La democratización del turismo, un gran avance no exento de riesgos

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La democratización del turismo, un gran avance no exento de riesgos

Ni el tiempo, ni la incertidumbre generada por la guerra comercial, ni las subidas de precios, ni los vaivenes bursátiles están impidiendo que estos días una amplia mayoría de españoles hagamos la maleta y cojamos el tren, el coche, el autobús o el avión para escapar y tomarnos unos días de asueto. Pero no solo los españoles. Las previsiones del sector turístico vuelven a ser al alza. España se encamina a cerrar el año con un récord de 100 millones de turistas, y esta Semana Santa será un paso importante para conseguirlos.Sin duda es una buena noticia para nuestra economía, que pese a todos los esfuerzos, sigue siendo muy dependiente de los ingresos que genera el sector turístico. De hecho, la guerra arancelaria desatada por el presidente estadounidense Donald Trump abre una oportunidad para nuestro país, que se presta a acoger las desviaciones que las antipatías generadas por esa guerra contra todo y contra todos puede generar. en este incremento continuo de la llegada de visitantes juegan un papel fundamental los pisos turísticos, que permiten hospedarse en el centro de las ciudades a precios más asequibles que en hoteles y apartamentos, sobre todo si se trata de familias o grupos. Esta forma de viajar, junto a las aerolíneas ‘low cost’, que sin duda han permitido democratizar el turismo, y han llevado a que nuestros jóvenes con poco dinero puedan viajar por el mundo, con lo que eso supone de apertura de mente y de conocimiento de culturas y realidades distintas, tiene también sus contraindicaciones. La peor, sin duda, la masificación que se está empezando a producir y que puede llevar a una turismofobia, como la que hemos empezado a ver en algunas ciudades de nuestro país.Está claro que hay que conseguir un equilibrio entre no volver a convertir el turismo en un bien de lujo del que solo pueden beneficiarse unos pocos y el hacerlo compatible con que nuestras ciudades sigan siendo no solo habitables para sus ciudadanos, sino también acogedoras para nuestros visitantes. Ciudades, playas, monumentos abarrotados de gente no son precisamente la mejor carta de presentación de un destino turístico, y debemos protegerlos para que no acaben convirtiéndose en eso. En el extremo opuesto, acabar con los pisos turísticos por decreto y no autorizar ni uno solo, parece también excesivo. Entre otras cosas porque los mismos que braman contra este tipo de alojamiento son los que luego, a la hora de viajar, los utilizan porque son más asequibles y en muchos casos tienen una mejor ubicación que muchos hoteles. Y es cierto que en algunos lugares, como las Islas Baleares, estos pisos están acentuando todavía más el problema de la vivienda y sus altos precios, y por tanto, tiene lógica limitarlos, o al menos regularlos para que quienes los tengan lo solo cumplan sus obligaciones tributarias, sino también una serie de requisitos que hagan más fácil la convivencia con el resto de vecinos. Pero también lo es, que la oferta hotelera en muchas ocasiones se queda corta o es inasumible para muchos vecinos.En este entorno, y teniendo en cuenta que el turismo sigue siendo una gallina de los huevos de oro para nuestro país, y más en momento de fuerte incertidumbre en la geopolítica internacional, como el actual, deberíamos ser capaces de seguir incrementando los ingresos procedentes del turismo sin llegar a esa masificación que tanto daño puede hacer no solo a los ciudadanos, sino al propio sector.

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