Con el fallecimiento del Papa Francisco, el Vaticano entra en «modo Sede Vacante», un periodo sumamente delicado para la Iglesia católica. Han cesado automáticamente todos los altos cargos del Vaticano y hasta que sea elegido el próximo Papa los «intereses temporales» de la Santa Sede están en manos del cardenal camarlengo, el estadounidense Kevin Farrell . Éste trabajará junto al anciano cardenal decano, Giovanni Battista Re, de 91 años, y el vicedecano Leonardo Sandri, de 81, para garantizar que dentro de un máximo de tres semanas pueda celebrarse el cónclave sin sobresaltos. Como Re y Sandri tienen más de 80 años, no podrán participar en la elección y corresponderá al cardenal Pietro Parolin presidir el cónclave. La ley que regula el particular periodo que acaba de comenzar es la constitución apostólica ‘Universi Dominici Gregis’ , promulgada por Juan Pablo II en 1996 para garantizar que la transición sea serena y nadie tenga dudas de quién manda hasta que haya un nuevo Papa. El pontífice polaco dejó atado en ella hasta el más mínimo detalle de las reuniones de cardenales, del funeral y del cónclave.La vida del Papa Francisco, en imágenesEl camarlengo, la figura centralLa figura central es el camarlengo, cargo que deriva del «kamerling», el ayudante de cámara de los reyes francos, que durante la sucesión monárquica se ocupaba de custodiar sus propiedades. En el caso del Vaticano, Kevin Farrell, de 77 años, tendrá un papel equivalente, pero sólo podrá tomar decisiones sobre cuestiones ordinarias y deberá hacerlo de acuerdo con un consejo de tres cardenales que van cambiando cada tres días. Las cuestiones improrrogables se reservarán para la reunión plenaria de cardenales, técnicamente llamada «congregación general», que se celebrará cada día. El camarlengo deberá ocuparse en primer lugar de los rituales previos a la apertura del velatorio del Papa, que comienza recibiendo el certificado de defunción firmado por los médicos. La ley dice que a continuación, deberá «comprobar oficialmente la muerte del pontífice en presencia del maestro de ceremonias litúrgicas pontificias (Diego Ravelli), de los prelados clérigos y del secretario y canciller de la Cámara apostólica, quien deberá extender el documento o acta auténtica de muerte ». Hasta el año 1939, según el protocolo entonces vigente, el camarlengo lo verificaba usando un pequeño martillo con el que golpeaba delicadamente la frente del pontífice difunto y se dirigía a él por su nombre de pila. Luego proclamaba en latín «Vere Papa mortuus est» ( «de veras el Papa ha fallecido» ). Juan Pablo II suprimió definitivamente ese rito, que llevaba en desuso desde hacía varios lutos papales. También Francisco modificó en julio de 2023 el ritual fúnebre para los pontífices, con la idea de simplificarlo.Las fotos del cadáverComo camarlengo, Kevin Farrell es el único que puede decidir quién, cuándo y dónde podrá fotografiar o tomar imágenes de vídeo de los restos del Papa. Hasta ahora, se exponían en un catafalco primero en la Sala Clementina del Palacio Apostólico para los colaboradores más cercanos al pontífice y sus familiares, y luego se trasladaban a la basílica de San Pedro. Sin embargo, Francisco ha dispuesto que el velatorio se haga ya con el cadáver en el ataúd.Farrell tiene la última palabra sobre «todo lo que concierne a la sepultura». Jorge Mario Bergoglio indicó que desea ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor y no en las Grutas Vaticanas, y desde septiembre de 2023 todo está listo en esa basílica ligada a España para recibir allí sus restos. Además, lo antes posible el camarlengo deberá también «sellar el estudio y la habitación del pontífice» en Casa Santa Marta. La idea es que el sucesor encuentre los documentos tal y como los dejó el Papa Francisco . En paralelo, el decano de los cardenales, el italiano Giovanni Battista Re, se está ya ocupando de informar y convocar en Roma a todos los cardenales. Los menores de 80 años están obligados a venir cuanto antes; los demás, están dispensados de esta obligación, pero la mayoría de ellos viajarán a Roma para los funerales y el pre-cónclave . También Re ha dado la noticia oficial a los embajadores acreditados ante la Santa Sede.Cesan todos los altos cargosCon el fallecimiento del Papa, automáticamente han cesado casi todos los jefes de dicasterios de la Curia vaticana, aunque en la práctica el próximo Pontífice los renovará provisionalmente mientras diseña su propio equipo . Los pocos que podrán seguir yendo a su oficina son el vicario de Roma Baldo Reina, pues atiende la vida espiritual de esta diócesis; el arcipreste de la basílica de San Pedro, Mauro Gambetti, que coordina la actividad en este templo; el penitenciario mayor, Angelo De Donatis, que se ocupa de resolver problemas de conciencia enviados por las diócesis y las indulgencias; y el limosnero papal, Konrad Krajewski, que ayuda a los necesitados. Tampoco cesan otros altos cargos como el sustituto de la Secretaría de Estado, Edgar Peña Parra, el ministro de exteriores, Paul Richard Gallagher, y los número dos de los dicasterios.Reuniones de cardenalesEn las próximas horas se convocará la primera de las reuniones plenarias de cardenales, que deberán tener hasta el inicio del cónclave. La decisión más urgente según la ley es «establecer el día, la hora y el modo en que el cadáver del difunto pontífice será trasladado a la basílica vaticana, para ser expuesto a la veneración de los fieles» y «disponer todo lo necesario para las exequias del difunto Pontífice», que no podrán ser ni antes de cuatro ni después de seis días. Asimismo, deben verificar que el camarlengo haya «anulado el anillo del pescador y el sello de plomo, con los cuales son enviadas las cartas apostólicas», para evitar falsificación de documentos oficiales . Más adelante deberán fijar la fecha del cónclave. Para consentir que lleguen a Roma los purpurados que viven lejos de la Ciudad Eterna, el cónclave empezará al menos 15 días después del fallecimiento del Papa , pero no más tarde de veinte. Benedicto XVI modificó la norma del cónclave, y autorizó a que el inicio se adelante si todos los cardenales con derecho a participar están ya en Roma y lo aprueban. Nadie, tampoco la plenaria de cardenales, puede tomar decisiones sobre cuestiones reservadas al próximo Papa, como cuestiones doctrinales, nombramientos o canonizaciones. Los purpurados tendrán que atenerse a resolver «asuntos ordinarios o inaplazables y a la preparación de todo lo necesario para la elección del nuevo pontífice». En ningún caso pueden cambiar las reglas del cónclave ni la legislación de la Sede Vacante .Tienen en sus manos el futuro de la Iglesia católica. Su principal responsabilidad es buscar un nuevo sucesor de Pedro, un hombre con suficiente talla espiritual y política para llevar el timón de la Iglesia en tiempos revueltos.

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