Luisgé Martín (Madrid, 1962) abre la puerta de su casa y al qué tal responde con un suspiro. El escritor es el protagonista de la gran polémica editorial de los últimos años. Su nuevo libro, ‘El odio’, en el que retrata a José Bretón a través de cartas, llamadas y dos visitas a la cárcel, y en el que cuenta cómo este asesinó a sus dos hijos, ha pasado de ser una de las apuestas del semestre para Anagrama a convertirse en una obra maldita. En marzo, Ruth Ortiz, la madre de los niños, solicitó la paralización de la publicación del libro, alegando que se estaba vulnerando el derecho al honor, la intimidad y la propia imagen de sus hijos. Ahí se inició un proceso legal y un escándalo social y mediático que acabó con la editorial Anagrama extinguiendo voluntariamente su contrato con Luisgé Martín.—¿Cómo ha vivido estas últimas semanas?—Con estupor, con absoluta sorpresa, con desconcierto. Después de dos o tres encontronazos muy rápidos en redes sociales dejé de ver y de leer todo. He estado protegido por Palmira, mi agente literaria, y por mi marido y mi gente cercana. Fundamentalmente he estado mal. Al final he tenido que recurrir a la medicación, a tomar antidepresivos, y eso parece que me ha sacado un poco de eso… Una vez que quedó claro el proceso con Anagrama he decidido hablar. Y hablar es sanador, creo. —Durante este tiempo, ¿se ha arrepentido de haber escrito ‘El odio’? —No, no. Parece una pedantería de los escritores, pero no lo es: los libros son una especie de obligaciones que te caen encima, de necesidades. Yo no soy profesional de la escritura, puedo vivir de otras cosas. Pero cuando me siento a escribir es porque hay algo que me ha interesado, algo que me llama, que necesito entender. La razón por la que empecé a escribir este libro tenía que ver con eso. Arrepentirse de eso sería como arrepentirse de ser rubio.—¿No se imaginaba que pudiera ocurrir nada parecido a lo que ha ocurrido? —No, no. Sabía que era una no ficción muy delicada, pensaba que podría generar algún tipo de polémica, pero jamás pensé que pudiera llegarse a no publicar el libro. Ni que se estuviera hablando del libro sin haberlo leído, ni que se hubiera generado esas ideas de que el libro lo había escrito Bretón… Todo ese ruido infernal basado sobre todo en falsedades y en el linchamiento no lo esperaba. No es que no lo esperara, es que no se me pasó jamás por la cabeza.—A nivel de estrategia editorial, fue sorprendente que el libro no lo hubiera revisado un abogado antes de mandarlo a los medios. —La única editorial que yo he conocido de cerca que revisa todos sus libros es La esfera de los libros. Es una editorial más especializada en meter el dedo en la llaga. Son libros sobre todo periodísticos o asimilables al periodismo. Anagrama, en cambio, es una editorial literaria. En la literatura no está consentida cualquier cosa, evidentemente. Pero es que en este libro no hay nada. Los abogados de Anagrama vieron un par de posibles cosas. El abogado con el que yo he trabajado cree que no hay absolutamente nada. A posteriori es fácil decir que tendrían que haberlo visto los abogados antes de nada. Pero Anagrama ni siquiera tiene abogados especializados en eso. —¿Qué par de cosas sugirieron borrar los abogados de Anagrama? —Son dos cosas menores, dos frases que cuando el libro se publique voy a quitar porque no afectan en nada al contenido. Y que sí que podrían violar la intimidad.—¿Son frases suyas o de Bretón? —Son dos informaciones que no afectan en nada a nada. Son dos cosas que él me contó y que tampoco son intimidades de ningún tipo. No tienen ninguna importancia: las quitaría y ya está.—¿Su abogado considera que se puede publicar el libro sin ningún tipo de riesgo legal entonces? —[Asiente].—¿Y ya tiene editorial? —Estamos en ello: yo lo quiero publicar. Y lo quiero publicar por una razón egoísta: porque al final es un libro en el que he trabajado tres años, y los autores siempre queremos… Pero también lo quiero publicar porque me parece que lo que ha ocurrido es intolerable. Que estemos discutiendo sobre si un libro así se puede publicar en 2025… No es un libro que te enseñe a hacer bombas, ni es un libro que haga apología de la violencia de ningún tipo. Es un libro que está revisado ya por un juez, además. Que exista la posibilidad de que la jauría social detenga un libro me parece peligrosísimo. Es algo peligrosísimo, de sociedades prefascistas. —Otra cosa sorprendente fue que nadie se pusiera en contacto con Ruth Ortiz, que se enteró de la publicación del libro por los medios de comunicación.—Eso fue un error. Si hubiera sido un trámite fácil, si hubiéramos tenido una dirección, un canal para llegar a ella, estoy seguro que lo habríamos hecho. Pero bueno: eso tampoco es excusa. Si nos hubiéramos empeñado habríamos encontrado un canal. Ella está recluida en un pueblo de Huelva, trabajando como veterinaria, y prefiere mantener el anonimato. Esto lo decía ella en la serie documental de Canal Sur sobre José Bretón… En cualquier caso fue un error. —Si pudiera volver atrás, ¿lo enmendaría? —Claro. Intentaría incluso hablar con ella y explicarle que el libro no tiene nada que ver con lo que se ha dicho.«Que exista la posibilidad de que la jauría social detenga un libro me parece peligrosísimo. Es algo peligrosísimo, de sociedades prefascistas»—¿No ha hablado con ella durante este tiempo? —No, porque los abogados no me dejaron. Ahora ya sí que tengo una persona de contacto… Estamos en una situación extraña en la que parece que hablar se convierte en un problema y no en una solución. Pero me encantaría poder hablar con Ruth sin ningún tipo de foco. Es una mujer que me parece admirable. —¿Qué quiere decirle? —Primero quiero pedirle perdón por todo el daño que ha sufrido y que, sinceramente, creo que no viene del libro. Viene de todo lo que se ha armado alrededor del libro. Además: el libro, ¿cuántas personas lo iban a leer? Seis mil, quince mil… Cien mil si fuera un éxito absoluto. Cualquier programa de Ana Rosa Quintana o de Sonsoles Ónega tiene más audiencia. Y han hablado de esto día tras día tras día. Y han buscando un morbo que no está en mi libro. Eso es lo que yo creo que la ha revictimizado, lo que puede haber hecho más daño a Ruth, no mi libro. Le intentaría explicar lo que es el libro… Yo no sé de lo que quiere hablar Ruth y de lo que no quiere hablar. Entre otras cosas, por eso el libro es así. Yo tenía claro que en mi plan de libro Ruth no hacía falta, porque lo que quería era meterme en la mente del monstruo. Importunarla, haberla buscado para entrevistarla, para perturbarla, era absurdo.—¿Lo haría de otro modo ahora?—No, no hay ningún arrepentimiento. Creo que lo que hice lo hice bien. Pero sí, tenía que haberle enviado el libro y haberle contado el libro.«No he hablado con Ruth Ortiz porque los abogados no me han dejado»—Durante este tiempo, ¿se ha puesto Bretón en contacto con usted o ha intentado hacerlo? —Sí, continuamente. Desde hace dos semanas ha renunciado, supongo que porque ya se ha enterado de cómo están las cosas. Pero hubo una época en la que me llamaba todos los días.—¿Y le ha mandado cartas también? —La última carta es de febrero. Ha intentado ponerse en contacto por teléfono. Y es verdad que yo había apalabrado con él una visita a la cárcel. Pero no se va a producir, al menos de momento.—En la entrevista que dio al Canal 24 horas, comentaba que fue a visitarlo dos veces a la cárcel. Pero en el libro sólo cuenta una, que se produjo en diciembre de 2023. —Fui a la cárcel dos veces en diciembre, en días casi consecutivos: fue un martes y un jueves, con un día de por medio. Narrativamente lo junté en una reunión porque no había paso de tiempo, realmente. Eso es un ajuste narrativo. —Una de las críticas que se le han hecho al libro es que haya usado como fuente solo a Bretón y el sumario judicial. En la primera parte, que es un autorretrato de Bretón, no ha hablado con sus exnovias o con gente que lo conociera… —Se habla del libro como si la gente quisiera que yo hubiera escrito otro libro. Y es que yo no quería escribir otro libro. No es un libro periodístico. No es un reportaje. Yo no estoy entrenado para eso. No sé dónde vive Carmen o Conchi [dos exnovias de Bretón]. Pero me da igual. No afecta en absoluto al libro, que es una pieza literaria. Y es una pieza literaria en la que hay toda una serie de hechos y de informaciones que yo he manejado, fundamentalmente el sumario del caso, en el que hay muchísima información, y luego el resto, el núcleo, era cómo alguien puede llegar a ese Mal con mayúsculas. Y ahí, que Conchi me confirme o me matice lo que Bretón dice… Lo que me interesa es cómo Bretón veía su vida. No es un libro documental. Es un libro literario. Es un libro de autor. Que no me digan cuál es el libro que yo tenía que haber hecho. —¿’El odio’ es el libro que quería escribir? —Sí. Con todos los errores que pueda tener, este es el libro que yo quería escribir. Era sentarme con José Bretón ahí y decirle: «¿cómo es posible que hayas llegado a odiar tanto como para matar a tus hijos? Cuéntame tu vida desde que naciste». Ese es el proyecto del libro.—El debate legal que suscitó ‘El odio’ era el de la colisión del derecho a la libertad de expresión o de creación con el derecho al honor y la intimidad de las víctimas.—Un juez dijo que no había ninguna colisión. Yo entiendo que si de repente en un libro hay algo que afecta al honor o a la intimidad de las víctimas se pueda impugnar, paralizar, obligar a cambiar. Lo entiendo. Pero es que aquí no lo hay. La abogada de Ruth tampoco se ha atrevido a poner una demanda expresa de intromisión en el honor. —La ministra de igualdad, Ana Redondo, dijo: «No se puede dar voz a los asesinos ni a quienes han quitado la vida a sus hijos».—Bretón tiene todos sus derechos íntegros, menos los que la sentencia dice: la libertad de movimientos y de poder dirigirse a Ruth directamente. Pero el resto de los derechos los tiene íntegros. El artículo 25.2 de la Constitución dice que el objetivo de las penas es la reinserción y que los presos mantienen los derechos fundamentales íntegros, salvo los que expresamente quedan limitados en las penas. ¿En qué sociedad estamos viviendo? (…) Me duele la barbaridad que dijo la ministra de Igualdad. En política muchas veces se habla para no callar, pero hay que tener un poquitín de inteligencia, yo creo.«Bretón tiene todos sus derechos íntegros, menos los que la sentencia dice: la libertad de movimientos y de poder dirigirse a Ruth directamente»—¿Entiende que la lectura de este libro le pueda hacer daño a Ruth, que leer el testimonio de Bretón le haga daño? —Si yo fuera Ruth no leería el libro, en ningún caso. Me hiciera daño o no. Pero el libro no está escrito para que lo lea Ruth, obviamente. A mí me encantaría que leyera el libro alguien de su confianza, alguien que lo pueda leer sin el dolor penetrante. Pero ni ella ni su madre… Ellos no tienen por qué leerlo. Eso es evidente. —En total, intercambió 59 cartas con Bretón para hacer este libro. ¿Ha omitido mucha información de esas cartas? —Sí, claro. Hay algunas cosas que probablemente sí que violaban un poco la intimidad o el honor. Y he quitado muchísimas cosas porque literariamente no me servían. —Llegó a Anagrama también por un escándalo con ‘La mujer de sombra’, un libro que Alfaguara decidió no publicar. —Al final del libro había algo muy parecido a lo de Gisèle Pelicot, pero con los hijos: un padre drogaba a sus hijos y los ponía a disposición sexual de otros. Era ficción. No había conflicto jurídico por ningún lado. Pero en aquel momento Alfaguara dijo que no publicaba eso, porque era un gran grupo.—Y entonces Anagrama lo publicó a pesar de la polémica, al contrario que ahora. —Hay una cosa que es muy llamativa. Cuando yo me voy de Alfaguara, Alfaguara es de un gran grupo, y Anagrama era una editorial independiente. Pero Anagrama ya no es una editorial independiente. Hace unos años la compró Feltrinelli. La capacidad operativa de un gran grupo ante la marabunta social es distinta, entre otras cosas porque toman el poder en buena medida los abogados.—Anagrama nació en 1969 y pronto se convirtió en uno de los símbolos de lucha contra la censura franquista. Ahora ha retirado voluntariamente un libro.—Yo contento no estoy, pero mis relaciones con Silvia Sesé [la editora de Anagrama] siguen siendo excelentes. Yo no me he ido de Anagrama. Es posible que mis siguientes libros los siga publicando en Anagrama. —¿Le gustaría seguir publicando con Anagrama? —Sí, sí. Yo obviamente no puedo estar de acuerdo con lo que ha ocurrido, pero Anagrama es una editorial maravillosa con la que yo tengo lazos personales de todos estos años. Y un conjunto de autores, además, con los que tengo buenas relaciones. No tendría ningún problema en seguir publicando con Anagrama.«Anagrama ya no es una editorial independiente. En estos casos, en los grandes grupos toman el poder en buena medida los abogados»—Mucha gente ha dicho que con Jorge Herralde al mando esto no hubiera pasado.—Yo no quiero decir eso, porque yo creo que Silvia Sesé es una profesional como la copa de un pino. Lo que puedo decir es que con Herralde siendo una editorial independiente, esto no habría pasado. —¿Definiría esto que ha ocurrido como censura? —Marina Perezagua escribió un artículo en ‘Jot Down’ diciendo que la censura hoy en día ya no se ejerce a golpe de decreto, sino de la forma más insidiosa: con el paternalismo moral, que viene disfrazado de respeto a las víctimas o sensibilidad institucional. Y creo que eso es lo que ha pasado. Y ha pasado también que vivimos en sociedades en las que cada trimestre hay que odiar a alguien. Hay gente que necesita odiar. El otro día miré los mensajes privados que tenía en Instagram y X… ¿Cómo es posible que gente que no te conoce de nada, que no ha leído tu libro, que solo ha leído dos titulares, tenga esta capacidad de odiarte de una manera tan pura, tan separada de cualquier duda? Ese libro lo voy a escribir. De todo esto yo creo que va a salir un ensayo.—¿Le ha sorprendido el silencio del mundo editorial con este caso? Muy poca gente le ha defendido en público… —No me ha sorprendido. Tiene que ver con esto. En el momento en el que hay una jauría desatada es muy difícil significarse. Yo sí he recibido muchos mensajes.—¿Por privado?—Sí, pero el levantar la voz… A mí me consta que en la Asociación colegial de escritores ha habido división de opiniones: eso sí me espeluzna. Que colegas y gente que escribe no hayan tenido esa empatía. —Por cierto: ¿ha hablado con Emmanuel Carrère? Su libro ‘El adversario’, donde él retrata a Jean-Claude Romand, que asesinó a toda su familia, es una de las referencias que más cita en ‘El odio’.—Me he estado escribiendo con Carrère. Él ya ha leído el libro. Y me ha dicho que a él no le pasó nada parecido cuando publicó ‘El Adversario’. Es verdad que eran otros tiempos, era 1998. No sé qué habría pasado en Francia ahora. —¿Y le ha gustado ‘El odio’ a Carrère? —Sí, sí. Lo ha leído en tiempo récord, en cuarenta y ocho horas. Se lo mandé el domingo y me contestó ayer [por el miércoles].«Carrère me ha dicho que a él no le pasó nada parecido cuando publicó ‘El Adversario’»—Salvo Borja Sémper, ningún político se ha pronunciado a su favor. ¿Qué le parece?—Yo he estado trabajando ahí [Luisgé le escribió durante un tiempo los discursos a Pedro Sánchez], sé perfectamente que en esos momentos… Ahí yo no tuve nunca ninguna esperanza. Sé que en esos momentos ir contra la jauría es despertar a todos los demonios. (…) Lo que me ha dolido de esto es que la mayoría del fuego haya sido fuego amigo. Pero esto no ha cambiado mi forma de ver las cosas. Ese puritanismo de la izquierda lo conozco desde hace tiempo y lo he padecido. No es algo que haya descubierto ahora.—¿Le ha escrito algún político?—Solo uno. Importante, pero solo uno. —Cuando pase la polémica, ¿va a intentar retomar el contacto con José Bretón? —Es una buena pregunta. Lo pensaba ayer. Debería, pero no lo sé.Al terminar la conversación, Luisgé Martín nos enseña una de las cartas que le ha enviado José Bretón. Es de enero de 2025, y en ella se queja del libro. «Estás en lo cierto, el libro no me gusta lo más mínimo. Lo poco que he leído no se ajusta a la realidad. Me jode que no cumplas al no terminar el libro con mi carta». Se refiere a una carta de arrepentimiento que redactó, pero que Luisgé decidió no incluir en el libro.

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