Destino Santa María la Mayor. El último recorrido por las calles de Roma del Papa Francisco ha tenido la misma meta que el de hace apenas un mes, cuando salía del Policlínico Gemelli después de 38 días de hospitalización . Llegaba entonces en el asiento del acompañante de un Fiat 500. Este sábado, el que ha alcanzado este destino final ha sido su cuerpo, ya sin vida, en el féretro acomodado en un papamóvil reconvertido en coche fúnebre.Hace un mes, todavía convaleciente y agotado, no llegó a bajar del coche y dejó un ramo de flores amarillas para que los canónigos lo depositaran a los pies de la Salus populi romani , el ícono de la Virgen María que la tradición atribuye a san Lucas. Hoy, sobre la explanada lo esperaban unas cuarenta personas: un grupo de pobres, necesitados, prostitutas y transexuales, a quienes ha dedicado, en estos doce años de pontificado, sus gestos más llamativos.Noticia Relacionada Ambos mandatarios han hablado de un «alto el fuego total e incondicional» estandar No Zelenski califica de «simbólica» su reunión en San Pedro con Trump y cree que «puede pasar a la historia» Susana gaviñaEllos le han dado su último adiós y han sido los últimos en despedirle antes de que el féretro con sus restos mortales ingresara en la basílica, donde ya una pequeña delegación de cardenales y los canónigos de Santa María la Mayor han sido los encargados del último responso y de la ceremonia de la ‘tumulación’, el momento en que el féretro ha sido depositado en la tumba excavada en el suelo en una de las pequeñas capillas laterales. Las imágenes del directo de la televisión vaticana se han centrado en ese momento en el icono de la Virgen y los exteriores de la basílica.Hasta ese momento, el calor por el Pontífice se congregaba en la plaza. Había abatimiento, pero también esperanza. Como desde que se conoció la noticia el pasado lunes. No ha sido un funeral de lágrimas y llanto, como tampoco ha ocurrido a lo largo de la semana. Al contrario. La presencia de muchos jóvenes, que en principio tenían prevista su participación en el mismo lugar y hora en la canonización de Carlo Acutis , suspendida por la muerte de Francisco, ha dado el toque de color entre el público, mientras que las autoridades respetaban el luto oficial. «Vinimos el miércoles por la noche y aún pudimos pasar a la capilla ardiente. Ayer fuimos a Monza a ver el cuerpo de Acutis, y hoy hemos podido estar aquí », nos cuentan unos jóvenes de Bachillerato de un instituto de Aluche (Madrid), que han venido acompañados por su profesor de Religión, el padre José Luis.Aun así, al público, en un ejercicio literal de emoción contenida, les ha costado arrancarse, pero incluso han llegado a aplaudir la homilía del cardenal decano , Giovanni Battista Re, que ha presidido la celebración. Y eso que no se lo ha puesto fácil. El texto ha pecado de plano, un elenco de acontecimientos de la vida de Francisco con escasa emotividad, pero que el público ha sabido agradecer cuando ha hablado de la Iglesia como «casa de todos», el primer viaje a Lampedusa, o el mensaje que transmitió en Ciudad de México, donde de nuevo se ha comprobado la fuerte presencia pública de los católicos iberoamericanos.Sin embargo, los aplausos se han convertido en un mensaje público hacia los mandatarios , cuando el cardenal Re ha recordado cómo Francisco «elevó incesantemente su voz implorando la paz e invitando a la sensatez». Las aclamaciones populares justo en ese momento han servido para amplificar el mensaje, teniendo en cuenta que Trump y Zelensky las escuchaban desde la parte más próxima del altar. «Construir puentes y no muros» es otra de las frases que ha recordado Re y que tenía un destinatario muy concreto a apenas unos metros.Tras finalizar la eucaristía, a las 12:28, el cuerpo de Francisco abandonaba definitivamente el Vaticano a bordo del papamóvil reconvertido en coche fúnebre. Ha sido un recorrido de poco menos de una hora, a una velocidad ligeramente por encima del «paso humano» que habían anunciado en el Vaticano. Sin embargo, los miles de fieles que se congregaban en todo el recorrido han tenido una última oportunidad de despedirse de Francisco, apostados en las vallas que sellaban el recorrido desde horas antes.«No he podido asistir al funeral y he preferido esperarle aquí, para verlo más de cerca» , nos cuenta un seminarista keniano que lleva desde las diez de la mañana en la zona cercana al Coliseo. «Le admiro mucho, porque su pontificado, más que un proyecto, es un proceso», afirma conmovido. Ciertamente, con 22 años, el pontificado de Francisco ha marcado su vida de vocación. Ahora, tras despedirle «da vicino», tendrá que aprender a vivir bajo otro Papa.Un paseo ‘muy romano’ hasta Santa María la MayorAnte el acto de la plaza de San Pedro, el tránsito hasta Santa María la Mayor ha sido un momento muy romano , la última despedida a quien era su obispo. En ese sentido, ha sido una despedida doméstica, al pastor cercano, casi al párroco. Muchos romanos, conscientes del caos que se vive en torno al Vaticano en estos eventos, han preferido seguir el funeral por la televisión, y, poco antes de que finalizara, comenzaban a llenar el recorrido.Es el caso, a medias, de Katie y Eduardo. Él, madrileño de Chamartín, vive en Roma desde su matrimonio. Lleva mucho tiempo queriendo que sus abuelos vengan a verle, y la fecha que finalmente acordaron era esta semana de Pascua. «Son muy creyentes y quisieron vivir la Semana Santa en casa y han llegado hace unos días, en principio para estar con nosotros y hacer algo de turismo», nos cuenta.Al final, se han encontrado con una experiencia que no esperaban, pero quizá haya sido mejor así. «Con este, ya hemos visto morir a siete papas. Éramos muy pequeños, pero todavía nos acordamos del entierro de Pío XII, nos cuenta Manolo. «Yo no soy quien para juzgar al Papa, porque en todo lo que ha hecho le ha guiado el Espíritu , como espero que también le guíe a quien le suceda», explica cuando le pedimos una valoración de su pontificado. «Yo lo que llevo peor es estar plantada tanto rato», dice Pilar, mientras su nieto Eduardo la mira con cara de sorpresa. «¡Pero si soy yo quien no les puede seguir el ritmo!», le replica su nieto con una sonrisa.

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