Cuando Magdalena despertó de madrugada, debido al dolor y con parálisis en la pierna izquierda, hacía quince días que le había sido inoculada la segunda dosis de la vacuna Pfizer. Tardaría varios meses, muchos médicos e innumerables síntomas que han minado sensiblemente su salud en saber que ambas cosas estaban relacionadas. Era junio de 2021 y, junto a Joan, su pareja, se encontraba en El Hierro , donde se habían instalado recientemente para realizar su sueño: impulsar la creación de un pequeño centro de arte contemporáneo. Ahora vive en un apartamento en Palma de Mallorca del que apenas puede salir porque no tiene fuerzas para hacerlo, porque no siempre sus piernas responden. Magdalena Ferragut tiene 46 años recién cumplidos y el historial clínico de una anciana. Ese día cambió su vida. Diagnóstico: síndrome posvacunal agudo contra el Covid-19 (PVACS, acrónimo del inglés ‘Post-Acute Covid-19 Vaccination Syndrome’). «Mi cuerpo es otro». Lo dice varias veces mientras enumera los síntomas que, desde esa madrugada de junio, se han ido acumulando: dolor, pérdida de fuerza, debilidad, fatiga, incontinencia urinaria, pérdida de masa muscular, entumecimiento, hipersensibilidad dérmica , deterioro cognitivo… «No fue hasta unos meses después, tras muchas pruebas y medicación, y ya en Mallorca, durante un ingreso, que me preguntaron por la fecha en la que me inocularon la vacuna. Y concluyeron que se trataba de mielitis transversa por vacuna Covid. Me recomendaron neurorehabilitación y silla de ruedas», explica. El peregrinaje (de médico en médico, tratamiento tras tratamiento), después de abandonar Canarias para poder ser atendida en las mejores condiciones se alargará hasta lo indecible. «Lo teníamos todo, iba a ser un espacio muy especial, contábamos con el apoyo de las autoridades , teníamos subvenciones concedidas, los permisos. Estábamos volcados e ilusionados en la recta final de ese proceso de trabajo del que era nuestro gran proyecto», recuerda.Noticia Relacionada Sevilla al día opinion Si El Covid empezó en Albaida Javier Macías El PSOE ha creado una macroestructura para defender el castillo con la afiliación en el voto para mantener esa red clientelar que genera miles de empleos«Y estalla la pandemia. Y yo me vacuné por responsabilidad social y por solidaridad. Porque estábamos en un momento en el que no sabíamos lo que ocurría, había mucho miedo, teníamos gente mayor y niños a nuestro alrededor y me parecía que era lo correcto. Yo tenía mis dudas, pero pensé que hacía lo mejor para todos», explica. «No saben la causa, por qué a unos nos ha afectado y a otros no. También se habla de lotes , que hay lotes de vacunas en los que hay una mayor incidencia de casos. Pero no hay nada concluyente, pese a que hay muchos estudios al respecto», explica. Y es entonces cuando no puede evitar hacerse preguntas, y buscar e indagar por su cuenta. «Y empiezas a encontrar testimonios de gente, en la otra punta del mundo, que describe exactamente los mismos síntomas que tú tienes, que le está pasando lo mismo con los médicos , que se ve en la misma situación en la que estás tú», cuenta. «Por un lado sientes alivio, porque ves que no te estás volviendo loca, que lo que te está pasando es real y que ocurre, que hay una causa. Pero por otro es un sentimiento de desamparo, de que nadie sabe qué hacer con nosotros. Y yo no creo que haya maldad, pero la solución no puede ser derivarnos a Psiquiatría y olvidarnos». Carta al ministerioEn su desesperación, hace dos años, Magdalena remitió una carta a la ministra de Sanidad, Mónica García (Sumar), pensando que serviría de algo. «(…) Soy afectada por la vacuna Covid, mielitis transversa y una cascada de afectaciones y síntomas que, a día de hoy, después de casi dos años y medios de la vacunación, no paran. Es más, se acrecientan. Tengo 44 años pero vivo en el cuerpo de una anciana y no soy la única, Mónica, somos muchas, la mayoría mujeres; sufrimos una degeneración activa que nadie sabe con certeza cómo frenar y, algo muy preocupante, los médicos no nos creen y la tónica mayoritaria es derivar a Psiquiatría por trastorno funcional (…)». No obtuvo ninguna respuesta. Terminaba así: «Ministra, necesitamos ayuda, por favor , se lo suplico, por mí y por muchos. Ayúdenos». En esa misiva se hacía referencia a la multitud de estudios al respecto que se están llevando a cabo en Estados Unidos y Alemania, a los médicos y científicos que intentan ayudar, investigar y divulgar, muchos de ellos a costa de ser señalados de conspiranoicos y de desinformar, de propagar bulos. «Nos encontramos también con esa otra traba, que es la de la ideología. Muchos de los antivacunas consideran que nos lo merecemos, por habernos vacunado. Que nos está bien empleado. Y, en el otro lado, muchos no quieren reconocer que esto está ocurriendo, por si eso da la razón a los otros o empuja a gente a desconfiar de las vacunas de ahora en adelante, y prefieren mirar para otro lado y silenciarnos». Prosigue: «Y en medio estamos nosotros, que lo único que queremos es no sentirnos abandonados por el sistema, ni ser convertidos en arma arrojadiza de unos o de otros para apuntalar sus posturas. Nosotros estamos sufriendo y nadie nos da una solución. Es muy frustrante».El 0,02% de los vacunadosPero el PVCAS existe. Bien lo sabe Magdalena y ese 0,02% de vacunados contra el Covid-19 que lo padecen. Se trata de una enfermedad crónica, para la que no hay cura ni tratamiento, desencadenada por la vacunación. Al compartir características con otros síndromes no relacionados con la vacunación (encefalomielitis miálgica, taquicardia postural , neuropatía de fibras pequeñas, activación de mastocitos…), el diagnóstico se dificulta. «Para mí, en mi experiencia, ha sido muy diferente la respuesta de los médicos más mayores, de la vieja escuela, de la de los más jóvenes. Para estos, como no lo han estudiado, no aparece en los libros, parece que no existe. No saben cómo actuar con nosotros. Aquellos están hechos de otra pasta, han estudiado de otra manera. Y he encontrado en ellos mucha más empatía, otra forma de hacer las cosas», relata Magdalena. «Yo estoy muy agradecida a mi actual médico, que se ha preocupado mucho por mí, se ha hecho preguntas y está buscando respuestas. El primer día, cuando le conté todo, me dijo ‘yo te creo’ y para mí fue un alivio estar en sus manos. En este momento, por ejemplo, no tengo neurólogo , ¿para qué? ¿para que me mande a Psiquiatría? He desistido. ¡Si llegaron a diagnosticarme un estado vegetativo somatomorfo!», lamenta. ¿Y ahora qué? Ahora Magdalena tiene días mejores y días peores. Pero nada alivia completamente su dolor, ha aprendido a convivir con él. Hay mañanas que no puede salir de la cama, ni caminar siquiera unos pasos. Algunos días vuelve a escribir poesía («soy una mente creativa, es así como me expreso»), vive rodeada de arte («siempre me ha interesado mucho el arte contemporáneo, necesito tenerlo cerca») y tiene en Joan a un fiel compañero («dentro de lo malo, he tenido la suerte de que tengo una red familiar y un sostén económico. Hay casos muy tristes, de gente que se encuentra sin medios, que pide ayuda para salir adelante, para afrontar los gastos que conlleva todo esto»). Tiene un diagnóstico pero no tiene una solución. Y no sabe si la habrá. Ni si será pronto. Ha tenido que aprender a vivir con la incertidumbre. Ha perdido más de veinte kilos , a veces le cuesta incluso tragar, ha olvidado cómo es su firma. Magdalena sigue siendo la Magdalena fuerte, vital, creativa, luminosa. Pero su cuerpo es otro. Y ella está atrapada en él.

Leave a Reply