El Cónclave. Sin duda es la palabra más repetida cuando fallece un Papa. ¿Cuándo es? ¿Cómo funciona? ¿Quiénes y cuántos lo integran? ¿Cuánto pueden tardarse en tomar una decisión? Elegir al próximo sucesor de San Pedro es un proceso minucioso y muy medido. Hay que votar con la cabeza fría y sin dejarse condicionar por el luto. Las normas vaticanas establecen que antes de que se inicie el Cónclave deben pasar al menos 15 días desde la muerte, pero no puede tardar más de 20 en empezar Este plazo tiene como objetivo que los cardenales que viven en zonas remotas puedan tener margen suficiente para llegar a Roma e intercambiar impresiones sobre el futuro de la Iglesia y el perfil del nuevo Pontífice.Las reglas del Cónclave se han ido mejorando a lo largo de la historia. Juan Pablo II reelaboró y unificó la legislación precedente con la constitución apostólica ‘Universi Dominici Gregis’ , que Benedicto XVI modificó en dos ocasiones. El Papa Francisco ha preferido no tocar nada.Actualmente, sólo pueden votar los cardenales menores de 80 años, llamados técnicamente «cardenales electores». Es un grupo muy variado formado por 135 purpurados de todos los continentes (en la elección del sucesor de Francisco votarán 133, ya que dos no podrán asistir por motivos de salud). Teóricamente puede elegir Papa a cualquier católico que reúna las condiciones para ser «obispo de Roma». En la práctica, el número de candidatos se reduce a los cardenales que entran en la Capilla Sixtina para votar.Durante el Cónclave, se encerrarán en el Vaticano hasta que elijan un nuevo Pontífice. No podrán mantener contacto con el exterior, ni leer la prensa, ver la televisión, hacer o recibir llamadas, enviar correos o tuitear. Se confinarán en Casa Santa Marta para dormir, comer y celebrar misa. Saldrán de allí solo para ir, a pie o en autobús, hasta la Capilla Sixtina, y nadie se les podrá acercar durante el recorrido.’Extra omnes’Cuando entren en la Capilla Sixtina, apoyarán la mano sobre los Evangelios y jurarán guardar secreto de las deliberaciones y respetar las reglas del Cónclave. Inmediatamente después, el maestro de ceremonias pronunciará el famoso «Extra omnes», «Todos fuera» , o «que no quede nadie dentro» para invitar a salir a quien no sea cardenal. Después, se cerrarán las puertas de la capilla, escucharán una última meditación sobre la responsabilidad que les incumbe, y dará inicio al delicado proceso de votación. Los imponentes frescos del Juicio Final trazados por Miguel Ángel les recordarán que Dios les va a pedir cuentas del nombre que escriban en su papeleta.Las reglas son muy sencillas: el único mecanismo es el voto secreto; no son válidas elecciones por proclamación o por compromisarios, como en el pasado. Para ser elegido, hacen falta al menos dos tercios de los votos, o dos tercios más uno si no puede hacerse una división neta; y no pueden hacerse promesas electorales o pactos, ni aceptar vetos de ninguna clase, por ejemplo, por parte de gobiernos, instituciones religiosas, etnias o multinacionales.El primer día habrá sólo un escrutinio, y en el resto de sesiones, cuatro, dos por la mañana y dos por la tarde. Si después de 34 escrutinios ningún candidato ha alcanzado los dos tercios de preferencias, se puede pasar a elegir entre los dos más votados, que no podrán votar, y seguirán necesitando dos tercios de los apoyos.Es uno de los cambios establecidos por Benedicto XVI. Hasta entonces, a partir del escrutinio número 35 bastaba la mayoría simple para ser elegido Papa, lo que hacía posible elegir a un candidato sin amplio consenso. También Benedicto permitió que los cardenales adelanten la fecha de inicio del Cónclave, si todos los electores están en Roma y lo aprueban de común acuerdo.’Fumata blanca’La chimenea sobre la Capilla Sixtina informará con señales de humo sobre el resultado de las votaciones. Después del recuento, las papeletas se queman en una «estufa» y se añaden productos químicos para colorear el humo. Si es negro, significa que no hay acuerdo. Si es blanco, «fumata bianca», significa que ya ha sido elegido el Pontífice. En caso de humo gris, para salir de dudas, la elección será confirmada por el repique de las campanas de San Pedro.La primera votación es la más importante pues mostrará quiénes son los dos o tres candidatos que realmente reúnen apoyos, de forma que las sucesivas votaciones van a mostrar hacia cuál de ellos se desplazan el resto de los votos. Los resultados no trascenderán hasta que sean filtrados después de la elección.Una vez revisadas todas las papeletas y confirmado que un cardenal ha recibido más de dos tercios, quien lleve menos tiempo como cardenal saldrá de la Capilla Sixtina y avisará al maestro de ceremonias y al secretario del Colegio de cardenales. Ellos entrarán y, junto al cardenal decano, se acercarán al elegido y le harán dos importantes preguntas.Luego, el Pontífice se retirará a la sacristía de la Capilla Sixtina para ponerse por primera vez la sotana blanca . Esa habitación se llama Sala de las lágrimas, en una referencia a la conmoción con la que entra el nuevo sucesor de Pedro. Mientras se esté cambiando, se quemarán las papeletas, el humo blanco saldrá por la chimenea, y la noticia de la elección dará la vuelta al mundo.El cardenal «protodiácono» de los votantes, actualmente el francés Dominique Mamberti, se asomará al balcón central de la basílica de San Pedro para pronunciar y revelar quién es y qué nombre ha escogido. El nuevo Pontífice saldrá poco después al balcón y dará su primer discurso y la primera bendición Urbi et orbi.

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