«Canadá no está en venta». Con esa frase, pronunciada con firmeza, el primer ministro Mark Carney marcó el tono de su primer encuentro oficial con el presidente Donald Trump en el Despacho Oval, marcando una relación bilateral diferente. Trump, fiel a su estilo provocador, había reiterado su idea de que Canadá se convirtiera en el 51 integrante federado de los Estados Unidos de América, calificando la frontera como «una línea artificial dibujada con una regla» y describiendo la posible unión como «una hermosa formación». Carney, sin perder la compostura, replicó que hay lugares que «llanamente no están en venta», comparando a Canadá con la Casa Blanca o el Palacio de Buckingham. Trump, sin inmutarse, soltó «nunca digas nunca jamás», a lo que Carney respondió con una sonrisa y un «nunca, nunca, nunca».Noticia Relacionada opinion Si ¿Por qué Trump no sabe si debe acatar la Constitución de EE.UU.? Pedro RodríguezEste tenso intercambio no fue un simple desliz diplomático, sino el reflejo de una relación bilateral enrarecida por meses de tensiones comerciales y declaraciones incendiarias de Trump. Este ha impuesto aranceles del 25% sobre el acero, aluminio y automóviles canadienses , alegando subsidios y desequilibrios comerciales. Carney, en respuesta, implementó medidas recíprocas al asumir el cargo en funciones tras la dimisión de Justin Trudeau y ha defendido con vehemencia la soberanía económica de Canadá .Rechazo a TrumpLa victoria del izquierdista Carney en las elecciones federales de la semana pasada, donde los liberales obtuvieron 168 escaños, se interpretó como un rechazo claro a las políticas agresivas de Trump. Durante su campaña, Carney prometió defender la soberanía canadiense y renegociar las relaciones comerciales con EE. UU. en términos equitativos. El líder conservador Pierre Poilievre , alineado con la ideología trumpista aunque no con sus ansias expansionistas, perdió hasta su escaño en Ottawa, evidenciando el rechazo del electorado a sus posturas. En la reunión en la Casa Blanca, Trump elogió a Carney por su campaña y expresó su deseo de amistad con Canadá, aunque insistió en que EE. UU. subsidia la defensa canadiense con 200 millones de dólares anuales. Carney, por su parte, reafirmó el compromiso de su Gobierno con la inversión en defensa y la diversificación de alianzas comerciales. Ambos acordaron continuar las conversaciones, aunque las diferencias fundamentales sobre soberanía y comercio siguen.La visita de Carney a Washington marca el inicio de una etapa compleja en las relaciones bilaterales, donde la defensa de la soberanía y la búsqueda de equidad comercial serán los ejes centrales, lejos de las etapas de estrecha cooperación y eliminación de barreras comerciales anteriores al regreso de Trump al poder. Desprecio por TrudeauTrump, que provocó a Carney solo hasta el límite de lo educado, sí expresó su desprecio por su predecesor, Justin Trudeau, a quien acusó de haber intentado aprovecharse del tratado comercial y de haber dañado las relaciones bilaterales, tanto él como la que fue su ministra de Economía, Chrystia Freeland , que con su propia dimisión propicio la caída de Trudeau.Sin mostrar enfado alguno, Carney volvió a decir con calma, sin levantar la voz, pero con claridad, como quien le habla a un niño: «Con todo respeto, la opinión de los canadienses sobre esto no va a cambiar». Fue su respuesta directa a la enésima sugerencia de Donald Trump de que Canadá podría, «con el tiempo», convertirse en el 51 estado de Estados Unidos. Las encuestas lo avalan: la idea de la anexión carece de apoyo popular en Canadá.Carney levantaba la mano para hablar, se sentaba erguido en el lado izquierdo de la silla, sin sonreír, sin hacer gestos, observando a Trump y diciendo lo que debía decir, sin halagos o recriminaciones. Trump aseguró que una integración de los dos países traería seguridad, menos impuestos para los canadienses y mayor acceso al mercado estadounidenseTrump aseguró que una integración de los dos países traería seguridad, menos impuestos para los canadienses y mayor acceso al mercado estadounidense. Al ser preguntado por el futuro del tratado comercial norteamericano, el llamado USMCA -negociado durante su primer mandato para sustituir al viejo NAFTA- Trump lo definió como «muy efectivo», pero también como un «acuerdo transitorio». La nueva etapa, dijo, apunta a menos concesiones, menos dependencia del libre comercio y más control directo sobre las relaciones económicas bilaterales. «Canadá lo necesita todo de nosotros, nosotros no necesitamos nada, absolutamente nada de ellos», dijo.En los últimos meses, Trump ha lanzado amenazas de aranceles, críticas por el gasto militar canadiense y sugerencias de anexión. En esta ocasión en el Despacho Oval, evitó hablar de ruptura directa, pero dejó claro que el tratado está bajo revisión y que podría ser cancelado si no se ajusta a los nuevos objetivos. «Todo el mundo ha tenido que renegociar», dijo. Carney, por su parte, defendió el acuerdo como base válida, aunque «con elementos claramente ventajistas» para Washington.

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