Fue nombrado obispo por Pablo VI, arzobispo y cardenal por Juan Pablo II, amigo y colaborador directo de Benedicto XVI y, con Francisco, le llegó la etapa de su jubilación, aunque todavía como presidente de la Conferencia Episcopal, fue el primero en invitarle a que visitara España. Antonio María Rouco Varela (Villalba, 20 de agosto de 1936) ha participado en los últimos dos cónclaves y acaba de llegar a Roma para participar en el funeral del Papa Francisco y en las congregaciones de cardenales. Atiende a ABC en el colegio español de Montserrat, en donde reside estos días.–¿Cuáles son sus sentimientos en este momento?–Primero, de gratitud al Papa por el servicio a la Iglesia, que incluye siempre el servicio al mundo, entendiéndolo de una manera amplia, como una humanidad que camina en la Historia y en la cual la persona es la protagonista. Y luego, pedir a quien dirige a la Iglesia, que es el mismo Señor a través del Espíritu Santo, que el nuevo Papa continúe fielmente la gran tradición magisterial, disciplinada, apostólica y pastoral de lo que ha sido la trayectoria de los papas, sobre todo en los siglos XX y XXI.–Quizás sea demasiado pronto, pero así a vuela pluma, ¿cuál es el primer balance que hace del pontificado de Francisco?–El Papa Francisco ha querido continuar con fidelidad la línea de gobierno en la Iglesia postulada por sus predecesores. Desde el punto de vista magisterial, ha comenzado con una encíclica que estaba preparándose en los últimos meses o años del pontificado de Benedicto XVI. Y lo ha acabado con una encíclica sobre el Sagrado Corazón de Jesús, que tenía un antecedente desde el bello lenguaje teológico de Benedicto XVI en su primera encíclica, en que terminaba cada capítulo haciendo una referencia al corazón de Cristo. De esta manera, hay una conexión entre la primera encíclica de Benedicto XVI y la última del Papa Francisco. Creo que a la hora de hablar de las sucesiones de los papas es importantísimo fijarse en la continuación fiel y creativa del Magisterio.–Algunos hablan de continuidad en los pontificados, mientras otros de ese movimiento pendular con el que avanza la Iglesia. ¿Qué hay de cada uno de ellos entre Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco?–Pendularidad a mí no me parece una buena expresión. Para captar lo que ha sido la sucesión de los últimos papas, ni tampoco para la teología de la historia de los romanos pontífices. Si se puede hablar de un péndulo para la Iglesia del siglo XX y XXI, ese es el Concilio Vaticano II . El gran programa de renovación de la Iglesia es el Vaticano II. Y ahí es donde hay que fijarse para entender todo lo que ha pasado hasta ahora.Noticia Relacionada estandar Si Salen a la luz dos cartas del Papa que impiden que Becciu vaya al Cónclave José Ramón Navarro-Pareja | Enviado especial al Vaticano Según informa un medio italiano, este jueves se conoció en la asamblea diaria de los purpurados dos documentos de Francisco que ratifican su decisión y bloquearían la participación del cardenal en el proceso–¿Por qué el Papa Francisco nunca viajó a España?En mi última actuación como presidente de la Conferencia Episcopal, en 2014, fue invitarlo a que viajara a España. También se lo había dicho en mi primer encuentro con él, pocas semanas después de su elección. Nunca dijo que no, pero tampoco dijo que sí. Diríamos que actuó como un gallego, aunque ni lo era ni tenía orígenes gallegos.–Pero él llegó a decir que iría cuando hubiera «paz» y luego aclaró, en la entrevista que concedió a ABC, a que se refería a paz entre los obispos españoles. ¿Estaba ahí el problema?–No creo. Nunca ha habido guerra entre los obispos españoles. No podemos fijarnos en una frase concreta para entender la relación de Francisco con la Iglesia en España. Yo creo que la mejor clave es que no ha visitado los grandes países de Europa Occidental y Norteamérica sólo porque tuvo que presidir el Encuentro Mundial de las Familias. El Papa Francisco no estuvo en París, ni en Londres, ni en Berlín. Y en Lisboa , si no hubiera sido por los jóvenes, tampoco hubiera estado. En ese contexto hay que interpretar y valorar que no haya venido a España.–El Papa ha nombrado a dos religiosas al frente de un dicasterio y el Governatorato de la Ciudad del Vaticano, y eso plantea una discusión canónica sobre si la titularidad para gobernar se deriva de la consagración episcopal —a la que no puede acceder una mujer o un laico— o es el Papa el que delega ese poder. Usted ha participado activamente en este debate, ¿Cómo lo valora?–Sí, hay un debate, pero el Concilio Vaticano II ya lo ha resuelto. Lo que se denomina la ‘potestas’, que es un sujeto propio e intransferible, es de Pedro en los doce y sus sucesores. Y la transmisión de esa sucesión se hace sacramentalmente, a través de una acción en la actúa el mismo Señor. El origen de la ‘potestas’ en la Iglesia es su fundador, el Señor. Y lo que se ejerce es su autoridad, por aquellos a los que Él ha confiado la autoridad. Todo el ejercicio de la ‘iurisdictio’ le corresponde exclusivamente a los que han recibido el sacramento del orden. El poder de la Iglesia no viene de los fieles, eso no es poder, es ministerio, es servicio.–En ese sentido, ¿puede haber algún problema legal si un laico o una religiosa firman asumen un dicasterio o un cargo similar?–Evidentemente, no puede ejercer jurisdicción. Si consideramos los dos hechos de los que el Papa Francisco ha sido protagonista en los últimos meses, como el nombramiento de la prefecta para Vida Consagrada, después nombró un pro-prefecto, que es obispo. Y luego nombró una gobernadora, y eso sí, no tiene problema ninguno, porque el poder civil en la Iglesia lo puede ejercer cualquiera. Tampoco habría problema en los que se dedican a los medios de comunicación, o a la administración de los bienes temporales de la Santa Sede; tampoco hay problema teológico en ello. El problema es cuando se trata de ejercer poder apostólico en los dicasterios que se ocupan de esas materias específicas.–Ocurre igual con la participación de laicos y religiosos en el Sínodo.Si, está también condicionado por ese factor. El Papa luego, a través de un acto personal, lo hizo suyo, pero a través de un acto de magisterio ordinario. Toda la Iglesia es responsable de la fe, pero la responsabilidad a la fidelidad, a su trasmisión, a su testimonio, a su difusión misionera tiene como eje central el mandato apostólico. Y el Señor a quien envió fue a los doce.Además, ni siquiera cuando era el sínodo de los obispos tenía autoridad universal en la Iglesia. También en ellos han participado muchos laicos y presbíteros e incluso miembros de otras confesiones cristianas como asesores o en los grupos de trabajo. El punto de partida fue el Vaticano II y la fórmula que arbitró San Pablo VI se fue perfeccionando, pero no hasta el punto de decir «los seglares también votan». Ese sínodo no tiene autoridad si el Papa no se la da. Para hablar de un sínodo como organismo último del Magisterio y de los grandes principios del gobierno de la Iglesia, hay que hablar de concilio ecuménico. La fórmula plena del sínodo es un concilio, que es la reunión de todos los obispos con el Papa.–Cuando estaba hospitalizado, el Papa Francisco decidió la continuidad del Sínodo de la Sinodalidad y con ello, entiendo que la concreción de algunas cuestiones polémicas que han quedado abiertas, como la relación de la Iglesia con el colectivo LGTBI, el diaconado femenino o el celibato opcional. ¿Cómo debe afrontar el próximo Papa estas cuestiones?–Creo que están cerrados. El Papa no quería abrirlos en ese sentido. Lo dijo también varias veces.–¿Y cuál es el perfil que en estos momentos piensa que debe tener el próximo Papa?–Yo creo que hay que fijarse en los textos evangélicos sobre Pedro. El primero en el que le dice «confirma en la fe a tus hermanos». El segundo texto es el de San Mateo, cuando Jesús le dice «tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi iglesia», pero también con los apóstoles. El tercero es cuando le dice «apacienta a mis ovejas». Me gustaría que el nuevo Papa se ajuste lo más posible a esos criterios, entonces será un gran Papa.Noticia Relacionada especial No El minucioso mecanismo del Cónclave j. de velasco, j. torres y j. martínez-brocal El proceso incluye detalles como el número de escrutinios o la forma de doblar las papeletas–¿Ha visto la película ‘Cónclave’?–No, porque me iba a disgustar. Sabía que no iba a tener mucho que ver con lo que es un cónclave real. Cuando has vivido dos cónclaves, dices: «no es así». Me preguntaban si en el cónclave se habla y se discute. Que va. Entramos rezando en silencio y nadie dice nada. Se vota y nos marchamos para Santa Marta. No es un parlamento, es un momento de votación.–Se habla de conservadores y progresistas, incluso de que Trump estaba intentando imponer su candidato, de la influencia política desde fuera. ¿Es así?–Somos hombres y pecadores como todo el mundo. Podemos tener fallos, y podemos pecar, pero la responsabilidad nuestra, como cardenales, que es elegir al Papa, se mide por otros criterios y nadie piensa en otro interés que en que el Papa sea un buen pastor, un buen obispo de Roma, un pastor de la Iglesia universal, que nos ayuda a todos a anunciar a Cristo, a celebrar, a vivir sus sacramentos y para la salvación del mundo y de las almas. Es una expresión que está muy fuera de la moda, pero lo que significa es de una importancia enorme, que a veces también se olvida.

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