La relación de Francisco con los obispos españoles

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La relación de Francisco con los obispos españoles

El 28 de noviembre de 2023, los obispos españoles tuvieron el honor de ser la única conferencia episcopal al completo (junto con la chilena unos años antes) en reunirse con el Papa Francisco en el Vaticano. Lo excepcional del evento hacía pensar que el Papa les había convocado para tratar temas cruciales, como fue el caso de los chilenos, a quienes les recriminó su mala gestión de los casos de abusos a menores. Una tensa reunión que llevó a que los obispos presentaran en bloque su renuncia, aunque el Pontífice nunca la aceptó.Sin embargo, el traslado hasta Roma de más de ochenta prelados españoles se saldó con un «diálogo crucial» sobre los seminarios de más de cinco horas (casi tres con la presencia del Pontífice), muy en la línea «del camino sinodal que hemos comenzado». Tal fue la incredulidad de los periodistas sobre el escueto contenido de la reunión, que en la rueda de prensa posterior el cardenal Omella llegó a exclamar «por Jesusito, que digo la verdad», ante las insistentes preguntas sobre si hablaron de otros temas.MÁS INFORMACIÓN noticia No Zelenski, Putin, Macron, J.D. Vance… los líderes mundiales lamentan la muerte de Francisco: «Supo dar esperanza y aliviar el sufrimiento»La anécdota, sin embargo, ilustra las relaciones que el Papa Francisco ha tenido con la Iglesia española a lo largo de los doce años de pontificado: siempre muy presente, muy centrada en los obispos y con carácter ambiguo. Lo primero que sorprende es que el primer Papa que habla español desde el siglo XV no haya visitado nuestro país, al que sus dos antecesores, polaco y alemán, sí estuvieron muy vinculados. El porqué de esa negativa nunca ha estado claro del todo. Del «iré cuando haya paz» se pasó al «me gustaría ir», pero lo cierto es que Francisco desperdició todas las oportunidades que se le ofrecieron para visitar la otrora «luz de Trento» y «reserva espiritual de Occidente». Aunque quizá el trasfondo último y las vinculaciones a un «catolicismo rancio» que evidencian esas expresiones fueron lo que realmente frustraron la visita, para un Papa que, venido de América, tenía un diferente concepto de la acción evangelizadora de los españoles en el continente.Sin embargo, aunque nunca visitó nuestro país como Papa (en 1971 pasó unos meses en Alcalá de Henares dentro de su formación como jesuita), Francisco sí que trató de influir de forma directa en la Iglesia en España y lo hizo fundamentalmente a través de su política de nombramiento de obispos, aunque también con un éxito discreto. Dicen que la Iglesia avanza con un movimiento pendular, pero lo cierto es que durante este pontificado la oscilación parece haber ido en sentido contrario en España y en el Vaticano. Así, el episcopado español nunca ha dejado de ser fiel al Papa, pero sin caer en la idolatría y se podría decir que ha sido más benedictista o juanpablista que francisquista.El «único» del PapaCuando Francisco fue elegido Papa, al frente de la Conferencia Episcopal se encontraba el cardenal Rouco, ya en su última etapa en activo y a la espera de que se le aceptara su renuncia. Diplomático, el Papa nunca manifestó en público ningún desencuentro con el cardenal Rouco, con el que había compartido dos cónclaves, pero para hacernos una idea de su relación conviene recordar un detalle. A los cardenales que ha sentido más cercanos les ha concedido una prórroga de casi cinco años. El cardenal Rouco solo tuvo dos.Eran los momentos en que las quinielas situaban en Madrid al cardenal Cañizares, que Benedicto XVI había dejado al frente de la Congregación para el Culto Divino, pero el Papa, en una de esas decisiones movidas por la intuición, prefirió promocionar a Carlos Osoro , que entonces era arzobispo de Valencia, y relegar a Cañizares a la sede valentina. Un nombramiento con el que marcaba a Osoro como «el hombre del Papa en España» y le atribuía la oficiosa responsabilidad de cambiar el perfil del episcopado para inclinarlo hacia la «primavera eclesial» que promovía Francisco.Nunca llegó a conseguirlo. De hecho, los obispos habían preferido unos meses antes a Blázquez para suceder a Rouco al frente de la Conferencia, lo que bloqueó la posibilidad de que el arzobispo de Madrid la presidiera. Seis años más tarde, elegirían al cardenal Omella, que pasaría a asumir ese rol de «hombre del Papa», con el mismo cometido, que nunca llegó tampoco a concretar. Por medio, tendríamos otra inédita decisión del Papa hacia la Iglesia española con la creación de una «comisión de ayuda al nuncio» que pretendía controlar su labor de nombramiento de obispos. La razón oficiosa de aquel grupo era que los nombres propuestos eran muy cercanos al cardenal Rouco. Hay que recordar que una de las principales funciones del legado pontificio es proveer de candidatos al episcopado, precisamente para evitar las injerencias de los obispos locales.Esa divergencia en la posición del péndulo entre Roma y Madrid se evidenció en las últimas elecciones a la presidencia de la Conferencia, en marzo del año pasado, cuando el sector de obispos más cercano a Francisco llegó sin un candidato claro, incluso después del evidente señalamiento del Papa a José Cobo , al que en apenas unos meses hizo arzobispo de Madrid, lo creó cardenal y lo situó en puestos clave en el Vaticano. La religiosa Lucía Caram -la persona que desde España ha tenido una relación más directa con el Pontífice- llegó a afirmar que el «único» presidente posible que serviría para «manifestar la comunión con el Papa Francisco» era el cardenal Cobo.Un planteamiento que molestó a muchos obispos, porque aunque entre ellos haya diversos acentos a la hora de manifestar su labor pastoral, nadie dudaba de la comunión de cualquiera con el Papa. Hicieron primar su independencia y eligieron a Luis Argüello. Aun así, el rumor que sitúa al nuncio, Bernardito Auza, fuera de España parecía el allanamiento del camino para que el nuevo «hombre del Papa», el cardenal Cobo, pudiera «alinear la Iglesia española con el Papa», una tarea que sigue pendiente, aunque ahora el Pontífice ya no será el mismo y quizá la alineación tenga que ir en otro sentido.Ambigüedad políticaEl Papa Francisco también mostró ambigüedad en temas políticos, como cuando le dijo a Jordi Évole en una entrevista que «una sociedad no puede sonreír al futuro teniendo sus muertos escondidos. Los muertos son para ser enterrados, para ser individualizados en los cementerios, no para ser escondidos«, en una declaración que fue interpretada como una injerencia en la memoria histórica.También despertó una agria polémica la carta que dirigió a México en 2021 con motivo del 200 aniversario de su independencia, en la que pedía perdón por los pecados «que no contribuyeron a la evangelización». No había una condena explícita a la labor de los misioneros españoles, pero sumada a la querencia indigenista que siempre ha mostrado Francisco, no sentó nada bien en la sensibilidad conservadora de la Iglesia española.La frase también le valió el reproche de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que explicó que no compartía «que un católico que habla español hable así de un legado como el nuestro, que fue llevar precisamente el español y, a través de las misiones, el catolicismo y, por tanto, la civilización y la libertad al continente americano». El debate pasó al terreno político y fue Mónica García, la actual ministra de Sanidad -entonces en la oposición en la cámara madrileña- quien salió en defensa del Papa y respondió a Ayuso citando fragmentos de la encíclica Fratelli tutti, que ella denominó «encíclica 2020 [sic]», como si los documentos papales se renovaran cada temporada.Porque, ciertamente, ha sido la izquierda española la que se ha mostrado más cercana a Francisco desde su elección. Apenas un año después, en 2014, Pablo Iglesias era uno de los primeros en jalear al pontífice en su visita al Parlamento Europeo. El entonces europarlamentario publicaba en Twitter una foto del Pontífice durante su discurso con un texto que no dejaba lugar a dudas: «Interviene el Papa en la Eurocámara. Defiende los derechos humanos y sociales como base de la dignidad. Bravo». Pablo Echenique, también entonces en la Eurocámara, le daba «un diez» al Papa, aunque criticaba su posición frente a los «derechos LGTBI y de las mujeres».También el actual Ejecutivo ha hecho gala de su cercanía a Francisco, incluso contraponiendo sus buenas relaciones con el Pontífice a las diferencias que mantienen con los obispos españoles. El presidente Sánchez le visitó en dos ocasiones . En la primera, el Papa hizo una inusual intervención ante las cámaras en la que mencionó el riesgo de la deriva de los nacionalismos y las ideologías en medio de la crisis económica. La segunda fue más cómoda para Sánchez, que la centró en uno de los temas que más preocupaban a Francisco, la crisis migratoria, en este caso focalizada en la situación de Canarias. Quedó entonces una invitación a visitar las islas para que pudiera abordar de primera mano la situación migratoria. La proposición parecía la más firme para que, por fin, viajara a España, pero nunca sucedió.Sin embargo, quien más rédito político ha tratado de sacar de sus visitas a Francisco ha sido la vicepresidenta segunda y líder de Sumar, Yolanda Díaz, quien, a juzgar por sus palabras, quedó embelesada por la figura del Pontífice . La última de sus audiencias, hace un año, fue inusualmente larga y, según contó Díaz, trataron todos los «problemas cruciales del planeta», aunque eludió hablar de la amnistía a los implicados en el procés, la cuestión estrella en España en aquel momento. Más de una hora de audiencia y sus palabras en la despedida -«Que Dios la bendiga. Siga adelante, no afloje»- dejaron claro que Francisco se sintió muy cómodo en aquel encuentro.Más allá de lo episcopal y lo político, Francisco se ha mostrado preocupado por algunos de los problemas vividos en España. En los últimos meses, la dana que provocó más de 230 muertos en nuestro país estuvo muy presente en sus oraciones y la Mare de Déu dels Desamparats llegó a presidir las audiencias de los miércoles en San Pedro. Antes ya había mostrado su apoyo a los afectados por el volcán de La Palma y siempre estuvo muy preocupado por la presión migratoria que se vive en Canarias, Ceuta y Melilla. Hace unos días, en su carta para la Cuaresma, citaba a santa Teresa de Jesús. Gestos positivos que amortiguan, en cierta manera, la relación de nuestro país con el Papa hispanoamericano que nunca viajó a España.

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