A Tadej Pogacar se le queda el cuerpo de piedra cuando a ocho kilómetros de la meta de la Amstel Gold Race, por primera vez en muchos años, tiene que volver la vista atrás y mirar a su espalda. Va a ser capturado. Lo atrapa otro fenómeno, Remco Evenepoel, quien lleva a sus hombros al danés Skjelmose como adherido con pegamento. Cuesta recordar un ataque de Pogacar que es neutralizado. Lo consigue el coraje de Evenepoel, pura ambición y talento, que dirige al trío hacia la meta con el ánimo crecido. Pero también se lleva chasco. Skjelmose, buen ciclista que venía casi de invitado, se impone a los dos colosos en un sprint de ‘foto-finish’.Pogacar ha sellado cuarenta victorias de las 93 que acumula lanzándose en solitario hacia lo imposible. Desde los 100 kilómetros que parecían locura en el último Mundial de Zúrich, a los 81 kilómetros en la Strade Bianche, o los 38 de la Clásica de Jaén. Cuarenta veces se escapó el genio esloveno y en meta lo vieron sus rivales, sin otra opción que la resignación y el aplauso hacia el deportista superior. Es el signo de la superioridad que ha impuesto el tres veces ganador del Tour : el ataque lejano, la soledad del campeón.Noticias relacionadas estandar Si Los patrocinios que ponen en peligro los aranceles de Trump josé carlos carabias estandar Si Hacia un ciclismo con entradas de pago José Carlos CarabiasTambién en el Limburgo neerlandés, Pogacar se apresta a aplicar la receta. No está Van der Poel, su rival más enconado y talentoso. A 47 kilómetros del final ataca un campeón del mundo, antiguo galáctico que se va difuminando. Es Julian Alaphilippe, sin miedo al gigante de Eslovenia.Pogacar se suelda a la rueda del francés sin levantarse del sillín, el codo en la ventanilla, ligero mientras Alaphilippe resopla. Está la carrera en el Gulperberg, una de las 30 cimas de la Amstel, una carrera que parece una sierra en el perfil.En la siguiente subida se marcha Pogacar sin mayor esfuerzo. Alaphilippe está, como casi todos, en otra división. Otra carrera sentenciada, se acabó la emoción.En ese suspiro de resignación, un campeón se niega a claudicar. Remco Evenepoel, que regresó con victoria el viernes de un parón de cinco meses, fustiga la persecución. Acelera dos, tres veces, hasta que se suelta del grupo y mira hacia Pogacar.Por el camino recoge a Skjelmose, a quien nadie había prestado atención. La pareja hace fuerza. Se entienden en los relevos. No dejan que la diferencia de Pogacar supere el medio minuto. El esloveno aumenta su renta en las subidas, Remco Evenepoel recorta en el terreno llano.La potencia y la determinación de Remco hacen mella. Baja la diferencia, pero aún parece invencible Pogacar. Hasta que, después de escalar el Bemelerberg, mira hacia atrás. Evenepoel está a diez segundos y el esloveno levanta el pie. Esta vez le han capturado.Se juntan dos palmarés alucinantes, propietarios los colosos de casi todas los premios del ciclismo, Tour de Francia, Giro de Italia, Vuelta a España, Lieja, Flandes, campeones del mundo…La carrera debe resolverse en el Cauberg, el último muro antes de la recta de meta de un kilómetro. Evenepoel conduce, pero no ataca confiado en su velocidad. Pogacar ha acusado el golpe y tampoco lo intenta. Skjelmose no se atreve ante dos fenómenos de compañía. El sprint es una oda a la emoción, lo lanza Remco, lo remonta Pogacar, pero más a la izquierda asoma entusiasmado Skjelmose, que logra el triunfo de su vida. Una ‘foto finish’ para colgar en el salón de su casa.

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