El PSOE exageró la crisis familiar de Sánchez para que el Comité Federal le implorara quedarse

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El PSOE exageró la crisis familiar de Sánchez para que el Comité Federal le implorara quedarse

Publicar una carta de cuatro folios en el formato de un conocido procesador de textos en la red social X, la antigua Twitter, no es tarea fácil. Y ni siquiera aconsejable. La imagen pierde resolución y llegado el caso es mejor idea plasmar el mismo texto en formato de hilo (varios tuits sucesivos) o de otra forma análoga. Pero los responsables de la Secretaría de Estado de Comunicación (SEC) -el equipo encargado de la comunicación en Moncloa, que trabaja a las órdenes del presidente en el complejo presidencial- se vieron en esa insólita tesitura el 24 de abril de 2024, a primera hora de la tarde. Tenían en sus manos, en sus dedos incluso, una bomba política de largo alcance, pero ya incluso la manera de detonarla les presentaba problemas. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, había remitido la misiva que hace un año puso en vilo a todo un país, y muy especialmente al PSOE, y en la que amagó durante cinco días con una dimisión que terminó por no producirse. La había escrito solo, sin ayuda alguna, en su residencia oficial, a la que había regresado al filo de las diez de la mañana de aquel miércoles después de abandonar con gesto muy serio el Congreso de los Diputados. No saldría de las estancias reservadas de Moncloa, que incluyen uno de los dos despachos del presidente, hasta el lunes siguiente. Entonces se dirigió a La Zarzuela para despachar con el Rey, en lo que propios y extraños interpretaron como el signo inequívoco de que iba a anunciar su dimisión. No fue así. Publicar una carta de cuatro folios en el formato de un conocido procesador de textos en la red social X, la antigua Twitter, no es tarea fácil. Y ni siquiera aconsejable. La imagen pierde resolución y llegado el caso es mejor idea plasmar el mismo texto en formato de hilo (varios tuits sucesivos) o de otra forma análoga. Pero los responsables de la Secretaría de Estado de Comunicación (SEC) -el equipo encargado de la comunicación en Moncloa, que trabaja a las órdenes del presidente en el complejo presidencial- se vieron en esa insólita tesitura el 24 de abril de 2024, a primera hora de la tarde. Tenían en sus manos, en sus dedos incluso, una bomba política de largo alcance, pero ya incluso la manera de detonarla les presentaba problemas. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, había remitido la misiva que hace un año puso en vilo a todo un país, y muy especialmente al PSOE, y en la que amagó durante cinco días con una dimisión que terminó por no producirse. La había escrito solo, sin ayuda alguna, en su residencia oficial, a la que había regresado al filo de las diez de la mañana de aquel miércoles después de abandonar con gesto muy serio el Congreso de los Diputados. No saldría de las estancias reservadas de Moncloa, que incluyen uno de los dos despachos del presidente, hasta el lunes siguiente. Entonces se dirigió a La Zarzuela para despachar con el Rey, en lo que propios y extraños interpretaron como el signo inequívoco de que iba a anunciar su dimisión. No fue así. Noticias relacionadas estandar Si Un lobby independentista presiona a España en su examen ante la ONU denunciando «ataques» al vasco, catalán y gallego Gerard Bono estandar Si Las compras del plan de Defensa de Moncloa Pilar De la CuestaDía 1. Rufián desata la tormentaLa mañana del miércoles 24 de abril se reanudaba el pleno parlamentario semanal y el pulso político del momento estaba en el País Vasco, donde sólo tres días antes se habían celebrado unas elecciones autonómicas que permitían a PNV y PSE revalidar su coalición de gobierno pese a la importante crecida de Bildu, que igualaba en escaños a los peneuvistas. De manera involuntariamente incauta, un peso pesado del PSOE saludó con una palmetada en el brazo a Sánchez, que ya estaba sentado en su escaño a la espera de que la presidenta de la Cámara, Francina Armengol, diese inicio a la sesión de control. La reacción más bien fría del presidente le dejó claro que algo no iba a bien. Semanas atrás, otro dirigente importante y cercano, en un viaje por el sur de España, había percibido un estado de ánimo cambiado en el líder. «Nunca le había visto así, normalmente no tiene altos y bajos», explica un año después. Y la cara de esa mañana, sobre todo al abandonar la Cámara Baja, le hizo temerse lo peor a un estrecho colaborador, que no tardó en comentar que ese rostro no se lo había visto nunca. Fue el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, quien desató la tormenta, nombrando por primera vez al elefante en la habitación. Su mujer, Begoña Gómez, estaba siendo investigada por un juez de Madrid por sus actividades comerciales durante su tiempo en La Moncloa, como sigue un año después, en la instrucción del juez Juan Carlos Peinado avalada en parte por la Audiencia Provincial de Madrid. Y el presidente afirmó que seguía confiando en la Justicia, a pesar de «decisiones como las que hemos conocido hoy».Pese a la respuesta parlamentaria, a la cara del presidente y a los negros presagios de algunos, hasta bien entrada la sobremesa todo transcurría con normalidad. Con absoluta normalidad. «Era un día más», rememora alguien de Moncloa que, a diferencia del otro colaborador, no recuerda que el rosto de Sánchez le diera pista alguna de lo que estaba por venir. Y de repente todo se precipitó en cuestión de apenas una hora. La que transcurrió entre que un demudado Óscar López trasladó al entonces secretario de Estado de Comunicación, Francesc Vallés, que había que publicar en las redes sociales la carta de marras. Sin membrete oficial de ningún tipo, sin labor de edición o cambio de formato alguno. El documento tal y como el propio presidente lo había remitido. No exactamente, pues la única solución viable que la SEC encontró fue publicar cuatro imágenes o ‘pantallazos’ de la carta, una por cada uno de sus folios, y de esa extraña y nada institucional guisa apareció en la cuenta de X del presidente, con un breve enunciado: Carta a la ciudadanía. «Se trata de una operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire, para intentar hacerme desfallecer en lo político y en lo personal atacando a mi esposa», denunciaba la misiva, con párrafos tan personales como ese que no tardó en estar en el centro de todos los comentarios, y en el que el líder del PSOE se confesaba «un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también».Son las siete y nueve minutos de la tarde, diez horas después de que comenzase la sesión de control matutina, y la situación postelectoral en el País Vasco queda ya muy lejos incluso como tema de conversación. Toda España habla de la carta. En el mentado edificio Semillas se reúne una suerte de gabinete de crisis improvisado, compuesto por los hombres fuertes de Moncloa, Bolaños y López, la vicepresidenta primera María Jesús Montero y el ministro de Transportes, Óscar Puente, un ‘camisa vieja’ del sanchismo recién llegado a la política nacional.Hablan, comparten su estupor, su honda preocupación por la situación del presidente, pero también por la del país, el Gobierno y el partido, al que todos pertenecen. Hablan y hablan (todos se conocen desde hace años, aunque no siempre han compartido la misma trinchera orgánica) pero llegan a la inquietante conclusión de que, pese a lo que se presupone por sus cargos y su bagaje, y por el lugar desde el que disertan -lo más parecido al ‘ala oeste’ en versión española- apenas tienen elementos de juicio para sus previsiones mayores que las de cualquier ciudadano del común que haya leído a esas horas la carta en las redes o haya sabido de ella a través de los medios de comunicación. «¿Qué os ha dicho? ¿cómo le veis?», eran preguntas sin respuesta. Constatado eso, deciden que hay que intentar convencer al líder. Día 2. Estupor en Moncloa y FerrazEl jueves el presidente sigue en la residencia, totalmente recluido con su familia. Nadie del Gobierno y el PSOE habla con él, lo que se entiende por una conversación. Sí que contesta a mensajes, pero con meras fórmulas de cortesía. Será así hasta el lunes por la mañana. A cuarenta y ocho horas vista hay previsto un Comité Federal ordinario, el máximo órgano entre congresos del partido, como siempre después de una cita electoral. Las luces se empiezan a encender en Moncloa y Ferraz. Convertir el Comité Federal en una gran movilización para que Sánchez se quede puede ser la manera de darle la vuelta a la tortilla. Las federaciones autonómicas empiezan a moverse, y el ambiente se caldea con mensajes en las redes sociales y los medios de comunicación de los dirigentes del Gobierno y del PSOE pidiéndole al presidente que no renuncie. Pese a todo, el pesimismo empieza a cundir en las filas socialistas, que temen comenzar la siguiente semana con una crisis política sin precedentes. Día 3. «Una situación familiar muy grave»Viernes. Faltan veinticuatro horas para el Comité Federal, el órgano que reúne a lo más granado del partido, incluidos los líderes territoriales, y del que de manera inédita se ausentará el secretario general. Sánchez y familia siguen recluidos en la parte residencial de La Moncloa. Las federaciones autonómicas preparan sus intervenciones del día siguiente, que inevitablemente serán monográficas. A algunas de ellas llega un mensaje que añade dramatismo al momento. «Lo que se nos dice de lo que ha ocurrido es que se trata de un problema familiar muy grave, más allá de la investigación judicial a Begoña», recuerdan fuentes socialistas. Como explican quienes recibieron esa información, fue algo «clave» en la manera de encarar la reunión orgánica del día siguiente. Aunque pasado el tiempo cunden dos sensaciones en las federaciones. La primera que fueron a ciegas o engañados a ese Comité Federal, la segunda que el partido aprendió la lección de que no puede ser que una organización viva sin planear el futuro. «Lo que le hicieron a María Jesús [Montero] es increíble, pasar un fin de semana sin poder hablar con el presidente y sin saber si va a tener que sucederle», explica un importante líder territorial.Día 4. A ritmo de Quevedo y Bizarrap«Lo que nos encontramos allí no nos gustó», recuerda una persona con peso en una federación. Y es que ya a la entrada del 70 de Ferraz, en lo que hace más de un siglo fue la casa de Pablo Iglesias y desde 1982 la sede central del PSOE, aparecían visibles, bajo una lluvia intermitente, elementos nuevos. Un micro de pie a la entrada y una cinta para separar a los periodistas. Y altavoces que anticipaban el remedo de fiesta posterior. El Comité Federal ratificó por unanimidad la candidatura de Teresa Ribera a las elecciones europeas de un mes después, pero todo lo demás fue un acto de exaltación de Sánchez y de denuncia de una «cacería» en su contra. Ante los medios aparecieron rostros que llevaban tiempo fuera de foco, como la expresidenta del Congreso Meritxell Batet. Un día antes, otra persona alejada ya de la primera línea, como la ex número dos del partido, Adriana Lastra, reapareció también para mostrar su apoyo. La principal novedad es que las intervenciones serían en abierto y no a puerta cerrada, como siempre en los comités federales. Y dentro de la sala de reuniones nadie se salió del guion, ni siquiera el habitualmente díscolo Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, quien elogió a Sánchez por haber mostrado en público su dolor pero advirtió que «una demanda no puede tumbar a un presidente», no sin antes denunciar el acoso al que le sometió su antecesora en el cargo, la popular Dolores de Cospedal. «En esa época íbamos a demanda por día», relató. En la sala, muchos nervios, por ejemplo los de Oscar López, muy pendiente del dron contratado para grabar la movilización convocada a la puerta, a la postre mucho más exigua de lo esperado. 12.500 personas concedió la delegación del Gobierno en Madrid, cuyo responsable, Francisco Martín, juez y parte en esta ocasión, acudió a Ferraz como dirigente del partido que es. Y cuando aún quedaban palabras pedidas pendientes, el numero tres del PSOE, Santos Cerdán, disolvió el encuentro para llevar a todos a saludar a los simpatizantes que se congregaban en la calle, mientras el DJ preparaba ya el ‘Quédate’ de Quevedo y Bizarrap que hizo vibrar a los presentes. García-Page evitó sumarse al baño de multitudes. A tres kilómetros, los que separan Ferraz de Moncloa, el matrimonio Sánchez-Gómez rumiaba aún recluido su decisión final, que se conocería, según el plazo fijado en la carta del presidente, apenas cuarenta y ocho horas después.Día 5. Un domingo eterno«El domingo fue un día eterno». La frase de un estrecho colaborador resume cómo se vivió la víspera de la decisión final. Nadie seguía sin saber nada, pese al esfuerzo movilizador del Comité Federal de veinticuatro horas antes. Ese día, de intenso trabajo como todos los anteriores en la redacción de ABC, este periódico cerró el muy particular trabajo de campo con el que se abrió la portada del lunes, y que reflejaba a las claras el sentir del partido. «Sólo una minoría de dirigentes del PSOE creen que continuará», rezaba el titular de apertura, fruto de la consulta bajo condición de anonimato a medio centenar de altos cargos del partido en todo el país.Día 6. Júbilo en SemillasDe lo ocurrido hace ahora un año en torno al presidente da cuenta elocuente un hecho que hoy admiten todos los consultados. Todos, sin excepción, amanecieron aquel lunes 29 de abril sin saber lo que ocurriría. La tensión es máxima. Y la visita de Sánchez a Zarzuela parece confirmar que la decisión es dejar el cargo. A su regreso a Moncloa convoca en su despacho a su núcleo duro, la vicepresidenta primera María Jesús Montero, Félix Bolaños, Óscar López y Santos Cerdán. Les dice que ha decidido seguir, a pesar de que la situación -en lo referente a la investigación entonces muy incipiente a su mujer- es «muy dura» y que lo va a seguir siendo, con «ataques despiadados» , les precisa, a su familia.Finalmente Sánchez comparece y los gritos de júbilo en el edificio Semillas, ahogados seguramente durante días, ponen el colofón a una semana inédita en la historia política de España y del PSOE. Un año después los consultados coinciden en dar por totalmente superado el «bache», o la «pájara», como también se la denominó entonces. Sánchez se encamina ya a los siete años en el poder que cumplirá en junio , igualando la marca de José Luis Rodríguez Zapatero y a solo una año de la de José María Aznar.

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