Del «¡hagan juego!» al «¡hagan cola!»: las lecciones del crack del 29

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Del «¡hagan juego!» al «¡hagan cola!»: las lecciones del crack del 29

« Por la brecha de Wall Street se desangra la nación más robusta y adiposa de mundo. ¡El crack! ¡El crack! ». El 31 de octubre de 1929 , ABC recogía el pánico desatado por el dramático e inesperado hundimiento de la Bolsa de Nueva York que daría paso a la Gran Depresión. Entre septiembre de 1929 y junio de 1932, los mercados bursátiles perdieron un 85% de su valor en un proceso que destruyó los ahorros de millones de estadounidenses. Y el comercio internacional se derrumbó otro 65% en el mismo periodo.El 24 de octubre se sufrió la caída inicial. Aquel «jueves negro», cientos de personas se congregaron en los alrededores de Wall Street, temerosos de perder sus ahorros, pero fue con el catastrófico derrumbe del «lunes negro» y el «martes negro» siguientes cuando el terror se apoderó de Estados Unidos. Miles de personas «corrían en masa para contener la riada de oro , para taponar esa vena que se había roto en el poderoso organismo», contaba este diario, que unos días después le dedicó la portada a «Nueva York, el pánico en Wall Street». Los felices años 20 se habían estrellado en un trauma que se llevó por delante empresas y empleos de forma casi irrefrenable. Las durísimas sanciones impuestas a Alemania se emplearon en devolver los préstamos librados por banqueros estadounidenses y estos «encontraron una vía todavía más lucrativa: préstamos para financiar la compra de acciones », recordaba Alfonso Armada en el 75 aniversario de la debacle . En el verano de 1929, Wall Street y sus millones de clientes estaban completamente alejados de la realidad económica del país. «El abismo entre el crecimiento real del Producto Nacional Bruto (59% en los años veinte) contrastaba con la temperatura del índice Dow Jones (400%)», escribió el entonces corresponsal de ABC.De las vacas gordas a las flacasEl historiador británico Felipe Fernández Armesto contó en 2008 cómo «a partir de 1922, tras la reorganización económica que siguió al final de la Primera Guerra Mundial, las industrias de Estados Unidos tuvieron ‘siete años de vacas gordas’, que en un sentido nada metafórico, alimentaron sus granjeros». Tras el conflicto bélico, la agricultura sufrió las consecuencias de alta producción y precios bajos y otros sectores se nutrieron otorgando crédito, lo que llevó a la inflación.Desempleados afectados por el ‘Crack’ de 1929 hacen fila delante de la Biblioteca del Congreso en Washington ABCEn cinco años, la producción anual por obrero industrial aumentó un asombroso 3,5% y los salarios subieron menos del 2,5% anual, recordaba Fernández Armesto. Los automóviles se convirtieron en productos de consumo en masa y las tres grandes empresas (Ford, Chysler y General Motors) expulsaron del mercado a los competidores de mediana importancia. La industria de la construcción alzó «torres hasta el sol», que decía la canción de Yip Harburg y las cadenas de grandes almacenes dominaron el sector de ventas al por menor. « La costumbre de invertir en acciones se extendió a todos los grupos de la sociedad , mientras que, paradójicamente, la riqueza y el poder económico se concentraron más que nunca en manos de los magnates industriales y financieros», relataba el historiador. «Unos cuantos colosos, que controlaban las acciones preferenciales o que manipulaban a los accionistas con derecho de voto, presidían ‘pirámides’ de millones de accionistas». Al multiplicarse los ‘holdings’ y subir hasta el infinito el valor de las acciones, parecía que cualquier estadounidense podía hacerse rico invirtiendo sus pequeños ahorros .«El mercado estaba caliente hasta la incandescencia, mientras que los superricos alimentaban las llamas con beneficios de papel», anotó Fernández-Armesto. En 1929, 282 millones de acciones cambiaron de mano en Wall Street y en 1929 la cifra ascendió a 1.824 millones. Los precios también se doblaron.El presidente Hoover advirtió en 1926 que la fiebre de especulación solo podía llevar a una superdepresión y uno de los periódicos más respetados de Wall Street alertó a principios de 1929 que la fiebre bursátil era una «amenaza para toda la comunidad». Pero solo unos pocos reaccionaron. Entre el 24 de octubre y el 13 de noviembre de 1929, el valor total de las acciones se desplomó en 30.000 millones de dólares , «cifra casi equivalente al coste de toda la participación estadounidense en la guerra mundial», reseñaba el historiador. Y cuando el 30 de marzo de 1930 se produjo un nuevo colapso, la economía estadounidense entró en una recesión que saltó el Atlántico y provocó quiebras bancarias europeas a partir de 1931.Suicidios realesUn colega de Samuel Insull , «el rey de la electricidad», fue uno de los primeros en suicidarse. La contralto Augusta Kenska se arrojó a las ruedas de un tranvía porque la ópera financiada por Insull iba a cerrar y el propio Insull afirmó haber intentado suicidarse tres veces. James J. Riordan , presidente de la County Trust Company de Nueva York, lo logró, matándose de un tiro. Noticias relacionadas estandar No Von der Leyen ofrece «aranceles 0» para bienes industriales África Albalá estandar No Pánico bursátil en Europa: el Ibex se hunde por debajo de los 12.000 puntos Xavier VilaltellaFernández-Armesto subrayó que una segunda fase de los efectos psicológicos afectó a la sociedad occidental entera a ambos lados del Atlántico. « Desconfiados y miedosos, los electorados abandonaron la libertad y confiaron en autoritarismos . Un mundo que había cabalgado sin bridas ni estribos se sometió al freno del ‘hombre a caballo’. Hasta en las economías más liberales de los países más demócratas se optó por el orden en lugar de la libertad».

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