El ‘amanecer’ latino que horroriza a Leganés: «Es un ‘after’ violento e insalubre»

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El ‘amanecer’ latino que horroriza a Leganés: «Es un ‘after’ violento e insalubre»

Si el primer dueño del bar Gregory, ya fallecido, levantara la cabeza para ver hoy su pequeña tasquita volvería a bajarla de inmediato. Sentiría, a tenor del mugriento garito bunquerizado, una mezcla de pavor y pena, y más aún, si cualquiera de los vecinos de los números colindantes al 26 de la calle de la Batalla de Brunete, en Leganés, le cuentan lo que allí acontece: desde hace un año, peleas, gritos, vomitonas y orines dan la bienvenida al fin de semana en este tranquilo enclave de Batallas. Al menos hasta hace tres semanas, cuando el ayuntamiento realizó una inspección y se topó con graves deficiencias en lo relativo a la insonorización y la instalación eléctrica.Fuentes municipales confirman a ABC que en caso de no subsanarlas iniciarán el procedimiento para precintar el local. «Todo lleva su proceso. No se puede cerrar así como así, muy a pesar de la administración», aclaran, conscientes de los problemas que han soportado los residentes desde el último cambio de manos del negocio. En los vídeos e imágenes, a los que ha tenido acceso este periódico, se observa el paisanaje con el que han tenido que lidiar todo este tiempo. He aquí un ejemplo:El sol hace horas que ha salido en esta zona del barrio Centro, cuando dos grupos de clientes del antro señalado salen a la calle y comienzan a golpearse. Algunos, borrachos como cubas, tratan de meterse en medio, y otros directamente ni lo intentan; mientras, al fondo de la escena, un individuo yace inmóvil en el suelo. «Esto que tenemos es el pan de cada día», resumen los afectados, temerosos ante la posibilidad de que el establecimiento reabra de nuevo.Noticia Relacionada Madrid reportaje No Drogas y reyertas en casa de los S-8, la nueva banda que atemoriza a Leganés Aitor Santos Moya Los miembros de este peligroso grupo operan en la misma zona del bar La Octava, un local que trae de cabeza a los vecinos hartos del ruido y la violenciaLa decadencia del Gregory se remonta al primer trimestre del año pasado, una época en la que el último propietario del bar (el segundo tras su fundador, Gregorio, de quien bebe el nombre) decidió dar un paso al lado tras aguantar malamente los últimos tiempos. «Siempre ha sido un bar normal, hace años tenía mucha fama», sostiene una anciana, afincada aquí desde hace más de cinco décadas. De aquel local ya solo queda el viejo y desvencijado rótulo y un letrero colgante que recuerda a las tabernas humildes y añejas. Pero nada más.El espacio, no obstante, pertenece a un tercero que siempre lo ha mantenido alquilado a los sucesivos encargados de explotar el negocio. «Al poco de empezar los problemas, nos lo encontramos por la calle y le contamos lo que pasaba», expone un segundo damnificado, sin creer del todo la respuesta recibida. «Primero dijo que a él mientras le pagasen… Pero hace poco a otro vecino le comentó que el contrato que tiene firmado es por cinco años y no puede romperlo», prosigue. Sea como fuere, lo cierto es que el arrendador dejó la búsqueda del inquilino a cargo de una agencia, los cuales desconocían de las verdaderas intenciones del arrendatario: «Le debió dar buena espina y se fio».A partir de ahí, la mecha no tardó en prender . El bar, como tal, dejó de funcionar y se convirtió en un ‘after’ latino sin horario definido ni información pública acerca de la actividad registrada. «Lo usan básicamente como un local», denuncian los testigos, convencidos de que solo abren para hacer las veces de ‘coche escoba’, recogiendo a aquellos que salen de las discotecas cercanas y buscan apurar los últimos tragos. Lo normal es que la juerga se extienda de viernes a domingo hasta altas horas de la mañana.«Un día salí de casa y una chica me preguntó si sabía donde estaba el ‘nuevo amanecer’. No tenía ni idea de lo que me estaba hablando, pero cuando vi salir a otra mujer con una libreta ya me di cuenta de lo que buscaba», recuerda otro morador de avanzada edad, al tiempo que apunta con la vista al garito de marras. Este consta de una sola planta y presenta dos puertas: la principal, cerrada con una verja, y la trasera, tapiada con dos placas negras de pladur. Un apaño que también han llevado a cabo en las dos únicas ventanas, con el objetivo de que nadie desde fuera pueda vislumbrar lo que se cuece dentro.VIOLENCIA EN EL GREGORY Una trabajadora de la limpieza pasa por delante del Gregory; en las fotos pequeñas, otra de las refriegas allí acontecidas y un joven yace inconsciente a las puertas del ‘after’ JOSÉ RAMÓN LADRA / ABCSuperado el turbulento fin de semana, los responsables del ‘after’ suelen acudir días después a limpiar el interior, que mantiene la misma composición del bar original, barra incluida, pero sin sillas ni mesas y apenas un puñado de taburetes; todo para meter al mayor número de clientes. «Salen con bolsones de basura llenos de botellas vacías», subrayan los vecinos, convencidos de que el alcohol no es lo único que se consume en las fiestas. «Aquí hemos visto de todo, desde gente tirada en el suelo inconsciente a una pareja que estaba teniendo sexo entre coches y a plena luz del día», añaden.Se da la circunstancia, además, de que en la acera de enfrente hay una guardería. Aunque por suerte para los niños y trabajadores la instalación cierra los sábados y domingos, ellos también sufren los estragos cuando el inicio de la juerga se desplaza a la noche del jueves y se alarga hasta bien entrada la mañana del viernes, un día lectivo como cualquier otro. Ahora, con el plazo dado por el Ayuntamiento de Leganés, la propiedad debe subsanar esta semana las flagrantes deficiencias si no quiere ver su establecimiento precintado.Precisamente, a finales de abril del año pasado la Policía Local ya clausuró el negocio tras recibir las primeras denuncias. Al realizar la inspección, los agentes detectaron que no contaban con licencia de actividad y que las salidas de emergencias estaban bloqueadas, lo que representaba un grave riesgo para la seguridad de la clientela. Al entrar se toparon con un reguero de suciedad nauseabundo y la instalación eléctrica en un estado deplorable, controversia esta última cuando menos llamativa si tan solo doce meses después han vuelto a encontrar irregularidades en el cableado. El hartazgo es tal entre el vecindario que la semana pasada el falso Gregory amaneció con silicona en la cerradura de la puerta y los candados de las verjas. Ello provocó que los encargados de limpiar la última jarana trataran de forzar la entrada y la misma Policía Local tuviera que personarse. «Alguien debió pensar que estaban intentando robar», aclara un parroquiano. Subsanado el error, los ‘camareros’ pudieron acceder después de cortar un barrote y reventar el cerrojo, dos desperfectos que aún hoy siguen visibles. Desde entonces nadie ha vuelto a ver movimientos, un hecho que aparentemente está relacionado con el requerimiento municipal. En el barrio, sin embargo, creen que solo están ocultándose una temporada para dejar de estar en el ojo del huracán antes de volver a la carga: «Y ya pronto llega el buen tiempo. La que nos espera como no lo cierren definitivamente».

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