La paradoja del filántropo-celebridad: cuando el rostro visible eclipsa a la causa

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La paradoja del filántropo-celebridad: cuando el rostro visible eclipsa a la causa

Hace unos días, el príncipe Harry renunció como patrón de Sentebale , la organización benéfica que había cofundado décadas atrás junto al príncipe Seeiso de Lesoto. El anuncio, acompañado de una declaración institucional cuidadosamente redactada, señalaba una «ruptura irreparable en la relación entre los administradores de la organización y su presidenta», Sophie Chandauka. El comunicado hablaba de «circunstancias insostenibles», pero fue la propia Chandauka quien aportó matices más crudos: acusó al duque de Sussex de «acoso e intimidación a gran escala», de haber intentado forzar su salida de la ONG mediante maniobras de presión, y de haber autorizado la difusión de información perjudicial sin su conocimiento.Noticia Relacionada estandar No El vídeo viral que implica a Meghan Markle en las acusaciones de «acoso» contra el Príncipe Harry A.B. Buendía Se recuperan unas imágenes en las que se ve a los duques de Sussex intentando desplazar a la presidenta de SetenbaleEl conflicto, además, se había agravado por interferencias operativas derivadas de los compromisos comerciales de Harry. Según trascendió, la filmación de un proyecto para Netflix había entrado en colisión directa con un evento de recaudación de fondos ya planificado, lo que generó fricciones logísticas. Pero esto, al parecer, fue sólo la gota que derramó el vaso. A ello se sumaron tensiones acumuladas con el equipo ejecutivo, que cuestionaba la falta de transparencia en torno a decisiones tomadas directamente desde Archewell, la otra fundación, más mediática, de los Sussex. El escándalo ha sido tal que la Charity Commission, el organismo regulador oficial de las organizaciones benéficas en Inglaterra y Gales, ha abierto una investigación para determinar si se han vulnerado principios básicos de gobernanza y supervisión.La paradoja resulta aún más punzante si se considera que la vocación filantrópica de Harry está profundamente anclada en su biografía . Desde muy joven, fue presentado al mundo como el heredero emocional de la figura más carismática, y empática, de la monarquía británica moderna: su madre, la princesa Diana, que redefinió el modo en que una figura pública podía relacionarse con el dolor ajeno . Su famoso paseo por un campo de minas en Angola en 1997, meses antes de su muerte, marcó un punto de inflexión global en la lucha contra las minas antipersona. Su abrazo a pacientes con VIH en clínicas londinenses, en una época en que el estigma era absoluto, contribuyó a humanizar una dolencia que hasta entonces se vivía en silencio.«A menudo se acusa a los activistas famosos de no comprender las banderas que defienden y preocuparse más por su imagen» Natasha Lindstaedt Politóloga y asesora de la UE y la ONUHarry, durante años, encarnó esa herencia emocional con autenticidad. La creación de Sentebale tenía ecos de los valores de Diana: una acción directa, simbólica y profundamente comprometida con los excluidos. En más de una ocasión, él mismo articuló esa línea de continuidad. «Todo lo que quiero es hacer el trabajo que creo que mi madre habría estado haciendo si aún estuviera viva», dijo en una entrevista en 2017. En otra ocasión añadió: «Ella me inculcó un sentido de responsabilidad y de compasión que nunca me ha abandonado».Justamente por esa carga simbólica, el declive de su relación con Sentebale adquiere una dimensión más dramática. Lo que en sus orígenes fue una forma de prolongar el legado de «la princesa del pueblo», terminó desdibujado en medio de conflictos y acusaciones. Así, el príncipe que supuestamente heredó el sentido humanitario de su madre, terminó atrapado en la lógica de visibilidad que tanto ella como él habían intentado utilizar a favor de los otros. Y en esa ironía late buena parte del dilema contemporáneo de muchas organizaciones.Porque lo sucedido con Harry no es un caso aislado. Representa, más bien, un síntoma de una tendencia en la filantropía global: la del fundador-celebridad cuya notoriedad pública, en principio un activo valiosísimo, termina por eclipsar, y en algunos casos comprometer, la misión de la organización que lidera. Estas figuras aportan visibilidad, contactos, y la capacidad de atraer fondos a gran escala. Pero también arrastran a las organizaciones en sus giros personales, sus estrategias de imagen y sus lealtades mediáticas, a lo que se suma que las estructuras institucionales no siempre están preparadas para lidiar con la disonancia entre la lógica del espectáculo y la de la gestión filantrópica.«Movilizan recursos y atención pública»La politóloga Natasha Lindstaedt, profesora de Gobierno en la Universidad de Essex y asesora de organismos internacionales como la ONU y la UE en materia de gobernanza, lo analiza con claridad en su ensayo «Lights, Camera, Activism!» (Luces, cámara, activismo). Según ella, aunque las celebridades pueden ser aliados útiles para movilizar recursos y atención pública, su papel entra en tensión directa con las necesidades técnicas y burocráticas de las organizaciones. «Mientras las celebridades aportan glamour, atención mediática y recursos, esto contrasta marcadamente con las necesidades tecnocráticas del día a día del buen gobierno», escribe. Y añade: «A menudo se acusa a los activistas famosos de no comprender las causas que defienden y de preocuparse más por su imagen que por el impacto real».Otra que podría contarlo en primera persona es Angelina Jolie. Durante más de dos décadas, fue la figura más reconocida del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, como embajadora de buena voluntad y como enviada especial. Su presencia en zonas de conflicto, desde Darfur hasta Irak, ayudó a visibilizarlos, pero en diciembre de 2022 anunció que abandonaba su papel. «Después de 20 años trabajando dentro del sistema de la ONU, siento que es hora de trabajar de manera diferente, involucrándome directamente con los refugiados y las organizaciones locales», explicó entonces. Lo que no decía era que su figura había empezado a generar incomodidad dentro de ACNUR.A esto se sumaban cuestionamientos hacia su propia fundación, la Maddox Jolie-Pitt Foundation, fundada en Camboya. En 2017, el gobierno camboyano acusó a la organización de adquirir tierras de comunidades rurales sin procesos transparentes. Se criticó el modelo de filantropía vertical, donde las decisiones eran tomadas desde Los Ángeles sin consulta directa con las comunidades beneficiadas, y aunque Jolie nunca fue formalmente acusada, el episodio reveló grietas en su forma de operar.Arriba, la presidenta de la ONG que ha denunciado al príncipe Harry, Sophie Chandauka. Abajo, la princesa Diana en uno de sus legendarios viajes humanitarios al continente negro en 1997. Y a su derecha, Naomi Campell con una prenda de su ONG Fashion for Relief FOTOS: REUTERSAlgo similar ocurrió con Bono, el vocalista de U2, cuya «ONE Campaign» se convirtió en una de las plataformas de lobby más potentes en la lucha contra la pobreza extrema y las enfermedades prevenibles. Pero en el 2018, empleados de la oficina de ONE en Sudáfrica denunciaron casos de acoso laboral y abuso de poder. Bono respondió asumiendo la responsabilidad pública del escándalo. «Estoy mortificado», dijo, «y agradecido a quienes tuvieron el valor de dar un paso al frente». La crítica estructural al modelo de representación que encarnaba la resumió el periodista George Monbiot en «The Guardian»: «Debido a que Bono es visto por los líderes mundiales como el representante de los pobres, no se invita a los pobres a hablar».El caso de Leonardo DiCaprio es otro ejemplo. Su fundación ambiental ha canalizado millones hacia la conservación y el activismo climático, pero se vio salpicada por el escándalo del fondo malayo 1MDB. El financiero Jho Low, implicado en el desvío de más de 4.500 millones de dólares, financió parte de «El lobo de Wall Street» y fue uno de los mecenas de la fundación. DiCaprio tuvo que testificar ante un tribunal federal y explicar su relación con Low, y aunque no fue imputado, la pregunta ya lo sobrevolaba todo: ¿Cómo mantener una narrativa de sostenibilidad cuando tu activismo depende de fondos de origen dudoso y además te mueves de un lado al otro del planeta en un jet privado?Jets privados y hoteles de lujoY la lista sigue. Naomi Campbell, por su parte, fundó Fashion for Relief con la intención de vincular la industria de la moda a causas humanitarias. Pero el año pasado, una investigación de la Charity Commission reveló que sólo el 8,5% de los fondos recaudados entre 2016 y 2022 había llegado a proyectos benéficos. El resto se había gastado en hoteles de lujo, cigarrillos, tratamientos de spa y vuelos en primera clase. Campbell fue inhabilitada como fideicomisaria durante cinco años. «Nunca he cobrado un centavo de Fashion for Relief», se defendió. «Pero quizá no estuve tan involucrada en la gestión diaria como debería».La profesora Lindstaedt señala que muchas veces el interés de las celebridades por causas sociales responde a una doble motivación: «Por un lado, una preocupación genuina por un problema; por otro, la necesidad de construir una imagen positiva y poderosa, que les permita diferenciarse y ser tomadas en serio». Esa mezcla de impulso altruista e imperativo reputacional explica tanto el magnetismo como el riesgo de estas figuras. «Las celebridades tienen recursos financieros, acceso a redes de poder, y una plataforma pública: son monedas sociales potentes en la promoción del cambio», escribe. Pero advierte que el éxito de esas alianzas depende de la autenticidad y la coherencia del mensaje. «Menos importante que la experiencia real del famoso en una causa es la percepción pública de su legitimidad. El carisma sin credibilidad puede volverse contraproducente».La tendencia de estas entidades a convertirse, con el tiempo, en extensiones de la biografía de sus fundadores, hace que en lugar de estructuras institucionales sólidas, se configuren como satélites del carisma, y cuando la figura pública atraviesa una crisis, la organización se tambalea con ella. O se cae. Porque aunque aportan lo que toda organización necesita: visibilidad, dinero, legitimidad social, también centralizan el relato, y, según muchos detractores, lo colonizan. Los escándalos se convierten en titulares y así, la organización deja de ser un instrumento para la causa, que queda en segundo plano, y se convierte en una extensión del personaje.Quizás por eso algunas organizaciones están empezando a repensar su modelo, sacando al rostro visible del epicentro para que no devore el contenido.

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