No se habla de otra cosa: en las terrazas, los autobuses, las tiendas… «¡Vaya con el día de ayer!», exclama Maruja, una señora muy coqueta que no quiere decir su edad, mientras compra un par de rodajas de merluza en el mercado de la Cebada, en el centro de Madrid. «Fue increíble». Este histórico mercado amaneció sin problemas. No ocurrió lo mismo en el Mercado de Chamartín que hasta las diez de la mañana no pudieron ponerse en marcha, ya que la electricidad aún no había llegado. La jornada de ayer fue, sin duda, un día que será difícil olvidar. Más de doce horas sin electricidad el desconcierto primero, seguido de caos e incertidumbre por no saber cuándo iba a volver la luz después, hicieron que muchos establecimientos y mercados cerraran antes de tiempo. Algunos locales, como las pescaderías, tuvieron suerte. Era lunes y la mayoría no abría. «Los lunes cerramos y además no tenemos mucho genero», explica Pedro que regenta una pescadería en el centro comercial La Paloma, a pocos metros de Puerta de Toledo. «Los sábados dejamos muy poco pescado y las cámaras bien cerradas, así que el género que había aguantó bien todo el día«, explica mientras atiende a los clientes. La luz volvió pasada la media noche, pero si hubiera durado un día más, ahora estaríamos hablando de pérdidas mucho más grandes. «Somos capaces de aguantar 24 horas, no más. Si hubiera durado más el apagón sí que hubiéramos perdido todo el género». Una situación similar se vivió en el bar contiguo La Paloma, famoso por sus mariscos frescos. Alfredo, el dueño, en cuanto vio que la luz no volvía cerró el bar. «A las tres nos fuimos para casa, no podíamos hacer más», comenta. No hubo más problemas que el no poder pagar con tarjeta y el género tampoco sufrió la falta de luz: el hielo y las cámaras funcionaron para mantenerlo fresco. Se puede comprobar en la barra: gambas, mejillones y ostras que bien merecen el albariño que sirve Alfredo a un cliente mientras charla con ABC.Noticia Relacionada estandar No Los colegios de Madrid abren sin dar clases: «Tener un sitio para los niños es un alivio» Amina Ould Hubo centros que esperaron hasta la noche para que los padres llegaran a recoger a sus hijosEsta fue la cara. La cruz de la jornada la vivieron establecimientos como carnicerías o heladerías, que sí tenían género fresco y contabilizan en miles de euros las pérdidas. Aunque no solo por la falta de electricidad, sino también por pillajes y hurtos de algún que otro maleante que aprovechó el caos. «Se llevaron un montón de botellas. Botellas de whisky, escondidas en las mangas y vino mientras estábamos atendiendo como podíamos a las persona», cuenta Ovidio, trabajador de una charcutería y carnicería de la calle Toledo.Día de inventariosEl día fue una locura en este establecimiento: no podían cobrar, tampoco pesar, así que recurrieron a la técnica del peso en mano: «Calculando a ojo tuvimos que estar durante un tiempo», dice. Ovidio. «Durante la mañana estuvimos vendiendo lo que tenemos envasado al vacío con su peso y su precio, pero los fiambres no se podían tocar. Mucha gente venía a que le diéramos algo para comer, y como no tenían dinero les fiábamos». Es difícil todavía hablar de cuánto se ha perdido, pero en esta charcutería calculan en más de mil euros, sobre todo por los robos. En pleno inventario de pérdidas se encontraban en una heladería. Aquí, ni cámaras frigoríficas ni hielos salvaron el producto . «Hemos perdido más de 400 litros de helado», comenta David, uno de los trabajadores. Perder el frío en un local como este es sinónimo de desastre. «Aún es temprano y estamos haciendo cálculos, pero las pérdidas van a ser enormes».No solo es lo que se perdió, también lo que no se vendió. Sergio Montero, propietario de una casquería en el Mercado de Chamartín lamentaba «haber perdido todo el día de ventas». Él, como todos sus compañeros, se acostó angustiado pensando el todo lo que iba a tener que tirar al día siguiente. «Hemos perdido más o menos 500 euros del género que ya no se puede vender», entre los que se encuentra principalmente productos delicados y que deben estar a más baja temperatura que la carne, como el hígado, explica Montero. Ahora, le toca luchar con las aseguradoras. Tarea quizás más complicada que la de hacer frente al apagón.Aunque muchos pasaron la tarde intranquilos pensando en sus negocios, otros actuaron rápido: «Cogimos el género y lo llevamos hasta el Mercado de Prosperidad, donde tenemos otra cámara más grande». Sin embargo, son conscientes de que en ese momento las ventas podrían haber tenido un piso. «La psicosis vende y si hubiéramos podido mantenerlo abierto no nos hubiera quedado nada en todo el mercado», dice otro trabajador del mercado. Nadie sabe si lo hubieran vendido o no, pero sí que unas horas más sin luz hubiera sido fatal. «Llegan a ser más de 24 horas y estaríamos arruinados».

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