Escribano y Murtra, por colleras, dejan en evidencia a Sánchez

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Escribano y Murtra, por colleras, dejan en evidencia a Sánchez

En ‘El Discreto’, Baltasar Gracián plasmaba mediado el siglo XVII cómo ha de ser el hombre prudente, sagaz, inteligente, ajeno a la exhibición, al ruido y, sobre todo, a dejar en evidencia a terceros. En sus veinticinco «realces» o capítulos sentaba las bases de la vida del hombre juicioso, marcada por la moderación y sin excesos. Pues… poco o nada de lo ahí recomendado difícilmente se podrá encontrar en los usos y costumbres de la nueva hornada de ejecutivos puestos por obra y gracia del sanchismo al servicio de la causa. Al menos, no demuestran lo contrario. Tremendamente comentada ha sido la gloriosa intervención del presidente de Telefónica, Marc Murtra, contra el grupo francés Vivendi para amedrentar a Prisa de la mano del ministro para la Transformación Digital, Óscar López, un buen ejemplo de cómo actuar, queriendo o no, como un elefante en una cacharrería, hasta el punto de quedar en evidencia en la prensa internacional y, lo que es más gordo, apuntar a un pez más gordo que sería el beneficiario de haber expulsado al actual equipo gestor de Prisa. La simpar intervención parisina, cual magistral número de los mismísimos Pompoff, Thedy y Emif, solo puede compararse con el intento del flamante presidente de Indra, Ángel Escribano, de doblarle el pulso a uno de los mayores grupos de defensa en el mundo, los norteamericanos de General Dynamics, para arrebatarles sin más el control de la antaño empresa estatal española hasta 2001, Santa Bárbara Sistemas. Poco más de un día como quien dice le duró la valentonada al primer ejecutivo de la tecnológica española mientras los de la cúpula directiva de los de Virginia no sabían si reír o llorar. Más bien lo primero. Algunos incluso dicen escuchar aún risas desde la sede de una gran empresa que cuenta con el apoyo del todopoderoso, y ahora mejor amigo de Donald Trump, Larry Fink, presidente y CEO de BlackRock. Ahí es nada.Con todo, una y otra intervención distan un mundo , pues una, la última, no pasaría de ser una «jaimitada» –con perdón, que es un dicho muy de mi época– de quien no calibra bien sus fuerzas, mientras que la otra va ganando una especie de ‘tufillo’ de intimidación y exceso de las facultades propias que algunos ya están analizando en detalle tras la voz de alarma de ‘Le Point’ y el propio presidente del grupo Prisa , y que puede ser un peligroso cable pelado para el primer ejecutivo de Telefónica, cuyo nombramiento aún está pendiente de ratificar en la próxima junta de accionistas.Hechas trizas las recomendaciones más elementales de sensatez, prudencia y profesionalidad –por no hablar de una inenarrable comunión de intereses entre lo privado y lo público, ¡si Gracián levantara la cabeza!–, el efecto perverso producido en ambos episodios es de naturaleza similar: el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha quedado expuesto , a los pies de los caballos, y nada menos que con sus verdaderos planes para los medios de comunicación y una inquietante falta de respeto hacia los intereses de Estados Unidos. Ahora, todo el mundo sabe la extorsión en toda regla al poderoso jefe de Vivendi, como también es de dominio público que querían amedrentar a General Dynamics por el artículo 33. Ni lo uno ni lo otro. El resultado es que Prisa y su presidente le han tomado la matrícula no ya a Murtra y a López, sino a Sánchez –«pensaron que lo que le hicieron al expresidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, se lo podían hacer a Oughourlian, pero no cayeron en la cuenta de que el primero era, con todo el respeto del mundo, un empleado, y el inversor armenio, además de ser el primer ejecutivo del grupo, es el mayor accionista de Prisa, con cerca del 30% del capital», dicen los que bien le conocen–, y los americanos, a través de su agregado comercial, pues tres cuartos de lo mismo. No parece buen negocio, desde luego. Mucho ruido y pocas nueces en compañías donde sus socios relevantes , como Criteria o el propio Amber Capital –el fondo de Oughourlian– exigían esa discreción de Gracián y mucha ‘finezza’.El sainete se completa con el balón de oxígeno que los intérpretes le han dado al Partido Popular para dejar mudo al propio Sánchez en el Congreso, con un Alberto Núñez-Feijóo que ha olido sangre en una jugada que implica al Gobierno, a la gran empresa y a los medios de comunicación, y que va a aprovechar hasta el final exigiendo comparecencias parlamentarias –ya se prepara la del Senado– para que unos y otros expongan en la casa de los políticos lo que han hecho jugando a ser políticos pese a estar pagados por compañías cotizadas. ¿Qué mejor lugar para explicarse?Y en el ‘maremágnum’ en torno a esta mezcolanza de intereses públicos y privados , esta semana ha aterrizado una buena y talentosa ejecutiva, conocida de la gran empresa pasada por la túrmix de la política, o que al menos se intentó: Amparo Moraleda como vicepresidenta de Caixabank. Algún día les contaré por largo y tendido cómo se evitó que esta «buena amiga» del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero –así corre por los mentideros del Congreso y deslizado en la prensa de aquel entonces, que incluso llegó a ser considerada como ministrable o candidata a la alcaldía de Madrid–, sustituyera a César Alierta al frente de Telefónica. Estaba casi hecho créanme. Años después, en 2022, y de nuevo con presidencia socialista al frente del país, Moraleda, le echó un capote a Sánchez con la apuesta de la naviera danesa Maersk –de la que es consejera– por Langosteira y Huelva, y ya se sabe que de bien nacido es ser agradecido. El futuro aún le depara algo más . Atentos. Luego, sí, el Gobierno ha tenido algunas tensiones con esta compañía en sus escalas en España hacia Oriente Medio, pero seguro que los ministros de Exteriores y Defensa, José Manuel Albares y Margarita Robles, respectivamente, dirán que es agua pasada y que pelillos a la mar… Ya ven, hoy como ayer veía el bueno de Stefan Zweig que la distancia entre la política y la empresa privada se ha convertido en algo heroico y romántico. De discreción ni hablamos.

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