‘No guardar nada’, de James Salter: fondo de cajón

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‘No guardar nada’, de James Salter: fondo de cajón

Se lo reconoce y casi confiesa ya desde el título al que no redime del todo el injerto de ese subtítulo donde se nos seduce con un ‘Las pasiones literarias de James Salter ‘ y una foto en portada de galán ‘vintage’ que, además, escribe. Y el asunto aún queda más esclarecido en el honesto y sentido prefacio de su viuda. Y, sí, entonces: fondo de cajón, calcetín perdido desde hace tiempo que súbitamente aparece, amorosas postales sueltas dentro de un libro que bien puede ser del mismo Salter. Planeador y piloto de una inmensa obra pequeña en la que abundan las obras maestras (‘Juego y distracción’, ‘Años luz’, la muy extraña a la vez que clásica —y de título complementario a este rejunte— que es ‘Todo lo que hay’, las memorias de ‘Quemar los días’, y un puñado de cuentos de una delicada contundencia). ENSAYO ‘No guardar nada’ Autor James Salter Editorial Salamandra Año 2025 Páginas 318 Precio 22 euros 4Ese autor (New Jersey, 1925-2015) que, según Richard Ford, fue creador de las mejores oraciones de la literatura norteamericana; según John Irving, el dueño de una vida que todos querríamos para nosotros; según Susan Sontag aquel por cuyos libros esperaba siempre impaciente; y, salvando las distancias y según yo, el eslabón perdido entre la epifanía luminosa y por siempre verde de Fitzgerald y el coraje como esa gracia que sólo se alcanza bajo la presión de un duelo inminente en el primer y celestial y coreano campo de batalla o en un lecho en el que agoniza un amor que jamás será el último. Ahora, de nuevo —tras el tránsito de esa otra recopilación turística que fue ‘En otros lugares ‘ o el compendio/recetario amistoso-gastronómico de ‘Life Is Meals’ o las conferencias de ‘El arte de la ficción’— llega lo que, seguramente sea el último vuelo y avistamiento de nuestro piloto de combate favorito. También, aquí, testimonio de una época del periodismo en que una revista como ‘People’ se daba el lujo y permitía el capricho de enviar a un ‘free-lancer’ a entrevistar a París o Montreaux a nadie más y nadie menos que Graham Greene (quien alaba a Vonnegut y descarta a Roth).O a Vladimir Nabokov ( una de las mejores piezas aquí incluidas y donde cuela la observación de que «los novelistas, como los dictadores, tienen largos reinados»); abundaban los sitios donde colar un sentido y preciso perfil frontal de Isáak Babel (a quien consideraba su maestro entre maestros); se podía mirar de reojo a Bill Clinton ; redactar un réquiem por Frank ‘Stop-Time’ Conroy; o rememorar su formación en West Point o sus ascensos y descensos con sogas y esquíes siempre acompañado por la súbita visión de una hembra hermosa y dispuesta o — bordeando una cierta hombría hoy cuestionable— de la que disponer. Lo que prevalece en Salter es la firmeza de una vocación sin turbulenciasY toda una filosofía privada , claro: «Hay algo llamado vida auténtica que no puedo describir y que tal vez varía según la perspectiva y la situación desde las que se observa. En un momento dado es un viaje, en otro una mujer en particular, en otro una casa en algún lugar con unas vistas que adoraremos hasta la muerte. Es una vida apartada del dinero y al margen de la ambición, una vida vivida de un modo u otro para la belleza. No dura indefinidamente, pero los supervivientes no suelen ser más pobres por ello». Pero por encima de todos lugar y tiempo y circunstancia —una época en la que abunda lo encandilador y el jugueteo y el entretenimiento— lo que prevalece en Salter es la firmeza de una vocación sin turbulencias: «Lo maravilloso es la literatura, que es como el mar y la euforia de estar cerca de él, ya seas un buen nadador o estés caminando por la orilla. El acto de escribir, aunque a menudo es tedioso, puede proporcionar un goce extraordinario. A mí me llega frase tras frase a través de la pluma, que es con lo que me gusta escribir, y la página en la que están escritas las frases, las páginas, pueden ser lo más valioso que poseeré jamás». Y entre esas páginas escritas, también estas. Así —tan valioso—lo que resta de Salter siempre acaba sumando.

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