Javier Cercas: «El Papa está en guerra consigo mismo, ha peleado a muerte por ser mejor»

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Javier Cercas: «El Papa está en guerra consigo mismo, ha peleado a muerte por ser mejor»

El 21 de mayo de 2023, un hombre viajó del Vaticano a Turín para hacerle a Javier Cercas (Ibahernando, 1962) una oferta que no podía rechazar. Se presentó como Lorenzo Fazzini, responsable de la editorial de la Santa Sede, y no tardó en decirle que el Papa Francisco iba a viajar a Mongolia a finales de agosto y que en su entorno habían pensado que tal vez él podría escribir un libro sobre el viaje, sobre el Papa, sobre la Iglesia, sobre el Vaticano mismo o sobre lo que él quisiera. Ellos le darían todas las facilidades. Cercas solo puso una condición: tener unos minutos a solas con el Papa para preguntarle si su madre iba a volver a ver a su padre cuando se muriera, para preguntarle, vaya, por la resurrección de la carne y la vida eterna. «Genial, por eso no se lo pregunta nadie», le dijo días después su amigo Aldo Cazzullo, periodista estrella del ‘Corriere della Sera’.De aquel encuentro con Fazzini salió ‘El loco de Dios en el fin del mundo’ (Random House), una novela sin ficción en la que Cercas vuelve a su literatura híbrida para retratar al Papa Francisco, a la Iglesia y a él mismo. —Ha vuelto a hacer un libro raro. —Yo lo llamo novela sin ficción, pero tú puedes llamarle como quieras. En parte es una crónica, en parte es un ensayo, en parte es una biografía y en parte es una autobiografía. ¿Y el resultado de todo eso cuál es? Pues un libro híbrido, mestizo. Y el género mestizo, por definición, es la novela. Es el género capaz de integrar todos los demás géneros y de trascenderlos. Limitar la novela a la ficción me parece muy pobre. La novela puede ser muchas otras cosas. —Hay varias fotos del día en que usted conoció al Papa. En una él está riéndose. —Es una foto muy misteriosa. No me acuerdo de eso. No recuerdo qué le estaba diciendo.—Francisco desmonta aquella máxima de Cioran: «Toda religión es una cruzada contra el humor». Él es un Papa que ríe mucho…—Y es un Papa que reivindica el humor. Esto es muy importante. Un amigo íntimo del Papa me contó que él dijo que lo más próximo a la gracia es el sentido del humor. Para el Papa, lo más próximo a la gracia es eso, es reírse. Es una cosa increíble. Esto choca con la visión triste, seria, tétrica del cristianismo, que es falsa. Aunque es verdad que Cristo nunca se ríe. (…) El humor es absolutamente fundamental en la vida y en la novela. El humor es lo más serio del mundo. Esto nos lo enseñó Cervantes, lo que pasa es que se nos ha olvidado. «Limitar la novela a la ficción me parece muy pobre. La novela puede ser muchas otras cosas»—El libro también es un elogio de esa locura quijotesca que mueve a algunos creyentes.—El Papa Francisco es el primero en muchas cosas. Es el primer Papa jesuita, es el primer Papa latinoamericano, y también es el primer Papa que elige el nombre de Francisco, como Francisco de Asís. Y Francisco de Asís se llamaba a sí mismo ‘Il folle di Dio’, el loco de Dios. Así que el Papa es el loco de Dios por antonomasia. Mi idea, y la del Papa, es que para ser cristiano de verdad o para ser católico de verdad hay que estar un poco loco. Para empezar, hay que creer en la resurrección de la carne y la vida eterna. Si no crees eso, no eres católico: eso lo dice San Pablo… Si lo piensas en serio, hay que estar un poco loco para creer en eso. Y para hacer lo que hacen los misioneros hay que estar un poco loco. Este libro trata del loco sin Dios que va a buscar al loco de Dios. —El Papa quiso ser misionero, pero no pudo por problemas de salud.—Si Francisco tiene un cristiano ideal, ese es el misionero. Es más: él cree que todo cristiano tiene que ser un misionero. Es decir: gente entregada realmente a lo que hace, que va a buscar a los otros.—Le cito la primera frase del libro: «Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante, un racionalista contumaz, un impío riguroso».—Pero yo soy católico de educación, de familia, de todo. Como dice Benedetto Croce, el filósofo italiano, ‘non possiamo non dirci cristiani’ [no podemos no llamarnos cristianos]. En Europa todos somos cristianos, venimos de ahí: de Jesucristo y de Sócrates, de Jerusalén y de Atenas. (…) Yo era anticlerical y ahora lo soy más todavía, después de haber conocido a Francisco y la Iglesia de Francisco. Porque el Papa Francisco es anticlerical, es algo clave en su papado. ¿Y qué es el clericalismo? Esa idea de que el sacerdote está por encima de los fieles. Esa idea, dice Francisco, es el cáncer de la Iglesia. El sacerdote no puede estar por encima de los fieles. Hay una imagen que usa el propio Francisco: el sacerdote tiene que estar delante de los fieles, para guiar; tiene que estar en medio, porque forma parte del rebaño; y tiene que estar detrás para recoger a los que no pueden seguir. Pero jamás encima. Eso es catastrófico. De ahí surgen todos los males, incluidos los abusos sexuales.—¿Hasta qué punto su papado ha cambiado las cosas en la iglesia?—Este Papa no ha cambiado los dogmas, claro, pero sí ha cambiado muchas cosas profundamente. El retorno a la austeridad, por ejemplo, o la idea de una Iglesia universal. La limpieza del Banco del Vaticano ha sido brutal, en el buen sentido de la palabra. Y ha atacado el tema de los abusos sexuales como ningún otro Papa. «Yo era anticlerical y ahora lo soy más todavía, después de haber conocido a Francisco y la Iglesia de Francisco»—¿Cómo ve el futuro de Francisco? —Francisco es un hombre de poder. Lo ha sido siempre. Es un hombre de autoridad y de poder, y por eso lo eligieron. Él tenía un proyecto para la Iglesia y lo ha aplicado hasta donde ha podido. Ha visto que había lugares a donde no podía ir, porque ha escuchado a la Iglesia con mucha atención. Ahora oigo mucho decir que en vista de que el mundo está girando en una dirección más… ¿Conservadora? No creo que esa sea la palabra, porque Donald Trump no es conservador, ni Elon Musk es conservador. Pero en fin, dicen que en vista que el mundo está girando en un sentido que no parece el de Francisco, igual el próximo Papa va en ese mismo sentido. Yo creo que no va a ser tan fácil. —¿Por qué?—Ahora mismo, casi el ochenta por ciento de los cardenales que pueden votar al nuevo Papa los ha elegido a él. Él quiere que la Iglesia vaya en una dirección, también en el futuro. De hecho, los vaticanistas italianos están muy enfadados porque no saben muy bien a dónde van las cosas. Porque antes conocían a muchísimos cardenales. Conocían los equilibrios de poder, las operaciones que se llevaban a cabo. Ahora no, porque uno es de Mongolia, otro es de Papúa Nueva Guinea… El Papa tiene esta idea no italiana de la Curia y del Vaticano. —Le vuelvo a citar: «El secreto de Bergoglio es que no tiene ningún secreto; el secreto de Bergoglio es que es un hombre normal y corriente».—Creo que él es un hombre en lucha consigo mismo, y eso es lo que lo vuelve humano. Eso es lo que lo vuelve lo mejor que se puede decir de un Papa: un cristiano sentado en la silla de San Pedro, como dijo Hannah Arendt de Juan XXIII. Y yo creo que lo es. La idealización del Papa es absurda. Él mismo ha dicho que es una forma de agresión. Cuando tú idealizas a alguien, lo estás agrediendo. La papolatría es catastrófica, esa idea del Papa como un santo en vida, como una perfección. No, este hombre ha cometido muchos errores. Sigue cometiendo errores. Pero a diferencia de la inmensa mayoría de la gente, pide disculpas cuando cree que ha cometido un error. A veces de manera más clara, a veces de manera menos clara. Es una cosa muy rara, porque los Papas no pedían disculpas. Pero él sí pide disculpas. Y es un hombre en guerra consigo mismo. —…—Él es hombre con muchas más dobleces de las que aparenta. Ha sido muchas personas a lo largo de su vida. Pero el mérito realmente que tiene este es haber peleado para ser el mejor que podía ser. Esto es lo mejor que podemos hacer. Cualquiera: seas católico o no seas católico. Y este hombre ha peleado a muerte, no tengo la más mínima duda. «La idealización del Papa es absurda, él mismo dice que es una agresión. Este es un Papa que comete errores y pide perdón»—Por cierto: ¿tiene envidia de la gente que tiene fe? —Siempre la he sentido. ¿Cómo no voy a envidiar a mi madre? Y ahora más, claro. ¿Quién no lo tiene? Los locos de Dios tienen un superpoder, que es una marcha más que nosotros, una fuerza. Y tienen la certeza de que aquí no se acaba todo. De que no es que esta vida sea poco y la otra sea mucho: es que esta vida es la bomba y la que viene es mucho más todavía. ¿Quién no va a tener envidia de eso? Pero eso es un salto que yo no soy capaz de dar. La fe no es algo voluntario: la tienes o no la tienes. Yo tuve ese don, me lo dieron mis padres, pero una vez que se pierde no sé cómo se recupera. Y no me voy a poner a fingir. Así que la envidia no arregla nada. Noticia Relacionada Nuevo sillón ‘R’ en la RAE estandar Si Javier Cercas: «Las palabras pueden incendiar un país» Bruno Pardo Porto—Ha perseguido al loco de Dios hasta el fin del mundo para escribir sobre él. ¿Hasta dónde iría para escribir sobre el loco del diablo, sobre un asesino?—Todo depende de cómo lo hagas. La cuestión no es el tema, la cuestión es la forma. La literatura es forma. En la literatura, la forma es el fondo. Eso es lo que puedo decir [sobre la polémica de ‘El odio’, el libro de Luisgé Martín sobre José Bretón]. Con el mejor tema del mundo puedes escribir la peor novela del mundo. No existen temas buenos y temas malos. No existen temas prohibidos y temas no prohibidos.

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