Desde que lo vistieron con tres ataúdes en Cádiz, todos los caminos de Junio Valerio Scipione Ghezzo Marcantonio Maria Borghese le conducían a Roma, a uno de los lugares más sagrados de la Ciudad Eterna sobre el que estos días recaen las miradas del mundo entero. No lo eligió. Le vino dado por ser quien era, tras petición de sus descendientes a la Curia pontificia amiga. Porque su alta cuna terminó marcando la cripta subterránea de su descanso tras una repentina y sospechosa muerte en España, donde se ocultaba con nombre falso. Todo lo contrario que el Papa Francisco. El argentino eligió adrede como sepultura un hueco en una capilla en Santa María La Mayor , en la colina romana del Esquilino donde la Virgen habría obrado un milagro en el siglo IV y que desde el XVI muestra en su artesonado el primer oro español llegado del Nuevo Mundo, regalo de la Reina Isabel la Católica.Noticia Relacionada Decíamos Ayer reportaje Si El largo adiós a un Papa: el Pontífice que esperó 20 años a ser enterrado Mónica Arrizabalaga Antes de Francisco, León XIII quiso ser enterrado fuera del Vaticano. No imaginó que el traslado de sus restos a la basílica de San Juan de Letrán se demoraría dos décadasEl testamento confirmó que serán vecinos durante la eternidad: «Solicito que mi sepulcro sea preparado en el nicho de la nave lateral entre la Capilla Paulina (Capilla de la Salus Populi Romani) y la Capilla Sforza de la citada Basílica Papal como se indica en el documento adjunto. El sepulcro debe estar en la tierra; sencillo , sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus» .La proximidad azarosa de los sepulcros (apenas siete metros los separan), y los inextricables senderos del submundo vaticano unen hoy la trayectoria de dos personajes para la Historia que representan lo opuesto , la luz y la sombra: el inesperado Papa jesuita que huyó de los oropeles de este mundo y el ‘Príncipe Nero’ que fue héroe y villano hasta el fin de sus días. Sin sus hazañas en Alejandría y en la Bahía de Gibraltar contra la flota británica en la II Guerra Mundial, Arturo Pérez-Reverte no habría podido escribir su novela ‘El Italiano. Una historia de amor, mar y muerte’.Fundador del Fronte Nazionale—Maruja, Maruja, ayúdame… Jorge está muy maloVerano de 1974. Sobre la mesilla de noche del bungalow más florido de los quince levantados en el Cortijo La Fontanilla, dos copas vaciadas de Dom Perignon y un hombre de 68 años yaciente: un tal Jorge. En realidad, era el príncipe italiano apodado ‘Nero’, descendiente de una estirpe nobiliaria originaria de Siena y asentada con poderío en Roma desde el siglo XIII. Fundador también, en 1968, del neofascista Fronte Nazionale (precursor lejano de la Liga Norte de Matteo Salvini que gobernó con Berlusconi) y durante la II Guerra Mundial héroe condecorado por Mussolini como creador de una legendaria unidad militar, la Décima Flotilla Mas, que con torpedos pilotados por hombres-rana tuvo en jaque a la flota británica en el Mediterráneo. El grito entre dos mujeres en el Cortijo de la Fontanilla, el refugio creado en la costa gaditana de Conil por el barón que fuera cónsul del III Reich en Alicante Joaquim Von Knobloch, marca el principio del fin del príncipe romano héroe y villano Junio Valerio Borghese, el jefe de aquellos hombres-rana cuyas hazañas en el Campo de Gibraltar terminaron noveladas por Pérez-Reverte. En ese verano del 74 a Franco le quedaban pocos meses de vida, y ya su delfín Carrero Blanco, presidente del Gobierno de la dictadura y protector de ese noble italiano que vivía con nombre falso en España, era historia: había volado por los aires en un atentado de ETA en el corazón de Madrid. Sin su mayor escudo, el ‘fugitivo’ Borghese había quedado más vulnerable que nunca. Y las intrigas jamás dejaron de merodearle, hasta más allá de su muerte y sepultura.El final de Junio Valerio, con sólo 68 años (88 tenía Jorge Bergoglio) cuando la muerte le abrazó abruptamente en tierras gaditanas, es digno de la mismísima leyenda negra de los Borgia. Y no porque el propio marino italiano y héroe fascista de la II Guerra Mundial tuviera linaje papal, que también, sino por la sospecha que para siempre manchará su último verano. Si los valencianos Borgia con sus dos papas y su Lucrecia ganaron fama de ser aficionados a la mortífera cantarella, también llamada ‘acquetta di Perugia’, en el epílogo trágicogaditano del ‘Príncipe Negro’ resonaron, nunca confirmadas pues no hubo autopsia, ocho letras para una esdrújula: arsénico. Borghese era efectivamente el Jorge de aquel grito de mujer que rompió la noche entre los bungalows conileños donde se entrelazan, como tres brazos de una esvástica ‘manca’, las historias de un nazi (Otto Skorzeny, el célebre Caracortada que rescató a Mussolini en 1943), del hombre que intentó salvar de la cárcel al fundador de la Falange por encomienda de Hitler y terminó decorando paradores nacionales de la España de Franco (el barón Joaquim Von Knobloch), y de un aristócrata fascista romano (Borghese) con conexiones hasta con la CIA. La lucha contra el comunismo, repetían ellos, les había unido para siempre desde los tiempos de su admirado ‘Führer’. Y el cortijo de La Fontanilla era una parada más en ese caminar compinche. De aquel lugar llegó a decir el quinto hijo del barón Knobloch, Erlend, que era un nido y «campo de entrenamiento de la internacional fascista». En Conil no consta.Fue asomando al Atlántico de las almadrabas, entre el incierto veneno y el regusto de dos copas de champán, como ha quedado escrita la crónica última del comandante romano que a las órdenes de Mussolini saboteó hasta 14 barcos ingleses junto a Gibraltar con sus torpedos humanos (los ‘maiale’, explosivos submarinos pilotados por hombres-rana que se alejaban del torpedo metros antes de la explosión). Las dos copas de Dom Perignon varían de ubicación según quien arme el relato. En unos aparecen en los bungalows y otros reportajes las sitúan en manos de una anónima mujer en la morgue, con Jorge/Borghese de cuerpo presente.Antes de encontrar sepultura última en Santa María Maggiore, junto a su pariente Pablo V –y también ya junto a Francisco –, Borghese vivía fugitivo y con nombre falso. Quiso la casualidad que eligiera para camuflarse el nombre de bautismo de Bergoglio. Era Jorge Alberdi, agricultor, desde que huyó de Italia perseguido como el cerebro del golpe de Estado fallido de 1970 que pasaría a la Historia con su apellido: el golpe Borghese. Hasta la sombra de una Lucrecia Borgia, la ‘femme fatale’ del Renacimiento e hija del Papa de origen español Alejandro VI con fama de experta en venenos, quisieron ver algunos investigadores italianos en la repentina muerte española del ‘Príncipe Nero’. ‘¿Indigestión o veneno?’ fue el título periodístico que alimentó el misterio ese mismo otoño. Corrieron ríos de tinta. Llegó a decirse incluso que el muerto en Cádiz era un doble y que el verdadero Borghese vivía oculto en Trípoli. La dama Franca Caprino¿Fue todo (el golpe y su muerte con mujer espía incluida) una trampa de sus ambiciosos correligionarios neofascistas, o de los servicios secretos italianos que en 1974 seguían el rastro hasta España de su amante italiana vinculada con la RAI? En el país donde ya mandaba mucho el democristiano Giulio Andreotti, y que pretendía resucitar el proceso judicial por el golpe Borghese de 1970 para depurar a militares y agentes secretos, la voz y memoria de un Príncipe retornado era muy temida. O al menos eso se especuló en la prensa y sucesivas biografías póstumas del comandante Borghese: su muerte en España dejaba a mucha gente tranquila.El primero que, ya en libro, dio detalles ‘espías’ fue un general de nombre Ambrogio y apellido Viviani que escribió la historia de ‘El servicio secreto italiano. 1815-1985′. Aunque antes que él lo insinuaron otros. Multitud. Porque se escribió repetidamente que una misteriosa y bella dama italiana –’Mata Hari’ se leyó en crónicas españolas subidas de tono– acompañaba a Borghese en su último verano. Aunque nadie le puso nombre hasta ahora, que lo desvelamos gracias al periodista Fernando Orgambides, el español que más ha investigado [ su blog ‘Asomado al mar’ lo contó en diez capítulos] la vida y muerte en España del ‘patricio’ romano. Golpista huido En España Borghese vivía fugitivo y con nombre falso: la casualidad quiso que eligiese el del papa argentino. se hacía llamar Jorge Alberdi, agricultorSe llamaba Franca Caprino, era pareja del Príncipe desde que fue guionista en una película sobre su primera hazaña (‘El hundimiento del Valiant’) y, según un relato en el que Orgambides precisamente no cree, habría sido contactada por los servicios secretos italianos a través de una ‘noble’ agente que antes que romana fue campeona nacional de patinaje en Rumanía. Palabra de espía. Escrito está en el libro ‘Il manuale della controspía. Cómo defenderse del espía cotidiano y por qué no contraatacar’, también de Ambrogio Viviani: «Murió en España, literalmente en brazos de una dama. La dama en cuestión era una princesa de Roma, contactada por el SID [servicios secretos italianos] a través de los amigos de una baronesa rumana viuda de un noble italiano que seguía trabajando como espía para Rumanía, el Vaticano y otros».–Franca Caprino: «Maruja, Maruja, ayúdame… Jorge está muy malo». No era fácil en las postrimerías del franquismo envenenar en España al amigo del Régimen que ocultaba su identidad tras el nombre de Jorge. Tampoco imposible. Su lugarteniente en el partido Fronte Nazionale, un célebre fascista vinculado con el terrorismo negro que le llevó a reunirse con Pinochet en Chile la víspera de las vacaciones mortales en Cádiz y que después participó hasta en los sucesos de Montejurra en España y fue vinculado con la matanza de los abogados de Atocha, Stefano delle Chiaie, repitió a quien le quisiera oír que al comandante Borghese lo envenenaron con un café. A él mismo señalaron después como la mano traidora. El bruto del césar Borghese.José Luis Sánchez de Lamadrid , el médico internista que intentó salvar a Jorge (Borghese) cuando llegó a Cádiz muriéndose desde Conil (allí uno de los dos doctores que le atendieron, de apellidos Rodríguez y Kieser, era el entonces marido de la cantante Martirio), nunca ha querido hablar con la prensa. El juramento hipocrático se lo impide, explica octogenario. Por WhatsApp sí responde con amabilidad a algunas de las insistentes preguntas del reportero: «El diagnóstico final de cualquier enfermedad lo marca la biopsia, en el caso de que el paciente sobreviva, o la necropsia, en caso de que muera».— ¿Y el diagnóstico final de este caso no se pudo hacer por falta de necropsia?—No sé qué ocurrió una vez que el cadáver salió del hospital.— A usted, en todo caso, nadie le pidió que hiciese la necropsia, o que no la hiciese…—No voy a contestar a más preguntas.A falta de ese estudio necrópsico que identifique la causa exacta de su muerte (si hubo arsénico o enfermedad sobrevenida), el cuerpo del ‘Príncipe Nero’ salió de Cádiz hacia Roma, con la semilla de la sospecha, en el interior de una matriusca de tres ataúdes, embalsamado y sin autopsia. Quedó para la historia el certificado de defunción emitido en el Registro Civil de Cádiz (que reproducimos), donde se consignaba que su último domicilio era en la calle Lagasca, 67 de Madrid, y la literalidad de lo rubricado por el pulcro doctor gaditano Lamadrid, entonces treintañero: «Colapso vascular periférico por pancreatitis hemorrágica aguda» . En su funeral gaditano, antes de partir, hubo sólo cinco asistentes: dos hijos llegados de Italia, su pareja sentimental desde finales de los 60 en que había enviudado de la princesa rusa Daria Vasilievna Olsufeva y sus anfitriones en el cortijo de La Fontanilla, en Conil, Joaquim Knobloch y su mujer Maruja.El Ministerio de Relaciones Exteriores de la época exigió que el féretro gaditano, y el de plomo que llevaba dentro, fuera encerrado en un contenedor de madera, una verdadera caja de embalaje para ocultar el ataúd acordado con la funeraria Nuestra Señora del Rosario. El aparatoso paquete fue descargado en una pista secundaria del aeropuerto de Fiumicino y sacado al amanecer en una furgoneta anónima con destino a Roma. Dado que la ceremonia estaba prevista para el 2 de septiembre de 1974 en la capilla familiar de la basílica de Santa María la Mayor (territorio administrativamente vaticano), la curia decidió reducir la función religiosa al mínimo. Las autoridades, sin embargo, no contaron con la multitud que, indiferente al amenazante despliegue de las fuerzas del orden, había estado llenando la plaza durante horas. Y sucedió lo inimaginable. Arriba, ‘Jorge’ fue condecorado por Mussolini por ser el creador de la Décima Flotilla Mas que con torpedos pilotados por hombres-rana puso en jaque a la flota británica en el Mediterráneo durante la II Guerra Mundial. Abajo a la izquierda, certificado de su defunción (el 26 de agosto de 1974) en el Registro Civil de Cádiz, donde se consignaba su último domicilio en la calle Lagasca, 67 de Madrid. A la derecha, una estampa familiar de la saga Borghese ABCAl final de la apresurada bendición, un grupo de jóvenes secuestró el ataúd y lo llevó afuera, obligando a los asustados guardias papales a abrir la puerta central de la basílica. En medio de gritos y saludos romanos, el cuerpo volvió a entrar en la iglesia por el pasadizo durante siglos reservado sólo a los Papas y soberanos, y fue colocado frente al altar mayor, donde el comandante recibió el emotivo saludo de sus incondicionales, jóvenes neofascistas y veteranos marines de la legendaria Décima Mas. Porque fue su trayectoria militar la que convirtió al vástago de los Borghese en un hombre para la Historia. ¿De casta le viene al galgo? Había nacido en Artena (Roma) en 1906 como el segundo vástago del príncipe Livio Borghese de Sulmona (XI) y de Valeria María Alessandra Keun, hija del cónsul general de Rumanía en Smirna. De padre diplomático, vivió de niño a caballo entre Roma, el castillo familiar de Artena y diferentes capitales europeas, una de ellas Madrid. Pero a los 16 años ingresa en la Regia Academia Navale de Livorno, siguiendo una tradición miliciana que arranca en el siglo XIV y les convirtió en miembros de la nobleza nera que defendía a los pontífices. Destacado militar fue Agostino (1390-1462), a quien el Papa Pío II nombró conde palatino. Acapararon sonoros títulos nobiliarios y pontificios. Pero también ha habido Borgheses políticos, diplomáticos, terratenientes, mecenas de las artes y príncipes de la Iglesia, como Camilio Borghese, que fue Papa con el nombre de Pablo V. Llegaron a ser tan poderosos como los césares. En 1610 el Rey Felipe III de España les entregó el principado de Sulmona. Junio Valerio se casó en Florencia en 1931 con la aristócrata rusa Daria Wassilievna, condesa Olsoufiev Schouvalov, de una familia exiliada en Italia desde la revolución bolchevique (1917). Los Olsoufiev habían estado históricamente ligados a los zares. El conde Adam Wassilievich Olsoufiev, ascendiente directo de Daria Borghese, había sido jefe de gabinete de la zarina Catalina II, llamada la Grande.Los Borghese llegaron a ser tan poderosos como los césares: los hubo políticos, príncipes de la iglesia, diplomáticos y terratenientesSi a su muerte en Cádiz el Vaticano dio acogida a sus restos, autorizando su sepultura en la capilla de nombre Paulina en honor a la tía Bonaparte, ya en vida le había brindado toda su influencia para salvarlo de las manos que le apresaron por convertir su Décima, a partir de 1942, en una unidad de infantería ‘cazapartisanos’ al servicio de Hitler . Terminada la guerra, y camuflado con un uniforme de la Armada estadounidense a bordo de un jeep, fue llevado de Milán a Roma tras ser rescatado por los aliados. Los partisanos lo querían ahorcar. Escrito está que quien movilizó a la inteligencia estadounidense en favor del fascista Borghese fue el cardenal Giovanni Battista Montini, entonces secretario de Estado vaticano con Pío XII y años más tarde, en 1963, sucesor de Juan XIII como Papa Pablo VI. No es casualidad que eligiera de nombre el mismo que el antepasado de Junio Valerio que llevó al cenit del poder a la familia Borghese cuando fue proclamado Papa como Pablo V.Sirva este pasaje del citado blog de Fernando Orgambides, el veterano periodista gaditano, para situar al italiano en su penúltima morada: «Borghese y la dama nera llegaron por primera vez al Cortijo de La Fontanilla en agosto de 1972. Es cierto que hasta entonces no conocían a Von Knobloch. Pero acudieron a Conil de la Frontera recomendados por un amigo común. Otto Skorzeny. Militar de élite como él en el III Reich. Y a las órdenes de Hitler. Realizaba entonces Borghese un pequeño viaje en automóvil por la provincia de Cádiz recordando aquel otro clandestino de 1942 que le preparó Ernesto Marchiandi desde Francia para visitar a los hombres del Olterra [petrolero semihundido usado por los hombres de Borghese como base secreta desde donde atacar con torpedos humanos la flota británica]. Y deseoso de contarle detenidamente a su acompañante las hazañas de la Decima en la bahía de Algeciras. Cuando introdujo al Sciré hasta la misma desembocadura del río Guadarranque. O cuando sus hombres-rana hicieron el primer blanco en el apostadero de Gibraltar. Es ahí donde me figuro a la principesca pareja brindando con Dom Perignon. Con el Hotel Cristina como marco de referencia. Que es una extensión de la Inglaterra victoriana en la ciudad de Algeciras. Y cuyas habitaciones registran el paso de Franklin D. Roosevelt y De Gaulle. Umberto de Italia y Petain. Belmonte y Ava Gardner. Orson Welles y Lorca. Tal vez sí. O tal vez lo contrario. Porque este añadido es fruto de mi imaginación. Y por qué no también de los hábitos de un príncipe romano descendiente del papa Pablo V. Que llega a Algeciras acompañado de una refinada (y culta) dama con la que necesita compartir complicidades para recordar con orgullo sus grandes momentos de gloria militar».Primera y última guerraEn España Borghese libró su primera guerra y en España terminó muriendo. Empezó apoyando a los golpistas en la Guerra Civil desde un submarino italiano (el Iride), volvió a este territorio para sabotear desde otro submarino (el Sciré) la flota aliada de los británicos junto al Peñón de Gibraltar en la II Guerra Mundial y halló en la España franquista su refugio cuando la justicia democrática italiana emitió orden de búsqueda y captura contra él por golpista. Aquí encontró el calor y protección de Franco y Carrero Blanco, un viejo marino de guerra conocido suyo, y también de los hijos de unos ingenieros, de apellido Marchiandi, que trajeron el fascio a España a principios del siglo XX y que luego fueron ministros con Mussolini en la República Social de opereta tutelada por los nazis durante la gran guerra. De la esposa de un Marchiandi traductor jurado en Madrid tomó Borghese el apellido con el que se quiso camuflar en su clandestinidad madrileña: Jorge Alberdi. Dicen que de esos últimos años de exilio español dejó escrito un diario cuyo último paradero se sitúa, ya muerto él, en Suiza, protegido «por el entorno del Príncipe». De la existencia de dicho documento da cuenta Alessandro Massignani, autor junto con el estadounidense Jack Greene de la biografía más internacional de ‘Borghese, Il principe nero’ Junio Valerio Borghese e la X Mas’. aparecido inicialmente con el título ‘The Black Prince and de Sea Devils (El Príncipe Negro y los Diablos del Mar: La historia de Valerio Borghese y las unidades de élite de la Décima Mas’). De él ha llegado a escribirse incluso (en ‘Executive Intelligence Review. El príncipe negro de Italia: la guerra del terror contra el Estado-nación’, por Allen Douglas), que miembros de la inteligencia estadounidense jugaron brevemente con la idea de promover a Borghese como nuevo rey de Italia.El 28 de agosto de 1974, una esquela en ABC daba cuenta de que «el príncipe Junio Valerio Borghese, comandante de la X Flottiglia Mas, excombatiente de la Cruzada de Liberación española, falleció serenamente en Cádiz el día 26 de agosto de 1974». «La misa en sufragio de su alma –continuaba– se celebrará el día 30, a las siete de la tarde, en la iglesia de San Nicolás, parroquia de los italianos (plaza San Nicolás)». Nadie puede certificar si en la iglesia de San Nicolás asomó en tan señalada ocasión el amigo Otto Skorzeny, asentado en España desde 1948. Él mostró a Borghese el camino hacia Hans Joaquim Kindler von Knobloch, el ex cónsul del III Reich en Alicante y que apareció en el puesto 48 de la lista de 104 nazis refugiados en España que los aliados hicieron llegar a Franco reclamando su entrega en 1945. A Knobloch lo salvó la intervención directa de Carmen Polo, la mujer del dictador.El coronel de la SS Skorzeny, del que los aliados habían dicho que era el hombre más peligroso del III Reich, no se olvidó del «gentil-hombre» Borghese en su último libro autobiográfico (murió en 1975, cuatro meses antes que Franco), titulado ‘La guerra desconocida’: «Nos une una vieja amistad de combatientes desde 1943… Participó en dos operaciones muy peligrosas y que fueron coronadas por el éxito, una de ellas en el puerto de Gibraltar y otra en el de Alejandría. En 1945, cuando muchos de sus compatriotas habían vuelto la casaca, me dijo: ‘Querido Skorzeny, estamos comprometidos en el mismo combate, por una Europa libre. Puede estar seguro de que yo continuaré este combate hasta el final, pase lo que pase’. Mantuvo su palabra. Me había visitado al final de julio de 1974 en Madrid. Yo tenía que volverle a ver a primeros de septiembre. En agosto me enteré con dolorosa sorpresa de que acababa de morir en Cádiz, en el exilio».1974, año de su muerteFue el 74 un año aciago para Borghese y su mundo. Su estrella empezó a apagarse el 20 de diciembre de 1973, con el asesinato por ETA de su amigo y protector Carrero Blanco. En meses, su también amigo James Jesús Angleton –responsable de la inteligencia americana en Europa en la II Guerra Mundial– fue definitivamente relevado de sus tareas de espionaje. Tanto a él como a Skorzeny se les situó en Roma en la víspera del golpe Borghese. Un amigo y correligionario italiano asentado aquellos años en España, Angelo Faccia, con un hijo al que apadrinó el propio Borghese, quiso contar en un libro la importancia del personaje y la red de traiciones que confluyeron en su abrupto final en Cádiz. ‘Affondata Borghese! (¡Hundirás a Borghese!)’ lo tituló con rabia. El siempre quiso ver tras la muerte de su admirado comandante la mano del ultra Delle Chiaie –que usaba como alias Alfredo di Stéfano y ambicionaba la dirección del Frente Nacional–, y su relación con algunos servicios secretos. Contaba en su libro de una misteriosa caja de medicamentos, con píldoras que Borghese llevaba meses tomando una cada dos días, y que desapareció extrañamente del Cortijo de la Fontanilla cuando el italiano enfermó de repente. Los sepulcros de la basílica vaticana de Santa María La Mayor En la basílica de Santa María La Mayor de Roma, la austera tumba de Franciscus (a la izquierda de la imagen) contrasta con la zona reservada a la sepultura de la dinastía de los Borghese (a la derecha), entre ellos el llamado Príncipe Negro, enterrado junto a su pariente Pablo V. A ambos sepulcros los distancian poco más de siete metros. La cripta subterránea de los Borghese se adivina unos quince metros de altura por debajo del suelo de la basílica. La basílica, territorio administrativamente vaticano, está ligada también a la monarquía española.Y contaba también que, tras conocer en 1973 que ya no había orden de captura contra él de la justicia italiana, el Príncipe descartó regresar a Italia por «miedo a que alguien quisiera ‘cerrarle el pico’, una expresión militar que usé como título de la primera edición del libro» (dice).Su admiración por el comandante se mantuvo incólume hasta el final. Nunca creyó su papel de cerebro en el golpe de 1970, sino que se le ofreció ser su líder cuando ya estaba fracasado. Una trampa para quitárselo de en medio: «Borghese era un hombre que, por juicio unánime, había mantenido intacta su grandeza militar. Y entonces, ¿cómo podría un hombre con tan grandes dotes mentales, que había tirado inconscientemente por la borda toda su historia, sus actos heroicos, su gran prestigio internacional —sí, internacional, porque no hay una Marina en el mundo que no conozca sus hazañas, comenzando precisamente por la inglesa, que le ha dedicado una amplia sala en el Museo Naval de Londres— organizar un «golpe de opereta»?».Faccia, que frecuentó a Borghese en su exilio de Madrid, visitó en dos ocasiones el Cortijo de la Fontanilla en busca de respuestas. Dice que junto con un doctor gaditano de nombre Manuel Calero y el propio Joaquim Knobloch intentaron aclarar el misterio: «¿Es descabellado sospechar que la vigilancia sobre Borghese llegó hasta Conil de la Frontera, donde el Comandante pasaba sus días de descanso… Y que una ‘larga mano’ se ocupara de provocar una pancreatitis aguda que le llevara a la muerte?». Años después, se vio con el último hijo vivo del ‘Príncipe Nero’, Andrea Sciré, que se hizo actor y se fue a vivir a Australia. «Y esto es lo que Andrea Sciré me refirió: ‘ Cuando mis hermanos llegaron a Cádiz, encontraron el cadáver de nuestro padre eviscerado, lo que hacía imposible proceder a cualquier análisis sobre las causas de la muerte; no es cierto que por tradición la familia encargara a expertos la tarea de embalsamar los cuerpos de los difuntos, porque no sabemos quién pudo decidir eviscerar el cuerpo de mi padre ‘». Orgambides no le cree. Tiene escrito que fue el mayor de los hijos del Príncipe quien negoció con la funeraria de Cádiz el embalsamamiento del cuerpo de su padre para su viaje a Roma . Allí sigue ahora, resucitado por la actualidad, junto a ocho papas.Historia militarLo demás es historia militar incontrovertible. A los pocos meses de que, el 10 de junio de 1940, Italia entrara en la II Guerra del lado de Alemania, Junio Valerio Borghese fue destinado a la Primera Flotigglia Mas (embrión de la Décima) como comandante del Sciré, submarino nodriza de torpedos SLC (Siluir a Lenta Corsa). Los explosivos eran tripulados por comandos Gamma de hombres-rana, unidades exitosas que habían prestigiado bélicamente a Italia en la I Guerra. Fueron rescatadas en 1940 con el objetivo puesto en las principales bases navales de la Royal Navy en el Mediterráneo, entre ellas Gibraltar.Los dos submarinos que encumbraron como oficial de marina a Junio Valerio Borghese fueron hundidos después por los aliados. El que capitaneó en la Guerra de España, el Iride, fue bombardeado por la Royal Air Force frente a las costas de Libia, el 22 de agosto de 1940. El otro sumergible, de nombre Sciré, que puso después a su último hijo, fue la nave nodriza desde donde partían los torpedos tripulados contra Gibraltar. El 10 de agosto de 1942, no pudo resistir las cargas de profundidad lanzadas por la corbeta británica HMS Islay junto al puerto de Haifa. Su hundimiento no supuso el de Borghese, cuya leyenda asoma hasta en el Museo Naval de Londres. Por eso ‘è verità’ que a pocos metros de la tumba del Papa Franciscus está la de un hombre que fue en vida héroe y villano.

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