Esperó cien días Donald Trump para su primer despido en la Casa Blanca. El asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz , y su adjunto, Alex Wong , abandonaron este jueves sus cargos en la Casa Blanca , en lo que se ha presentado oficialmente como una reorganización interna. Sin embargo, la realidad es distinta: Waltz ha sido destituido tras protagonizar un escándalo que expuso información confidencial sobre operaciones militares en Yemen. Su error fue incluir por accidente al periodista Jeffrey Goldberg en un chat en principio restringido de altos funcionarios, algo desató una crisis interna, puso en evidencia fallos graves en la gestión de la seguridad nacional y acabó con la paciencia de Trump. No se trata de una salida voluntaria ni de un relevo programado, sino de un despido en toda regla. La señal fue clara: minutos después de que se filtrara la noticia, Donald Trump apareció en la rosaleda de la Casa Blanca para dar un discurso sobre religión ante su gabinete y varios invitados. Elogió uno por uno a sus nuevos incondicionales – Marco Rubio como secretario de Estado, Pam Bondi como fiscal general–, pero no dedicó una sola palabra a Mike Waltz. Su ausencia fue clamorosa. Waltz, que desde los inicios del trumpismo se había presentado como uno de sus portavoces más leales en política exterior, quedó oficialmente borrado.Este jueves, tras las filtraciones de la sustitución de Waltz, el propio Trump confirmó que el ya el exjefe de Seguridad Nacional ha sido nominado para ocupar el cargo de representante de EE.UU. ante las Naciones Unidas. En un mensaje en la red Truth Social, el presidente justificó el nombramiento afirmando que Waltz «ha trabajado duro por los intereses de nuestra nación» y que hará lo mismo en su nuevo rol.Noticia Relacionada estandar Si Ucrania firma con EE.UU. el pacto para ceder sus recursos naturales David Alandete | Corresponsal en WashingtonEl puesto de embajador ante la ONU había quedado vacante semanas atrás, cuando la nominada original, la congresista Elise Stefanik, se vio obligada a retirarse para conservar su escaño en la Cámara de Representantes, donde los republicanos mantienen una mayoría precaria.En lugar de Waltz, Trump anunció que el actual secretario de Estado, Marco Rubio, asumirá también las funciones de asesor de Seguridad Nacional de forma interina, acumulando ambos cargos. «Mientras tanto, el secretario de Estado Marco Rubio ejercerá como asesor de Seguridad Nacional, al tiempo que continúa su fuerte liderazgo en el Departamento de Estado», escribió Trump. No es la primera vez que Rubio ocupa vacantes clave en esta administración: en febrero fue nombrado también director interino de USAID y archivista nacional, cargos que más tarde desaparecerían como parte del plan de reducción del gasto.Antes de ser nombrado asesor de Seguridad Nacional, Waltz era un diputado conservador por Florida, veterano condecorado de las Fuerzas Especiales del Ejército y una de las voces más duras del ala trumpista en política exterior. Graduado en la Universidad de Virginia, sirvió en Afganistán y trabajó como asesor en el Pentágono durante la presidencia de George W. Bush . Se convirtió en una figura habitual en Fox News y otros medios conservadores, donde defendía una línea intervencionista y muy hostil hacia Irán, China y los grupos armados en Oriente Próximo. Se da la circunstancia de que el probable sucesor de Waltz es alguien que representa la dirección opuesta: un funcionario que ha liderado el reciente acercamiento secreto entre Estados Unidos e Irán. Michael Witkoff encabeza el equipo técnico estadounidense en las negociaciones nucleares en Omán. Bajo su coordinación, Washington e Irán han sostenido conversaciones prolongadas para intentar recuperar un acuerdo que limite el enriquecimiento de uranio a cambio del levantamiento parcial de sanciones.Mientras Waltz defendía endurecer la postura militar contra Teherán, su posible reemplazo busca abrir un canal diplomático para evitar una escalada. El giro no solo refleja una corrección táctica tras el escándalo de los mensajes, sino también una inflexión estratégica dentro del Consejo de Seguridad Nacional. Una Casa Blanca que prometía firmeza frente a sus enemigos exteriores podría estar, por necesidad, recurriendo al pragmatismo en la línea de los años de Barack Obama.El escándalo que le derribó, conocido ya en Washington como el ‘Signalgate’, estalló cuando el ya exasesor de Seguridad Nacional incluyó por error al periodista Goldberg, director de ‘The Atlantic’, en un chat privado de Signal donde altos funcionarios discutían detalles operativos de un posible ataque contra los hutíes en Yemen. Goldberg reveló la existencia del grupo y, tras los desmentidos oficiales, acabó publicando la información clasificada, una vez los ataques se habían materializado. Ese fallo de seguridad expuso a Waltz y lo dejó sin defensa. Aunque Trump intentó apoyarlo públicamente, en privado mantuvo un profundo recelo: nunca entendió por qué su asesor tenía al periodista en su lista de contactos personales. Ese detalle, más que la filtración en sí, fue lo que le ha hecho caer.Diferencias entre los mandatosA diferencia de su primer mandato, en el que vivió una rotación fulminante de cargos desde el primer día –con seis asesores de Seguridad Nacional (dos en funciones), cuatro jefes de gabinete– Trump ha esperado cien días para ejecutar su primer relevo de alto nivel. En aquel periodo inicial, su obsesión por la lealtad absoluta lo llevó a una sucesión caótica de despidos, dimisiones forzadas y enfrentamientos públicos, reflejo de una Casa Blanca marcada por la desconfianza interna. En este segundo mandato, Trump ha prometido estabilidad y afirma estar plenamente satisfecho con su equipo, hasta con las opciones más controvertidas, como su secretario de Defensa, Pete Hegseth. Sin embargo, la salida de Waltz rompe esa imagen: muestra que, pese al control reforzado, las fracturas siguen apareciendo cuando se cruza una línea para el presidente inaceptable, sobre todo hablar con la prensa. Se da la circunstancia de que, apenas una semana antes de este despido, Trump recibió en el Despacho Oval al propio Goldberg, el periodista metido en el escándalo, para una entrevista formal y también para una conversación privada a puerta cerrada. Según varias fuentes conocedoras del encuentro, la reunión fue más larga de lo previsto y abordó temas sensibles sobre ese fallo seguridad nacional. Pocos días después, se confirma la salida de Waltz. En los pasillos del Ala Oeste, pocos dudan de que aquel encuentro selló definitivamente su destino.Hegseth resisteAunque fue el secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien compartió en el chat de Signal –en el que se añadió por error a un periodista– todos los detalles de un ataque inminente contra los hutíes en Yemen, el que ha pagado los platos rotos ha sido Mike Waltz. La diferencia está en la lealtad percibida por Trump. Hegseth, que arrastra sus propios problemas –incluidos otros chats en Signal, una aplicación a la que le tiene gran afición– ha sabido defender su posición argumentando que su caída supondría un golpe directo al presidente. Ha logrado consolidarse como una prolongación suya, como una apuesta personal, mientras que Waltz es visto por muchos en el entorno del presidente como un vestigio del viejo neoconservadurismo republicano.

Leave a Reply