La fundadora de Freedom in the Arts alerta sobre vigilancia ideológica en el arte británico: «Está en el aire que respiramos y el agua que bebemos»

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La fundadora de Freedom in the Arts alerta sobre vigilancia ideológica en el arte británico: «Está en el aire que respiramos y el agua que bebemos»

El 84 % del sector artístico británico afirma que no se siente libre para expresar sus ideas . Con esta cifra tan elocuente arranca el informe publicado esta semana por Freedom in the Arts, una organización dedicada a defender la libertad de expresión en el ámbito cultural. El estudio, presentado en Londres tras meses de recopilación de datos, ha sacudido al ecosistema artístico del Reino Unido al confirmar con cifras lo que muchos artistas habían denunciado en voz baja durante años: que el miedo, la autocensura y la vigilancia ideológica son hoy moneda corriente en el mundo del arte. Los resultados son, en palabras de Rosie Kay, «sorprendentes».Esta coreógrafa, bailarina y académica británica cofundó Freedom in the Arts junto a la exfuncionaria del Arts Council England, Denise Fahmy. Ambas venían de procesos personales marcados por la cancelación y la exposición pública , por, entre otros motivos, sus críticas a la ideología de género y su defensa del sexo biológico . En el caso de Rosie, la salida obligada de su propia compañía artística fue un punto de inflexión. «Denise y yo fuimos realmente optimistas», recuerda Rosie en conversación con ABC, «al plantar una bandera en el suelo y decir: no, esto tiene que parar, ya es suficiente» y pensar que «de alguna manera eso haría la diferencia». Pero muy pronto descubrieron que el problema era mucho más amplio de lo que habían imaginado. «Una vez que lo fundamos, nos vimos inundadas por artistas que necesitaban ayuda . Y descubrimos que todo era realmente complejo y legalmente complicado», lamenta.Noticia Relacionada «Sienta un precedente internacional» estandar No La definición legal de mujer en Reino Unido deja fuera a las trans Javier Palomo El Tribunal Supremo afirma en una sentencia que la Ley de Igualdad se limita exclusivamente a criterios biológicosFue ese contacto directo con decenas de artistas silenciados lo que las llevó a buscar datos, evidencias, algo que permitiera explicar a políticos, patrocinadores y medios de comunicación que lo que estaba ocurriendo no era simplemente un cúmulo de quejas individuales. «Nos dimos cuenta de que la gente venía a nosotras en busca de ayuda, pero no hablaban con la prensa , no hacían entrevistas. Era una situación realmente difícil», relata Rosie. «Esta especie de atmósfera de miedo estaba más extendida de lo que habíamos imaginado, estaba presente en todos los sectores del arte». Y es que el informe recopila múltiples casos donde esta dinámica ha tenido consecuencias reales. El guionista Graham Linehan, por ejemplo, relata que tras expresar opiniones críticas sobre el género, sus proyectos fueron abandonados y antiguos colegas evitaban responderle llamadas. «Llegó un punto en el que sencillamente dejé de buscar trabajo, porque sabía que me iban a rechazar». «La seguridad laboral y la supervivencia económica están atadas a alinearse con la ideología dominante, así que hablar puede significar el fin de una carrera», advirtió otro participante.Sin pruebas tangibles , historias como estas eran descartadas con ligereza como meramente «anecdóticas». «Teníamos reuniones en la que yo enumeraba los cinco casos en los que estaba trabajando esa semana, y la gente decía: pero en realidad, no es para tanto, ¿no?».Vigilancia horizontalEntonces, «descubrimos la increíble encuesta de Arts Professional sobre Censura en el Arte de 2020. Ojalá la hubiera leído en ese momento. Sabía que algo pasaba, y estaba muy involucrada con el movimiento de mujeres pero estaba tan ocupada, de gira, que honestamente, mirando hacia atrás ahora, no me había dado cuenta de lo mal que estaba todo».Así que decidieron repetir el sondeo. El resultado fue tan revelador como inquietante. «Hemos podido demostrar con datos que las cosas han empeorado mucho». Pero ¿por qué? En 2020, explicaba Rosie, la presión provenía en su mayoría de los organismos de financiación, y entre los creadores había «miedo a perderla si no se alineaban con una línea ideológica». Pero en 2025, la situación es más insidiosa y más dolorosa, ya que ha quedado en evidencia que la presión ahora viene mucho más de colegas, compañeros y amigos que «se vigilan mutuamente» .Esa vigilancia horizontal, entre pares, parece haberse convertido en un mecanismo profundamente interiorizado por las organizaciones culturales. «Probablemente la gente ha interiorizado las exigencias de los patrocinadores . Así que creo que se puede rastrear cómo los consejos de las artes han pasado de ser muy independientes, a poner condiciones bastante estrictas sobre todo tipo de cosas que no tienen que ver con el arte en sí, o con la calidad del arte. Y eso ahora se ha convertido en algo que simplemente está en el aire que respiramos y el agua que bebemos».En medio de este panorama, la recepción inicial del informe ha sido positiva. «Estoy muy contenta de que hemos tenido muy buena prensa en el Reino Unido. Eso realmente ayuda», reconoce. «Y hemos recibido ese tipo de mensajes en plan «oh, vi esto, bien hecho, sigue adelante. Y pienso: sí, vaya, gracias, ahora ya lo sabes». Más allá de las palmaditas simbólicas, están en contacto con Arts Council England , que ha reactivado una revisión institucional que estaba pendiente. «Eso es lo primero que vamos a hacer: enviarle este informe a todo el mundo en el sector artístico» para que nadie pueda alegar no conocer los datos. «Desde luego no podrán decir que no lo conocen».El informe no se limita a diagnosticar, también plantea soluciones . «Hemos incluido algunas soluciones o posibles recomendaciones, bastante simples que no serían muy pesadas para las organizaciones», señala Rosie. Entre ellas, «incluir una cláusula de libertad de expresión en los acuerdos de financiación, volver a tu misión y propósito y asegurarte de que tus objetivos benéficos estén claros y que te ciñas a ellos. Y pedir que se recupere un sentido de imparcialidad y equilibrio». Y aclara que «no quiero legislar a los artistas. Todo lo contrario. Ninguna de nosotras quiere eso. Pero las propias organizaciones deberían entender y reenfocarse en las artes, el talento y las grandes ideas, y menos en una especie de enfoque ideológico monolítico ». Frente a este panorama, el informe llama a restaurar los valores fundacionales del arte: apertura, riesgo, coraje y libertad. Y plantea una pregunta que interpela a todos los que forman parte del ecosistema cultural: ¿cómo puede una industria que no tolera la diversidad de ideas, reclamar para sí la bandera de la libertad creativa?Tensión artistas mujeres y transSi los artistas crean en un ambiente de miedo, si ciertos puntos de vista no se expresan por temor a ser castigados, entonces no solo la diversidad de ideas se ve afectada, sino también la vitalidad del arte mismo. «El arte pierde su poder transformador cuando se convierte en una cámara de eco », advierte el informe, que denuncia que la existencia de un pensamiento único no solo silencia a voces minoritarias; empobrece el debate público, debilita la innovación artística y aleja al sector de la pluralidad de la sociedad que dice representar.Consultada sobre qué disciplinas están más afectadas, Rosie apunta que las más tradicionales parecen resistir mejor la presión ideológica. «Yo diría que, en cierto modo, las formas de arte más históricas como el ballet y la ópera han resistido con más firmeza… Tiene que haber una razón por la cual han sobrevivido antes guerras, revoluciones. Parece que las formas de trabajar ‘anticuadas’ realmente ayudan a preservar ciertas formas artísticas». Por el contrario, «diría que el mundo de la poesía es brutal» . Al igual que «algunas áreas de artesanía como el tejido, la cerámica y el bordado», donde la cancelación es «horrible».En su opinión, estas formas artísticas «más vulnerables» coinciden con espacios dominados históricamente por mujeres. Y aunque esto no aparece reflejado en la encuesta, Rosie pone el dedo en la llaga de un tema espinoso: la tensión entre artistas mujeres y trans que ocupan esos espacios. «Uno de los casos que me vienen a la mente es el de los hombres que se identifican como trans, hombres que fingen ser mujeres en formas artísticas femeninas y luego simplemente las destruyen, expulsando a todas las mujeres. Es muy similar a lo que ocurre en los deportes».Pese a la crudeza de su diagnóstico, Rosie no renuncia a la esperanza y tiene un mensaje claro para quienes hoy se sienten callados o perseguidos: «Probablemente voy a sonar un poco loca, pero realmente creo que hay una oportunidad por delante para esos artistas que puedan ser valientes , que puedan mantener su dedicación, su pasión, su amor en este contexto. Creo que el público va a tener muchas ganas de descubrir a los grandes artistas que surjan de esto».Y concluye con una visión que trasciende las coyunturas: «No creo que las artes puedan ser asesinadas o destruidas. Ciertamente pueden ser sofocadas por un tiempo . Si miras lo que hicieron bajo regímenes comunistas, puede ser bastante difícil y doloroso para los artistas. Pero también me inspiran lugares como el Salon des Refusés … Los artistas seguirán creando y eso será lo más interesante. Y la gente querrá verlo».

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