen sin aclararse. Solo hay conjeturas sobre un caso que no se limitó al asesinato del cura. Además del crimen, la investigación se ocupa de la sustracción de la Virgen de Cristal, una talla del siglo XVII, famosa por ser la segunda más pequeña del mundo —apenas cinco centímetros— que la víctima custodiaba desde su llegada a Vilanova. Una vez descubierto el cuerpo de Don Alfonso y conociendo la violencia con la que le habían arrancado la vida, pronto se detectó la ausencia de la ‘pequeniña’ y uno y otro delito se conectaron, al menos en el imaginario colectivo. La tesis la reforzaron factores periféricos, como que pese a que la vivienda estaba totalmente revuelta, quienes atacaron a Don Adolfo no se llevaron nada. «Él no tenía dinero en casa, pero sí es cierto que dos meses después, cuando nos permitieron la entrada, encontramos el sobre de una colecta, unos 600 euros, que dejaron » confiesa el portavoz de la familia a ABC. Tampoco, aunque «lo dejaron reventado», robaron ninguna de las monedas que había en el coche del religioso, que sumaban más de 200 euros. El destrozo, además, no fue coherente a ojos de cualquier espectador llegado de fuera. Los agresores — se trabaja con la idea de que fuese más de una persona — rompieron una impresora a patadas. Sin embargo hubo estanterías enteras que no tocaron. Y lo más inquietante. Se llevaron la talla de la virgen que el cura escondía en el falso fondo de un armario dentro de la funda de una cámara de fotos, pero se dejaron el estuche original de la reliquia.El escenario del crimen Una década después del asesinato, ABC accede a la rectoral en la que Don Adolfo murió. Una residencia en la que nadie ha vuelto a vivir, congelada en el tiempo, y de la que se ocupa una asociación que lleva el nombre del párroco. A la derecha, un cartel con la imagen del fallecido recuerda el crimen y el robo de su virgen MIGUEL MUÑIZEn Vilanova, el golpe fue sordo y doloroso, y a día de hoy sigue siendo una parroquia de luto. «Solo tres personas sabían del escondite de la Virgen» explica David Núñez, monaguillo del párroco en su última etapa. Se trataba del propio David —por aquel entonces de 13 años—, de otro monaguillo de la misma edad y de una monja que ayudaba en la parroquia. En una charla con este diario, David se define como un «testigo indirecto» de las «muchísimas personas» que contactaban con el cura pidiéndole ayuda, la mayoría de las veces económica. Algunos, indica, para enfermedades que más tarde se revelarían como falsas. «En los últimos tiempos, antes del crimen, lo notaba cansado, asfixiado, sobrepasado . Era mucha gente pidiendo», reflexiona David. «Lo llamaban mucho por teléfono y, aunque éramos niños, él se desahogaba con nosotros», explica el ahora promotor de una asociación que lleva el nombre del religioso fallecido y que se encarga de la acción social en el pueblo. Una suerte de legado que da cuenta de la huella que dejó.Transcurridos diez meses del crimen, y después de un intenso trabajo, los agentes de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Orense le echaron el guante a dos varones a los que llevaban tiempo siguiendo. Se trata de dos ciudadanos croatas, tío y sobrino, de 30 y 37 años, a los que la víctima conocía bien. Ellos, como otros tantos, habían tocado a su puerta pidiendo dinero, a sabiendas de que el párroco de Vilanova era un hombre muy generoso siempre dispuesto a ayudar. Incluso habían comido allí en más de una ocasión. Con su arresto se llegó a hablar de que Don Adolfo los había contratado para que le ayudasen en labores de la huerta, pero la familia lo descarta. «Sí, les había prestado dinero en varias ocasiones, pero a cambio de nada» aclaran. La primera señal de la presunta implicación de los croatas llegó cuando el sobrino del cura se puso a revisar los papeles que recuperó de la rectoral y encontró un sobre blanco en el que Don Adolfo había ido apuntado las cantidades que les había dejado a los detenidos, una información que puso de inmediato en conocimiento de los investigadores. A este indicio se sumaron otros que desembocaron en el arresto y puesta a disposición judicial. El primero, que un Golf negro similar al que conducía uno de ellos fue visto por un testigo en el pueblo el día de la muerte del religioso. Se sabe, además, que la entrada de la vivienda no había sido forzada, por lo que Don Adolfo debía conocer bien a sus verdugos cuando los dejó pasar . Además, se verificó que la pareja de uno de los croatas se pasó la mañana posterior al crimen llamando a la casa del cura, y los agentes recabaron algunas grabaciones en las que uno de ellos reconoce que «había pasado algo y se tenía que marchar pronto». Con este cúmulo de sospechas, tío y sobrino fueron detenidos, pero su abogado —un reconocido letrado— les aconsejó que no declarasen ni ante la Guardia Civil ni ante la instructora, y los acabaron liberando por falta de pruebas . Ni siquiera el fiscal pidió la prisión preventiva al entender que la acusación contra ellos no era sólida. Con anterioridad, y en calidad de testigos, los dos detenidos sí habían narrado su relación con la víctima, e incluso se ofrecieron a donar una muestra de saliva para que fuese analizada. Sus palabras conectaron con las de otros curas de la zona a los que también habían visitado en alguna ocasión en busca de soporte económico. Una coincidencia que la familia de Don Adolfo no pasa por alto y a la que siguen dando vueltas una década después. «Cuando la Guardia Civil detuvo a los dos croatas desarrollaron también otro operativo en la provincia relacionado con el robo de objetos religiosos en iglesias», introducen, para concluir que «en ambas operaciones fueron arrestados tres o cuatro integrantes del mismo clan familiar». Es decir, familiares de los croatas acusados del crimen de Vilanova. El nexo entre la ‘operación Devotio’, que investiga el asesinato en la rectoral, y la ‘operación Gambón’, que desarticuló una red de robos en templos, es una de las líneas de trabajo posibles, aunque a estas alturas parece claro que la Virgen de Cristal, pese a su popularidad, no era un botín para nada suculento.Tras el robo de la patrona del municipio quedó claro que una cosa era el valor sentimental que esta imagen tenía para los vecinos y otro su valor monetario, apenas 300 euros pese a ser la segunda virgen más pequeña del mundo (la primera está en Bolivia). Cuando la ‘pequeñina’ faltó, el pueblo quiso reemplazarla encargando una réplica idéntica , que fue imposible lograr. Se le encomendó a un orfebre granadino que explicó que después de varias pruebas e intentos no pudo recrear la técnica exacta con la que cuatro siglos atrás habían introducido a la virgen en su campana de cristal. Si se mira a través de ella se ve, por un lado, una efigie de La Dolorosa y por el otro una imagen de la virgen con el manto azul. Una estampa que maravillaba a todos cuantos acudían a su santuario, huérfano desde el crimen de la rectoral.El celo con el que Don Adolfo cuidaba de la talla pudo confundir a los autores del asalto que, pese a todo, no se llevaron otras reliquias religiosas que también estaban en la casa y que tendrían más valor en el mercado negro. De ahí que a estas alturas parezca claro que la virgen no era el botín por el que mataron a Don Adolfo, aunque extrañe la falta de noticias de su paradero diez años después. Lo que no dudan en Vilanova es que el robo de la virgen no fue casual y que el cura se jugó la vida por defenderla . «A nosotros nos gustaría que apareciese la virgen, y que esa aparición supusiese un hilo del tirar, porque lo importante es resolver el crimen de mi tío» reclaman los familiares, confiados en el trabajo de la Guardia Civil que, lejos de tirar la toalla, mantienen las pesquisas vivas.Archivado desde junio del 2018A nivel judicial, y sin indicios sólidos para mantener la acusación contra los croatas, la instructora del caso decretó su archivo en junio de 2018 . Con 11.000 folios de sumario divididos en cinco tomos, las fuentes próximas consultadas insisten que, pese al sobreseimiento, las investigaciones para dar con los autores continúan. A otros diez años para que el misterioso asesinato prescriba, la familia del sacerdote mantiene intacta su confianza en la pericia de los agentes. « Queda la segunda parte del partido y hasta el último segundo del último día vamos a jugarlo . Solo espero que el último gran milagro de la virgen sea llevarnos a los criminales de mi tío», reconoce su sobrino coincidiendo con el aniversario de la muerte. Desde el crimen, nadie ha vuelto a vivir en una rectoral, cerrada a cal y canto. Una placa colocada en su fachada resume lo allí sucedido: « En esta casa vivió y murió el cura Don Adolfo Enríquez (…) rector del santuario de Nuestra Señora del Cristal, por cuya custodia acabó entregando la vida el 10 de marzo de 2015».

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