«Feliz domingo a todos», ha dicho el Papa Francisco con voz muy débil. «Muchas gracias». La oficina de prensa del Vaticano había prevenido de que el ángelus del Papa a mediodía tendría lugar en una modalidad diferente a la de las últimas semanas, pero nada hacía sospechar que el Papa Francisco bajaría personalmente a la plaza de San Pedro para celebrar el Jubileo de los Enfermos.Cuando el arzobispo Rino Fisichella estaba a punto de dar la bendición para concluir la misa, el Papa Francisco ha salido en silla de ruedas, acompañado por el comandante general de la Guardia Suiza, un gendarme y uno de sus secretarios.El Papa tenía las cánulas nasales y no podía mover los brazos con normalidad, pero sonreía y ha bendecido hacia la plaza durante los diez minutos que ha estado al abierto. Después de dos semanas dentro de una burbuja en el segundo piso de Casa Santa Marta, sin recibir a nadie ni mantener reuniones, a interrumpido su personal «confinamiento», para celebrar a unas veinte mil personas, la mayoría enfermos y sanitarios. «La enfermedad es una de las pruebas más difíciles y duras de la vida, en la que percibimos nuestra fragilidad, pero Dios no nos deja solos», había escrito en la homilía para los participantes, leída unos minutos antes por Fisichella. Noticia Relacionada estandar No El Papa mejora al hablar y ya puede trabajar «sentado en el escritorio» Carmen Álvarez Cuadrado [NOTICIA EN AMPLIACIÓN
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