Entre los «deberes» marcados por el cónclave de 2013 para el cardenal que resultase elegido Papa, el más espinoso era la reforma de la Curia vaticana, una maquinaria hipertrofiada, burocratizada, y fuente de demasiados escándalos de la que se aprovechaban unos cuantos corruptos. La renuncia de Benedicto XVI hacía sospechar que no se podía limitar a una mera reorganización administrativa sino a una radical «reforma de la cultura» a todos los niveles. Francisco se lo tomó en serio desde el minuto uno, y mientras salía humo blanco de la chimenea de la Capilla Sixtina ya estaba tomando dos decisiones para ponerse manos a la obra. La vida del Papa Francisco, en imágenesPrimero se negó a salir al balcón de San Pedro llevando la cruz pectoral con joyas que le entregaron y usó la plateada que traía de Argentina. Después rechazó el trono papal dorado desde donde debería saludar a los cardenales que le acababan de elegir. Un día más tarde, pagó personalmente la factura del hotel en el que había estado alojado antes del cónclave y recogió él mismo su propio equipaje. «No quiero que parezca que me aprovecho de ser Papa para mi propio interés», explicó. Como resultado, el ejemplo de austeridad y disponibilidad fue cundiendo y muy pocos se atrevían en Roma a reclamar privilegios ligados al propio cargo. Justo al mes de ser elegido, su primer golpe maestro fue la creación de un consejo de cardenales de todos los continentes que se ocuparía de apoyar la reforma «desde fuera», y sobre todo de abrir un canal alternativo a la maquinaria vaticana para mantener informado al Papa. Era mucho más fácil contactarle directamente, sin que las solicitudes se enredaran en la burocracia curial. Después, Francisco provocó escalofríos en Roma al pedir ayuda a las mejores consultoras internacionales: a McKinsey, para integrar los medios de comunicación; a KPMG y Ernst Young para armonizar los sistemas contables de las 290 entidades vaticanas; a Promontory International, para hacer limpieza de evasores fiscales entre los clientes del banco del Vaticano (IOR).Las quince «enfermedades de la Curia»En diciembre de 2014, con los datos que aportaron estos informes, la experiencia de un año de gobierno, y la autoridad obtenida con la audacia de sus gestos, detalló en un duro discurso navideño las quince «enfermedades de la Curia», por ejemplo, sentirse inmortales, la rivalidad o la esquizofrenia existencial. A partir de entonces, con palabras suaves y decisiones contundentes, comenzó a aplicar su particular terapia.Actuó estratégicamente. Fue creando nuevos organismos o concentrando los antiguos a medida que se perfilaban, sin esperar a tener la arquitectura completa. Así fueron naciendo la Secretaría para la Economía, el Consejo para la Economía, la Oficina del Revisor General o la Pontificia Comisión de Protección de Menores en 2014; el Dicasterio para la Comunicación en 2015… A partir del 2016 comenzó la integración de departamentos para disminuir la «jungla» burocrática. Así nacieron el de «Laicos, Familia y Vida» y el de «Desarrollo Humano Integral».Once meses en la cárcelEl proceso avanzaba, pero no sin sobresaltos como el arresto del antiguo secretario de la Prefectura de Asuntos Económicos, el español Lucio Ángel Vallejo Balda, quien terminó pasando once meses en la cárcel del Vaticano por haber divulgado documentos confidenciales; el drástico recorte de poderes al cardenal australiano George Pell por su brusquedad y sus ofensas a los funcionarios italianos; la retirada del control de los fondos reservados en la Secretaría de Estado; o el arresto del cardenal Angelo Becciu, condenado en primer grado por malversación. En una galaxia de monseñores, obispos y cardenales, el Papa del fin del mundo rompió moldes en 2018 poniendo al periodista italiano Paolo Ruffini al frente del departamento de Comunicación, hasta entonces presidido por un arzobispo. Ruffini fue el primer prefecto laico en la historia del Vaticano, aunque entre sus tareas no había cuestiones estrictamente de gobierno eclesiástico. Mujeres en altos cargosTambién fue progresivamente nombrando a mujeres para altos cargos: Barbara Jatta al frente de los Museos Vaticanos; Linda Ghisoni y Gabriella Gambino en la dirección ejecutiva del Dicasterio para Laicos, Familia y Vida; las viceportavoces Paloma García Ovejero o Cristiane Murray; Sor Alessandra Smerilli como número dos del dicasterio para el Desarrollo Humano Integral; y finalmente en 2025 la prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada, Sor Simona Brambilla , y Sor Raffaella Petrini como gobernadora Estado Ciudad del Vaticano.El nombramiento de Brambilla a uno de los grandes departamentos de la Curia Vaticana -del que dependen por ejemplo la aprobación o reforma de congregaciones o la sanción o expulsión de religiosos- fue posible gracias a que en la constitución apostólica que reglamenta la Curia Vaticana que firmó el 19 de marzo de 2022, resolvió un principio hasta entonces no cerrado: el de si la autoridad para gobernar un dicasterio deriva de la ordenación episcopal que tiene quien lo preside, o del Papa, que cede ese poder a quien lo ejerce en su nombre. La constitución estableció que «cada institución curial cumple su misión en virtud de la potestad recibida del Romano Pontífice», de forma que ya no es necesario que lo presida un obispo y podía hacerlo un laico o una mujer. Reforma culturalLo cierto es que cuando dio a conocer el texto definitivo de la nueva constitución para la Curia Vaticana, que tituló «Predicad el Evangelio», era un reflejo de la reforma cultural que ya había lanzado y que estaba empezando a cuajar. El título recordaba la nueva música que desde hacía tiempo sonaba en el Vaticano, donde la idea es que todo ayude a mostrar mejor la propuesta cristiana, y la clave, estar disponibles para lo que necesite la Iglesia, las conferencias episcopales o en general las personas.Es una revolución copernicana con guantes de seda. Pocos años antes, cuando los obispos venían al Vaticano, los monseñores les leían la cartilla y les daban órdenes como si fueran alumnos de preescolar. Ahora, salen a recibirles a la puerta, les preguntan cómo les pueden ayudar y qué programas funcionan en sus diócesis, para darles las gracias y proponerlos como ejemplo al resto del mundo. Es difícil que se dé marcha atrás.

Leave a Reply