Desde que era niño, Jorge Mario Bergoglio ha adorado a cientos de mujeres a las que ha seguido queriendo toda la vida. Se notaba en el modo en que, ya como Papa, seguía hablando de su abuela Rosa, de su profesora Stella, de la hermana Dolores, que le enseñó el catecismo o de las dos chicas con las que salió antes de tomar la decisión de hacerse sacerdote. Siempre recordaba con cariño a Esther Ballestrino de Careaga -la exilada comunista paraguaya que fue su primera jefa en el laboratorio de análisis clínicos-, a la juez Alicia Oliveira -a quien ayudó cuando su vida corría peligro durante la «guerra sucia»-, a la enfermera Cornelia Caraglio, -quien le salvó la vida ajustando la dosis de medicamento cuando él tenía 21 años y se consumía por una grave infección pulmonar-; y a tantas otras mujeres que se cruzaron en su vida.Ese aprecio le llevó a batirse para nombrar mujeres en altos cargos del Vaticano y darles voto en el sínodo, rompiendo «techos de cristal» de más de un milenio. Pero su principal logro a largo plazo ha sido abrir una vía teológica para que estas decisiones no sean excepciones a la regla. Repetía que «la Iglesia es madre», como era madre de familia María de Nazaret, «¡que era una laica!». Estableció la fiesta de María Magdalena y la de María Madre de la Iglesia. Y muchas veces insistió en que el acompañamiento espiritual es «un ministerio laical», de mujeres y de hombres.La vida del Papa Francisco, en imágenes«Mujeres que no se clericalicen»Francisco siempre quiso tener a mujeres en cargos de gobierno de la Iglesia, pero sin que se conviertan en imitaciones de sacerdotes. «Para la toma de decisiones en la Iglesia no es necesaria la ordenación sacerdotal», recordaba desde los primeros meses de Pontificado. Así dejó claro que no pensaba cambiar la exclusión del ministerio sacerdotal definida como definitiva por Juan Pablo II. En cambio, inició tres comisiones para que analizaran si recuperar el diaconado permanente femenino, igual que el Concilio Vaticano II restableció el diaconado permanente de los hombres casados, y para ampliar -incluyendo a mujeres- los ministerios de los laicos.Desde que en 2014 nombró varias profesionales de talla mundial para la Pontificia Comisión de Protección de Menores, Francisco fue estableciendo exponencialmente numerosos «primados»: Mary Melone, la primera rectora de una universidad pontificia; Barbara Jatta, la primera directora de los Museos Vaticanos; la viceportavoz Paloma García Ovejero, primera mujer que habló en nombre de un Papa, y su sucesora, la brasileña Cristiane Murray; o Nuria Calduch-Benages, la primera mujer a cargo de la Pontificia Comisión Bíblica.Muchas personas consternadas en la plaza San Pedro tras conocer la noticia. EPSus predecesores ya habían nombrado vicesecretarias (cargo equivalente al número 3 de departamento) para el Dicasterio de Vida Consagrada, pues la mayoría de órdenes y congregaciones son femeninas. Pero Francisco multiplicó la presencia de mujeres en cargos ejecutivos de la Curia como Linda Ghisoni y Gabriella Gambino para el departamento de Laicos Familia y Vida. Son mujeres casadas y con hijos, pues lo que la Iglesia necesita son laicas profesionales valiosas, como en tantos puestos de la vida civil. También la religiosa Alessandra Smerilli es la número dos del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. Se trata de cargos ejecutivos de los que dependen cuestiones de gobierno muy relevantes.El caso de Nathalie Becquart es aún más significativo, pues es la primera mujer que obtuvo derecho a voto en el sínodo de obispos, pues fue nombrada subsecretaria de la asamblea. Junto a ella, en octubre de 2023, otras 53 mujeres, tanto religiosas como laicas, intervinieron y votaron en esta asamblea al mismo nivel que los obispos y cardenales. Emilce Cuda es la número dos de la Comisión Pontificia para América Latina, que asesora al Papa en las líneas pastorales y nombramiento de obispos en esta región. También Francisco nombró por primera vez a tres mujeres, dos religiosas y una laica, en el comité responsable de seleccionar futuros obispos, un grupo hasta ahora reservado a eclesiásticos. Y de los siete miembros laicos del Consejo para la Economía, seis son mujeres.La gran novedad aportada por el Papa Francisco, y probablemente una de las decisiones que más impactarán en la Iglesia, fue nombrar en enero de 2025 a sor Simona Brambilla como «prefecto», o «número uno», del dicasterio para la vida consagrada. Mientras que hasta entonces había nombrado a mujeres sólo como número dos o para cargos técnicos, Brambilla, de 59 años, tiene la última palabra sobre cuestiones que afectan al medio millón de personas que forman parte de congregaciones y órdenes religiosas, por encima de cardenales. También por esas fechas Francisco anunció que nombraría a Raffaella Petrini, de 56 años, «gobernadora» del Estado Ciudad del Vaticano, y firmó desde el Hospital Gemelli el nombramiento en el que se le atribuye a partir del 1 de marzo de 2025 el poder ejecutivo en este pequeño país. Poniendo a mujeres con mando en el Vaticano, la idea de Francisco era que cunda el ejemplo y las haya también en cargos de responsabilidad de diócesis e instituciones de la Iglesia de todo el mundo. Para que la Iglesia tenga también rostro de mujer.

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