«¡Bianca, bianca!»: nervios, aplausos y gran emoción

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«¡Bianca, bianca!»: nervios, aplausos y gran emoción

«¡Hemos venido corriendo desde la parada del metro! Hemos visto la fumata por la tele en el Coliseo y no queríamos perdernos este acontecimiento histórico». Es Alba, tinerfeña, y está en Roma para visitar a su hermana, que está estos meses de Erasmus. Llega acalorada a la plaza de San Pedro media hora después de que la fumata blanca anunciara al nuevo Papa, pero ya no puede pasar de la plaza Pío XII . Los brazos de la columnata de Bernini arropan desde hace rato a miles de fieles y curiosos que, como Alba, no quieren faltar a ese acontecimiento que se vive tan de vez en cuando o, como dicen en Roma —con esa habilidad para insertar la terminología eclesiástica en la lengua popular—, «ogni morte de Papa».En realidad, la plaza se había llenado desde mucho antes de las cinco , en un ejercicio de intuición, quizás profecía, de los fieles romanos. Esperar una fumata para esa hora era confiar en que sólo podía ser blanca. Pero equivocarse podría significar una larga espera si, al final, en la cuarta votación nadie alcanzaba todavía los dos tercios. En esa larga espera, no sorprende ver a una mujer hindú que, de pie durante horas, aprovechaba el calorcito del sol del atardecer para hacer una breve siesta recostada en una de las vallas que delimitan el acceso a los peregrinos durante el Jubileo.Noticia Relacionada estandar No Los tres primeros discursos o el lugar de residencia: las primeras decisiones del nuevo Papa marcarán su Pontificado Javier Martínez-BrocalUna siesta en medio del bullicio que demuestra que la espera sólo es tensa si uno quiere. Entre quienes aguardan, las 17:50 es la hora orientativa que da la pista de una posible fumata blanca. Fue el momento en que la chimenea anunció la elección de Benedicto XVI hace veinte años. También sirve como indicativo de la decepción, pues cada minuto que pasa hace más inviable el anuncio, lo que obligaría a prolongar la espera hasta pasadas las 19 horas.Son las 18:00 horas y comienza a cundir el desánimo. Las 18:05, y ya la mayoría de los presentes relaja la tensión y comienza a asumir que tocará esperar un buen rato más. Un ambiente relajado que pilla por sorpresa a toda la plaza cuando a las 18:07 comienza a salir el humo por la chimenea . Aunque el inicial tono grisáceo muda muy rápido a un blanco prístino y denso, la hora tampoco deja lugar a la duda. «¡¡Bianca, bianca!!», es el grito unánime en San Pedro, acompañado de aplausos y carreras de los que tratan de llegar, cuando todavía se puede, a los primeros sitios justo debajo de la ‘loggia delle benedizioni’, el balcón central de la Basílica, donde en alrededor de una hora se dará a conocer el nombre del nuevo Papa y se podrá escuchar su primer discurso.El bullicio despierta a la joven hindú, que, aún adormilada, atina a enfocar la mirada hacia el humo) al que una combinación de claro potásico, lactosa y colofonia de pino dan ese tono inmaculado tan esperado. Mientras, justo a su lado pasa Francesca, acompañada de sus dos hijos, que también corren para encontrar un sitio cercano al balcón. «Los he recogido en el colegio y hemos venido para aquí porque es un momento histórico que quiero que vivan», atina a contestar a nuestra pregunta mientras se pierde entre la multitud.Otros llegan más sosegados y hasta despistados. Son Patricia y William, un matrimonio escocés que viajó a Roma el lunes para participar en los eventos del cónclave. «¿Quién es el nuevo Papa?» nos preguntan en inglés al descubrir la credencial de prensa. «¡Ojalá lo supiéramos, sería una exclusiva!», les respondemos sin dudar. Habrá que esperar, como todos, no queda otra. Nos cuentan que el único cardenal escocés, Keith O’Brien , tuvo que dimitir al descubrirse su conducta sexual depredadora contra seminaristas y sacerdotes. «Triste, muy triste», dice Patricia mientras baja la cabeza con gesto compungido. Los abusos han sido la lacra eclesial más dura que han afrontado los últimos Papas y esperan que su sucesor mantenga la misma dureza con la doctrina de ‘tolerancia cero’.Como la puerta del balcón sigue sin abrirse y San Pedro ya está llena, los que llegan aprietan y comprimen hasta lo inimaginable a quienes ya están dentro. Es el momento para los servicios de seguridad, que tienen que evacuar a una joven hasta un pasillo de seguridad, donde recupera el aliento al recuperar algo de espacio a su alrededor. Poco detrás de nosotros, un joven reza el rosario en español mientras aguarda el anuncio. Es evidente que pide por el nuevo Papa, pero no alcanzamos a saber cuál es el que espera, a pesar de que el volumen al que reza hace innecesario cualquier altavoz.Poco después de las siete y cuarto, la tensión llega a su fin. Se abren las puertas de la logia y aparece el protodiácono, Dominique Mamberti . Ya sabemos, al menos, que él no será el Papa. Comienza su anuncio, pero el fervor de la plaza apenas le permite pronunciar el «¡Habemus Papam!», por lo que tiene que esperar a que vuelva el silencio para comenzar la fórmula que desvele al nuevo Pontífice. «Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum», con esa repetición que imprime el último momento de suspense. «Robertum Franciscum», dice el nombre de pila, inesperado para la mayor parte de la plaza, que sigue en silencio hasta que continúa para decir el apellido: «Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardinalem Prevost, qui sibi nomen imposuit Leone XIV ».Unos segundos de silencio al escuchar el «Prevost» hacen pensar que se trata de una sorpresa para la plaza, que antes del anuncio sólo barajaba los mismos nombres que las quinielas han repetido hasta la saciedad. Sin embargo, pasada esa duda inicial, los aplausos y vítores acallan cualquier duda: «El Papa es el Papa» . Y esta vez se llama León XIV.

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