Doscientos mil peregrinos han rezado, aplaudido y llorado ante el ataúd del Papa Francisco, en un funeral de Estado que ha mantenido la solemnidad vaticana a pesar de los elementos de sobriedad que introdujo el Pontífice. Una ceremonia presidida por el cardenal decano Giovanni Battista Re , que han seguido en primera fila más de 150 delegaciones, encabezadas por los Reyes de España, el presidente de EE.UU. Donald Trump acompañado de su esposa Melania, Emmanuel Macron acompañado de Brigitte, y Javier Milei.Antes de la misa, los hombres y mujeres más poderosos del mundo han desfilado uno a uno ante los restos del Papa Francisco, un ataúd situado a pocos metros de la tumba de San Pedro ante el altar de la Confesión. Y cuando ellos ya estaban acomodados en sus asientos en la plaza —en el momento en que se ha enfocado en las pantallas gigantes la figura de Volodímir Zelenski los católicos presentes lo han recibido con un caluroso aplauso—, dentro de la basílica, se han acercado hasta el ataúd y lo han acariciado por última vez los tres secretarios del Papa y su enfermero, que han besado el féretro con ternura.Noticias relacionadas estandar Si Entre aclamaciones Roma se despide de su obispo: «Con este, ya hemos visto morir a siete Papas» José Ramón Navarro-Pareja | Enviado especial en el Vaticano estandar No En Santa María La Mayor Pobres, inmigrantes y transexuales reciben el féretro del Papa Xavier Vilaltella estandar No Más de 150 delegaciones internacionales Los Reyes con Trump o emoción en San Pedro: las imágenes que deja el funeral ABC vertical No En imágenes De Buenos Aires a Pekín: así han seguido los fieles el funeral por todo el mundo ABC A las diez en punto, los doce sediarios lo han cargado en hombros y han recorrido toda la nave central de la basílica de San Pedro para llevarlo hacia la plaza. A ambos lados del pasillo de más de 200 metros de largo, unos 180 cardenales le han escoltado, mientras parecía que lo abrazaban los rayos de sol que se colaban por las vidrieras de la basílica.El funeral del Papa Francisco, en imágenesLa plaza de San Pedro ha vivido en silencio la entrada del cadáver, silencio interrumpido por el paso de los sediarios y el tañido de la campana de difuntos. Sobre el ataúd se dispuso un Evangelio, para recordar el motor que guio sus pasos. Al lado, un cirio pascual que simboliza la fe en la Resurrección. En la homilía , el cardenal decano Giovanni Battista Re, el mismo que en el último cónclave, el 13 de marzo de 2013, preguntó al cardenal Bergoglio si aceptaba su elección, hizo un retrato con los grandes trazos de su Pontificado y sus gestos. «Su carisma de acogida y escucha, unido a un modo de comportarse propio de la sensibilidad actual, tocó los corazones, buscando despertar las energías morales y espirituales», ha sintetizado en una de sus pinceladas. «Fue un Papa en medio de la gente, con el corazón abierto a todos. Fue también un Papa atento a lo nuevo que surgía en la sociedad y a lo que el Espíritu Santo suscitaba en la Iglesia», ha añadido. En su opinión, «tenía una gran espontaneidad y una manera informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia».«Santos con cara de vinagre»Junto al ataúd del Pontífice y ante líderes mundiales, representantes de otras religiones, cardenales, obispos y peregrinos de todo el mundo, lo que ha dicho a los cardenales se ha interpretado como el marco del presente y el camino del futuro de la Iglesia: la «prioridad de la Evangelización», la «impronta misionera», «la alegría del Evangelio» pues, -él decía- no se puede ser «santos con cara de vinagre», «la convicción de que la Iglesia es un hogar para todos con las puertas siempre abiertas», la Iglesia como hospital de campaña después de una batalla en la que ha habido muchos heridos».Mirando al futuro, se ha referido a «una Iglesia deseosa de ocuparse con determinación de los problemas de la gente y de las grandes aflicciones que laceran el mundo contemporáneo; una Iglesia capaz de inclinarse sobre cada hombre, más allá de cualquier credo o condición, curando sus heridas». «Jesús le confió la gran misión: «Pastorea mis ovejas». Esta será la tarea constante de Pedro y de sus Sucesores, un servicio de amor en la estela del Maestro y Señor Cristo que «no había venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos»», ha añadido, con un guiño a los cardenales entre los que está el próximo Pontífice.Para que le escucharan los líderes mundiales, ha mencionado como si fuera un álbum de fotos de los grandes gestos de Francisco, a «los refugiados y desplazados» -palabras que han provocado un enorme aplauso entre los peregrinos, sus viajes a «Lampedusa, una isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar», a Lesbos y «a la frontera entre México y Estados Unidos», y la importancia de «construir puentes y no muros». Aplausos por la pazEl mayor aplauso lo han suscitado su recuerdo sobre la paz, sus llamadas «a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar posibles soluciones, porque la guerra –decía– es sólo muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas». «La guerra siempre deja al mundo peor que antes: siempre es una derrota dolorosa y trágica para todos», ha recordado.«El Papa Francisco solía concluir sus discursos y encuentros diciendo: ‘No se olviden de rezar por mí’. Querido Papa Francisco, ahora te pedimos que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como hiciste el domingo pasado desde el balcón de esta Basílica en un último abrazo con todo el pueblo de Dios, pero idealmente también con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y mantiene en alto la antorcha de la esperanza», le ha despedido el cardenal Giovanni Battista Re.Títulos más sencillosEn las rúbricas de la misa se han eliminado palabras como «Romano Pontífice» y se han usado títulos más sencillos, como «Papa», «Obispo de Roma» y «Pastor». La larga ceremonia ha concluido con el rito de la «Ultima comendatio e valedictio», la triple despedida de los restos del Papa. Se trata de una primera bendición impartida por el vicario de Roma, Baldo Reina; una segunda impartida por el Patriarca José I Absi en nombre de los católicos orientales, que son los que no siguen la tradición latina; y una tercera impartida por Giovanni Battista Re en nombre de toda la Iglesia. La elección de José I Absi es muy expresiva. Es patriarca de Antioquía y todo el Oriente, Alejandría y Jerusalén de los Melquitas, nació en Damasco hace 78 años y preside Caritas en Siria, donde gestiona cuarenta proyectos de ayuda en Damasco, Alepo y Al-Hasaka. Él ha incensado el ataúd, mientras el coro entonaba letanías en arameo y en griego.«El Papa Francisco solía concluir sus discursos y encuentros diciendo: ‘No se olviden de rezar por mí’»A las doce el ataúd ha regresado a la basílica. Es la misma hora a la que se asomaba cada domingo a ese mismo lugar. Se marcha Francisco, sus restos serán llevados en unos minutos a la Capilla de Santa María la Mayor. Termina un Pontificado con el aplauso de los líderes del mundo, muchos de los que no le escucharon en vida, le dan un último reconocimiento. Quizá lo escucharán ahora que está muerto.

Leave a Reply