Si por algo será recordado este Sant Jordi 2025 será por el terremoto Cercas. Pocas veces un sólo libro había generado tanta expectación. Su ‘El loco de Dios en el fin del mundo’ (Random House), sobre su entrevista con el Papa Francisco , fue el más buscado. Desde la muerte del Santo Pontífice, parece que Cercas haya cogido el rol de su representante en la tierra. Esta mañana le perseguían con esa devoción. Incluso le paraban por la calle rogándole que les firmara el libro intempestivamente. Y hay gente que no cree en los milagros.Porque lo del día de Sant Jordi parece un milagro. A mediodía, el centro estaba tan colapsado que ni siquiera había cobertura de móvil. En una parada con Javier Castillo, (que es de esas personas que dan dos besos de verdad, que suenen), María Dueñas y María Oruña, no se podía ni respirar. «Llevo desde las 9.40 horas aquí, ¡una hora y media!, no se cuele», gritaba una señora con la novela de María Dueñas a cuestas, molesta con otro hombre que parecía querer aprovecharse un poco de la confusión. Una amable azafata iba repartiendo números para ordenar las colas, pero ni aún así. «Hay gente que lo lleva mejor y otras peor, pero es que hay mucha gente en muy poco espacio», aseguraba algo resignada la azafata.La confusión podía ser grande. «Oye, ¿firma aquí Cercas?», le preguntaron a María Oruña , muy ocupada con sus propias colas, y su acompañante de prensa tuvo que decir que no tenían ni idea. No todo es idílico en Sant Jordi, eso está claro. Un milagro incómodo, pero bonito. «Lo que llevo peor son las microtemperaturas. Aquí en la caseta hace un calor que te mueres y luego te mueves a otra parada y te coge el aire», aseguraba Virginia Feito , feliz porque la última vez que firmó en Sant Jordi fue «aquel día del apocalipsis, en que llovió, granizó y casi nos lleva a todos por delante».Sólo había que pasearse por Paseo de Gracia para descubrir rápido el fenómeno editorial de turno. A Dolores Redondo le dejaban oír mensajes de voz con el móvil y luego le pedían que, en lugar de firmar, les dijese algo. A Lorenzo Silva , más libre y relajado, le venían con tres o cuatro libros. «Sí, ha habido un lector que me ha dicho que se ha leído 20 libros míos. Yo no sé a cuántos autores he leído 20 de sus novelas. Leer 20 libros es mucho tiempo, implica que te has inmiscuido en sus vidas de alguna forma y eso denota una enorme generosidad», decía todavía conmovido.De Pierre Lemaitre a David NichollsA Eloy Moreno también había que pedirle que agilizara las firmas porque su cola era tremenda. Había incluso jovenes lectoras que le traían un libro que ya les había firmado en otra ocasión, para que se lo volviese a firmar en la siguiente página de cortesía que hay al principio de los libros. En ese momento, una furgoneta negra bajo el nombre Alana cruzaba la calle Aragón, pero no, no llevaba a Alana S. Portero . La escritora de ‘La mala costumbre’ también disfrutó de una cola regular e inabarcable toda la mañana.A su lado, el francés Pierre Lemaitre debutaba en Sant Jordi entre sorprendido y emocionado. Como cada día, se había levantado a las 6 de la mañana. A las 8 en punto ya tenía a un fotógrafo en su habitación de hotel para sacarle fotos en su lavabo. «No sé, debe tener un fetiche. Lo cierto es que el encuentro con los lectores siempre tiene algo de cercano, fugaz, pero maravilloso», aseguró Lemaitre.El joven David Uclés no dudó en venir a saludar al escritor de novela negra y fundirse en un sentido abrazo. «Es mi primer Sant Jordi y me parece muy surrealista. La gente te agradece que haya intentado presentar una historia tan intensa a través del realismo mágico. Hay muchos jóvenes que me agradecen que les haya permitido imaginar cómo vivían sus abuelos», comenta el escritor de ‘La península de las casas vacías’ (Siruela).Menos suerte tuvo el genial David Nicholls . El autor de ‘One day’ y ‘Aquí y ahora’ se veía sepultado por las diferentes masas y pasaba prácticamente desapercibido. Uno estaba tentado de gritar: «¡Aquí, aquí, aquí está uno de los buenos!», para que se acercara más gente. Mientras, otro de los buenos, Fernando Aramburu , dejaba tiempo entre firma y firma, en conversaciones intensas con sus lectores. «Es que te hablan, te explican momentos clave de su vida relacionados con tus libros, y es imposible que no te conmuevan», aseguró Aramburu.Javier Cercas en Sant Jordi, en unas calles de Barcelona llenas de rosas y lectores PEP DALMAU / EFELas extraordinarias firmas de Manuel RivasOtro del que se toma su tiempo entre firma y firma es Manuel Rivas , que se prepara dibujos con el rostro de una mujer y detalles que luego explica a sus afortunados lectores. «Sientes la excepción de la jornada y crees en una nueva abundancia, de cultura, de deseo, y es importante ofrecer algo más al lector que la transacción de una firma», señala Rivas.Las colas continúan por todas partes. En la Casa Batlló, los amantes de los libros se unen con los turistas y sólo se ven móviles en alto porque el colapso impide moverse. «Me da igual, ha valido la pena», grita una señora tras conseguir la firma de Javier Sierra tan emocionada que le dejaba el móvil a una persona de la editorial a quien le había encargado que le sacara una foto.Pero hay que tener cuidado con los lectores, porque a veces pueden ser muy inquisitivos. «Hay otra, haz otra», le gritaba un lector a Santiago Díaz , que sólo podía sonreír y decir: «Dame un añito, leche. Dios, este sol me mata». Por su parte, la escritora y ex diputada Mar García Puig veía emocionada como le venían lectores de todas las partes de la Península. «Sí, es extraño, me ha venido gente de Alicante, de Madrid, de Castellón, que han llegado a Barcelona expresamente por Sant Jordi», comenta.Y luego están los encuentros ‘random’, que también suceden. Paloma San Basilio de repente salió de la nada con su séquito y atravesó la larguísima cola de Inma Rubiales , que parecía hacer una competición con Alice Kellen en dimensiones. Ganó Rubiales, pero por poco. Los jóvenes de la cola, que no sabían quien era esa señora tan elegante y distinguida, la iban a matar si se paraba e intentaba colarse, eso seguro.Pedro Piqueras también pasó saludando a diestro y siniestro y una mujer gritó: «Mira, es el Monaguillo», ilusionadísima, y sí, era el cómico el Monaguillo, que no parecía tan ilusionado. Un pobre hombre de seguridad intentaba decir a todos los viandantes que pasaban cerca de la firma de Vanesa Montfor t que, por favor, cruzaran por detrás y no en medio de la cola, pero era inútil, nadie le hacía caso.Noticia Relacionada ESPECIAL SANT JORDI estandar Si Libros en castellano para no perderse en el mar de novedades Bruno Pardo Porto En la mesa de nuevos lanzamientos hay regresos, debuts y reencuentros: de Javier Cercas, Juan Manuel de Prada o Jorge Fernández Díaz a Aixa de la Cruz o Benjamín G. RosadoEsto es Sant Jordi, una locura. ¿Cuánta locura? Imagine que ayer había en las calles miles y miles de personas con libros en las manos, incluso con dos o tres, pero sólo se vio a una, una sola chica leyendo, sentada tranquilamente en una butaca en la Rambla Cataluña ajena por completo al griterío. Es un milagro, sin duda.

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