Una innovadora investigación dirigida por la historiadora Helen Gittos, profesora asociada de Historia Medieval Temprana en la Universidad de Oxford, ofrece una lectura radicalmente nueva sobre uno de los yacimientos arqueológicos más emblemáticos de Inglaterra: Sutton Hoo . Según su estudio, recientemente publicado en la prestigiosa ‘English Historical Review’, algunos de los hombres enterrados con fastuosos ajuares funerarios en el sureste de Inglaterra habrían servido como soldados en el ejército bizantino en el siglo VI, y participaron en campañas militares en Siria y Armenia contra el Imperio Sasánida.Lejos de ser meros receptores pasivos de objetos exóticos a través del comercio o el intercambio diplomático, Gittos plantea que ciertos anglosajones formaron parte de las tropas de caballería conocidas como ‘foederati’, reclutadas por el emperador Tiberio II en el año 575 d.C. «Estoy argumentando que es probable que los hombres enterrados en las tumbas principescas de Prittlewell y el montículo 1 de Sutton Hoo sirvieran, junto a un grupo de sus contemporáneos, como soldados de caballería en el ejército bizantino, en las guerras contra los sasánidas en el frente oriental», afirma la investigadora.Noticia Relacionada estandar Si Los tesoros y misterios de las rutas de la seda Marina Valcárcel A través de una exposición de 300 objetos, el Museo Británico cuenta la historia humana de una red de redes entrelazadas que abarcó desde Japón hasta Irlanda y desde el Ártico hasta MadagascarEsta nueva lectura aporta una dimensión profundamente cosmopolita al período anglosajón temprano. «Las personas en la Alta Edad Media estaban mucho más conectadas de lo que solemos imaginar, y estos objetos deben haber sido valorados no sólo por ser exóticos, sino también por las historias que evocaban», sostiene Gittos.Las pruebas arqueológicas que sustentan esta tesis no son menores. En Sutton Hoo, el famoso entierro descubierto en Suffolk, se encontraron recipientes de plata y cobre del Mediterráneo oriental, fragmentos de betún, posiblemente procedentes del Levante, y textiles de Siria. En Prittlewell, en Essex, un individuo fue enterrado en una cámara con paneles de madera junto a un flagon de cobre que proviene del santuario de San Sergio en Sergiópolis (actual Resafa, Siria). En Taplow, Berkshire, otro hombre fue enterrado con una copa sobre pedestal tan rara, que sólo existen tres ejemplares comparables, todos de origen egipcio. Estos objetos, subraya Gittos, «eran actuales, distintivos y no del tipo de bienes que circulaban en redes comerciales normales».Más aún, el estudio vincula estos hallazgos con un fenómeno político particular: el desarrollo temprano de la «overkingship» o «soberanía suprema» en la Inglaterra anglosajona, una forma de soberanía en la que un rey ejercía autoridad sobre otros reyes menores, actuando como líder supremo dentro de una jerarquía de reinos.Según Gittos, el deseo de conmemorar la vida extraordinaria y el estatus militar oficial de estos individuos podría haber motivado los elaborados rituales funerarios. «Fueron enterrados con equipo militar y armamento asociado a su estatus, tal vez en parte financiado con las asignaciones anuales para armas, equipamiento ecuestre y armaduras que recibían durante su servicio», explica.Canales de contactoLa académica también señala que este servicio militar no explica por sí solo el fenómeno de las tumbas principescas, pero sí lo revela. De hecho, reconoce que estos no fueron los únicos vínculos entre los anglosajones y el Imperio Bizantino. Había otros canales de contacto: lazos diplomáticos directos como la misión del papa Gregorio a Kent, peregrinaciones a Tierra Santa, y rutas comerciales que conectaban los reinos del este de Inglaterra con la región del Rin, el sur de Alemania (especialmente la zona alamánica), la Italia lombarda y bizantina, y de ahí al Mediterráneo oriental. «Estos distintos tipos de vínculos probablemente se reforzaban mutuamente», apunta Gittos.Su propuesta no surge en el vacío. Gittos reconoce el trabajo previo de historiadores como James Campbell, quien ya en los años 90 consideró «perfectamente posible, si no particularmente probable, que el hombre del montículo 1 hubiese estado en Bizancio». También cita a Noël Adams, que sugirió que el contacto directo con Bizancio podría explicar la presencia de plata bizantina en Sutton Hoo, y a David Hinton y Sally Worrell, quienes plantearon que ciertos cubos procedentes del Mediterráneo oriental podrían haber sido traídos por emisarios ingleses a la corte bizantina. La arqueóloga Marlia Mango, al estudiar el «flagon» de Prittlewell, propuso que pudo haber sido llevado por un peregrino o incluso «por militares devotos», y se preguntó: «¿Podría haber sido el enterrado en Prittlewell uno de ellos?».Gittos se pregunta por qué los especialistas han sido tradicionalmente reacios a aceptar la posibilidad de contactos directos entre Britania oriental y el Imperio Bizantino. En su análisis, identifica tres causas: una tendencia a ver a los anglosajones como seguidores tardíos de modas continentales; una visión de la Romanitas anclada en el pasado romano más que en la realidad bizantina contemporánea; y una preferencia metodológica por explicar los cambios sociales mediante transformaciones graduales, cuando también pudieron producirse cambios súbitos y marcados.La investigadora concluye que es hora de ampliar la mirada sobre los límites del Imperio Bizantino y su influencia. «En un momento en que se está reflexionando mucho sobre las fronteras de los imperios, la evidencia aquí presentada indica que la sombra proyectada por el Imperio Romano de Oriente en Occidente fue más larga, y menos difusa, de lo que se ha creído», asegura, un nuevo enfoque que plantea preguntas fundamentales sobre la identidad, el poder y la movilidad en la Inglaterra del siglo VI, y que, en su opinión, también obliga a reconsiderar las conexiones entre Occidente y Oriente en el periodo postromano. Así, la investigación de Gittos sugiere que los hombres enterrados en Sutton Hoo no sólo eran figuras locales de poder, sino también veteranos de campañas imperiales de dos mundos que probablemente estaban más interconectados de lo que se ha creído hasta ahora.

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