No es país para iconoclastas. Tampoco lo es para ideólogos de la trascendencia. Para ambos España es sinónimo de decepción. Porque quienes sacan a la calle imágenes y pasos no son los clérigos y las monjas sino un pueblo lleno de fervor. 29 millones según ABC. No hay dogmatismo posible. Es semana de Pascua. En las calles de España han cesado ya los pasos. Y… ¿renace la esperanza? ¿la resistencia íntima de cada compatriota? Porque eso es precisamente la resistencia. Una forma de esperanza. Un modo de oponerse a la actualidad, a la que toca porque sí. Y es resistencia, no porque sea reaccionaria sino porque planta cara a las fuerzas dogmáticas. Pero lo hace sin violencia, desde dentro y por aclamación popular. Porque resistir es una forma de existir. Y esto es precisamente lo que desconcierta a los maestros de la suspicacia. Son los mismos que con aire de especialistas modernos juzgan de «interesante» lo vivido estos días por las arterias de cada pueblo, de cada ciudad, de cada barrio. Los «modernos» se frotaban las manos. Al menos hasta esta semana. Y lo hacían porque por cada fiesta cristiana hacía su aparición su antihéroe pagano. Así, a los belenes de Navidad le plantan cara los abetos de luz multicolor. También, brujas y calabazas hacían lo propio con la festividad de Difuntos y de Todos los Santos. ¿Y con la Muerte y Resurrección de Cristo? ¿Quién acaso osa plantar cara a la fiesta más importante de los cristianos? De momento nadie. Nada. Silencio. Íñigo Zaldívar. MadridAutodestrucciónLa imagen corporal es un actor influyente en la motivación inicial de jóvenes adolescentes a practicar una relación tóxica con el ejercicio y las dietas. Actualmente, en los medios de comunicación podemos leer artículos en los que se indica un aumento de los casos de bulimia y anorexia entre los menores de 12 años los cuales empiezan a autoexigirse rutinas y restringirse alimentos con el objetivo de llevar «una vida sana» hasta alcanzar una preocupación extrema por el peso. Tras una experiencia vivida en primera persona, tanto como protagonista, en el que mis objetivos eran alcanzar un cuerpo ideal y poder lucir una talla perfecta, como espectadora, al ver a mis propias amigas sufrir lo mismo que yo hasta el punto de perder el control. Pasan los años, y veo como siguen aumentando los casos de adolescentes que buscan una belleza impulsada por la sociedad a través de mecanismos modernos, como modas o redes sociales que, en muchos casos, describen una imagen equivocada de lo que es un cuerpo y una mente «saludables» llevando a convertir el ejercicio y la alimentación equilibrada en sus propios instrumentos de autodestrucción.Nerea López Andreu. Madrid

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