Pedro Mir, la última gran mentira de la burguesía catalana

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Pedro Mir, la última gran mentira de la burguesía catalana

El supuesto gran empresario y mecenas de Cataluña, Pedro Mir, encumbrado por la vieja CiU y por el establishment sobre todo catalán pero también del Estado, fue según el empresario Javier de la Rosa , un evasor fiscal y mujeriego, amigo de dictadores como el paraguayo Stroessner. Su amigo y socio Àngel Surroca fue quien convirtió su empresa, Derivados Forestales, pero Mir lo traicionó en la últimos años etapa de su vida, malvendiendo a trozos el imperio para tener dinero y poder comprar reconocimiento social. Verano de 1979. Afirma De la Rosa: «Hacía tiempo que la policía de delitos monetarios seguía a Evaristo Segur , especialista en sacar el dinero de sus amigos de España, y aquella noche de verano de 1979 lo vieron salir de casa Pedro Mir. El chófer de Mir había depositado 400 millones de pesetas en maletas negras en el coche de Segur, que al cabo de pocos minutos de llegar a casa recibió la visita de los agentes».Segur era un tipo exagerado, histriónico, teatral, que había comprado a la Orden de San Marino el título de conde -como también había hecho el empresario José María Ruiz Mateos, marqués de Olivara – y recibió a los agentes con su batín de seda floreado en un salón en el que tenía fotos con grandes personalidades de la época, algunas reales, y otras en las que él no aparecía pero que estaban dedicadas y que también las había comprado como su título nobiliario en Italia. Procedía del textil y se dedicaba al transporte de divisas.Los policías tenían la orden de detenerlo y llevarlo a los calabozos que en la plaza Cataluña tenía el Banco de España para que pasara al día siguiente a disposición judicial . Pero el conde de Segur, con su gran labia y el impresionante despliegue condecoraciones y medallas -todas compradas- que tenía en su salón, consiguió convencer a los agentes de que era una persona muy importante, que no eran horas de llevarle a ninguna parte, y que ya él por su cuenta acudiría al día siguiente a la hora que le dijeran a contestar las preguntas del juez.Cuando los agentes se marcharon, Segur improvisó un brevísimo equipaje y no paró de conducir hasta Ginebra . A la mañana siguiente, al enterarse Pedro Mir de que la Policía le seguía los pasos, llamó a su amigo Javier de la Rosa para que le ayudara a pactar con el Banco de España pero tenía tanto miedo de ser detenido que inmediatamente partió hacia Suiza para reunirse con Segur. Para justificar su marcha de España, el empresario dijo haber recibido chantajes y amenazas de los Grapo . Pero según el retrato que hace de él De la Rosa, y que comparten otros empresarios que de verdad lo conocieron y han preferido permanecer en el anonimato, «las dos grandes obsesiones que marcaron la vida de Pedro Mir (Barcelona, 1917) fueron las mujeres y no pagar impuestos en España». Y De la Rosa, que lo sabía, contactó con el abogado Sabata, el único que entonces había en Barcelona dedicado a los delitos monetarios, y alojó a sus amigos en la suite del Hotel President de Ginebra, porque aunque no era el mejor de la ciudad, era el que proveía la más boyante compañía femenina. El abogado Sabata hizo su trabajo y De la Rosa viajó a Ginebra para comunicar las buenas noticias. Mir y Segur le recibieron en la suite, mientras daban despacho a unos espaguetis boloñesa en camiseta y calzoncillos y llorando de alegría. El pacto consistía en evitar la cárcel y en una cifra -modesta- que debían pagar como multa; a cambio, la Policía se comprometía a no perseguirlos cuando regresaran a España para ir a declarar ante el juez y sellar el acuerdo. En junio de 1980, ya de regreso en España, mientras esperaba en los juzgados para esta declaración, Mir conoció por casualidad a un tal Manolo con el que empezó a hablar y fue el principio de una larga amistad. Manolo resultó ser Manuel González Llamas, que iba a casarse con la hija del general Alfredo Stroessner , dictador de Paraguay entre 1954 y 1989. El futuro yerno invitó a sus recientes amigos Pedro Mir y Javier de la Rosa a visitar Paraguay y conocer al general, que enseguida se interesó por ellos y les propuso abrir un banco entre los tres. El general necesitaba blanquear su dinero y ganar más. A Javier de la Rosa le parecía bien el negocio para la expansión del banco que dirigía, y Pedro Mir estaba sobre todo interesado en estrechar las relaciones con el mandatario para que le concediera un pasaporte diplomático con el que poder viajar por Europa sin problemas y tener además un estatus especial en Ginebra. Stroessner, agradecido por la creación de lo que se acabó llamando Banco Comercial Paraguayo, complació al empresario y mecenas catalán otorgándole el título de Embajador de Paraguay ante las Naciones Unidas en Ginebra.Al haber confiado ciegamente en su amigo Àngel Surroca la gestión y desarrollo de Derivados Forestales, Mir tenía tiempo en Paraguay para dedicar a otros negocios que le propuso el dictador, y a propósito de uno de ellos hizo el conocimiento más inquietante de su vida. Stroessner le pidió que comprara una parcela de una finca y al ir a visitarla para cerrar la operación, había un abuelo sentado en una cómoda en el jardín. Stroessner le dijo: «Don Pedro, salude al doctor». «¿Qué doctor?», preguntó Mir mientras le estrechaba la mano. «El doctor Mengele», respondió el general, conocido por haber escondido a algunos de los más importantes jerarcas nazis en su país. Cuando tras 24 años en el extranjero Pedro Mir decide volver de un modo estable a Barcelona a principios de 2002, se da cuenta de que su amigo Àngel Surroca había convertido su pequeño negocio industrial (7 millones de pesetas de facturación y unos beneficios que no llegaban a 300.000 pesetas) en un holding que facturaba 35.000 millones de pesetas con un beneficio neto 3.500 millones, el equivalente hoy de 19 millones de euros, pero teniendo en cuenta que entonces era mucho más dinero.Una vez instalado en Barcelona, y sin hijos, y para satisfacer «su insaciable vanidad» -explica De la Rosa «se acerca aún más a los protagonistas políticos y económicos de aquellos tiempos. Entre ellos, el rey Juan Carlos (que usaba regularmente el camarote principal de su barco Danae), el exconsejero de Economía de Pujol; o Macià Alavedra , que le introduce en la alta sociedad catalana, en la que ya conocía a Juan Corominas, entonces presidente del Banco Sabadell».Para convertirse en un referente de la vida social catalana y española, empezó a vender a trozos, a través del Banco Sabadell, la empresa que con tanta dedicación y esfuerzo Àngel Surroca había levantado durante su ausencia. Contra la expresa voluntad de su amigo y socio, a quien trató de calmar prometiéndole el 50% de la empresa, fue desmembrando y malvendiendo Derivados Forestales para donar pequeñas cantidades a cambio de la complicidad de la administración para sacar el grueso de dinero de España, o más exactamente, del control de la Hacienda española. Es lo que relata el propio Surroca en su extenso libro «De la fusta a la fusta». En este sentido, logró en 2015, bajo la presidencia de Artur Mas, un acuerdo con la Generalitat para colocar los resultados líquidos de la venta de Derivados Forestales y otro bienes menores en la base luxemburguesa de su fundación Cellex -posteriormente denominada Pinar- a cambio de un mecenazgo, muy exhibido en los medios de comunicación, consistente en donaciones por un total de 50 o 60 millones de euros a proyectos innovadores de medicina y ciencia en Cataluña. A cambio, el importe evadido fue de unos 600 millones de euros, descontando lo que hizo falta para que la Generalitat aceptara el movimiento, que tras su salida de Luxemburgo desaparecieron hacia Panamá a través de una maraña de transferencias.Javier de la Rosa y Surroca coinciden en que personajes como el mencionado Juan Corominas -entonces presidente del Banco Sabadell-; el abogado José F. Capellades , domiciliado en Andorra y famoso entre los ricos de aquella época por los trapicheos entre el Principado y Andorra ; Jorge Sagarra, contable, y el prestigioso oncólogo José Tabernero -estos dos últimos detenidos esta semana al practicarse un registro en sus domicilios- se fueron entrometiendo en la vida y el patrimonio de Pedro Mir, con el resultado final de que pese a lo prometido, Àngel Surroca se quedó sin nada cuando Pedro Mir falleció en abril de 2017.También Josep Oliu, actual presidente del Banco Sabadell , jugó según lo detallado por Surroca en su libro «un papel especialmente turbio en la liquidación de Derivados Forestales: en 2002 y por 81,6 millones de euros entró en el grupo con el 45% de las acciones; en 2006 el Sabadell vendió la totalidad de la compañía de Derivados -su parte, y la que conservaba Pedro Mir- a Ercros, una empresa entonces arruinada, por 240 millones de euros. Era la primera vez que el pez pequeño se comía al grande. Oliu pudo afrontar algunos de los créditos que su banco tenía». Según De la Rosa, «es cierto que Pedro Mir fue muy amigo de Juan Corominas. Él le convenció de que llevara su dinero en Suiza a la sucursal y Oliu ‘heredó’ ser el consejero de Derivados Forestales al comprar el Banco de Sabadell el 45%. Luego, el mismo Oliu ‘ideó’ la operación de compra del 100% que hizo Ercros.Y fue él quien controló con Segarra económicamente la Fundación.Es la historia de siempre en Cataluña. El trabajo empresarial basado en el esfuerzo, la visión y el mérito, tantas veces exaltado por el nacionalismo , apenas tiene reconocimiento; en cambio, los vanidosos y petulantes que agasajan al poder con jugosas transacciones gozan de apoyo institucional y prestigio social sin haber creado nada más que la típica e insondable mentira catalana.

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