No fue una faena rotundísima, pero sí pura fantasía. ¿Qué sería la vida sin ella? Alejandro Talavante se desquitó en el excelente cuarto con una obra absolutamente original, creativa, de esas que atrapan corazones. Porque, sin ser maciza, destilaba esa chispa de improvisación, esa magia que desataba los oles frente a Misterio . Así se llamaba el gran toro, el mejor con diferencia del serio conjunto de Victoriano del Río, carente, en general, de entrega y de la verdadera bravura. Y un divino Misterio fue la Puerta Grande, la sexta para el extremeño y la primera de este San Isidro . Decía lo de divino porque el público se volcó como si Joselito y Belmonte hubiesen resucitado, aunque ahí la única resurrección era la de Talavante, que se aproximó a esa figura que tantas tardes fascinó en la capital. Noticia Relacionada estandar Si El torero al que todo el mundo quiere ver Rosario Pérez El peruano puso el ‘No hay billetes’ en 14 horas para el festejo del 23 de mayo; el segundo fue el de Morante de la Puebla, en la Corrida de la PrensaDos perchas de muy señor mío lucía este cuarto, bajito y bien hecho, con cuello para humillar. Y así lo hizo en el capote, pero también marcó su querencia y hasta por dos veces tuvo que hacer el quite Izquierdo al piquero que guardaba puerta. Entró al suyo Ortega, con el animal algo frenado, aunque con un fondo buenísimo en la muleta. Como un libro abierto lo leyó y entendió Talavante: de cine le vino este Misterio, acorde para que su toreo sin molde fluyera. Era tan distinto, tan alejado de lo común, que ya sólo por eso merecía la pena el debate de sí o no al triunfo. Clemente, cogido por el toro de su confirmación de alternativa EfeAlejandro supo verlo desde el principio: en el umbral del 7, donde tantas obras de grandeza ha iniciado, marcó el ritmo de una pieza que nunca perdió su templado son, de prodigiosas muñecas y menor reunión. Despaciosa la apertura por abajo, con una floreada trincherilla, paladeando cada embestida. Era el zurdo el pitón profundo del victoriano y la izquierda fulguraba como mano dorada. En el cambio se desató la locura: cómo embestía Misterio, que a veces planeaba. Cortas fueron las series, pero hubo naturales de infinita pasión. Talavante, que a su primero permitió que lo asaran en varas y le hizo un ‘paquí-pallá’ desganado, ahora sí se sintió. Y sintió el toreo: el suyo, que crece cuando se olvida de todo lo demás y disfruta a placer. Claro que hubo algún enganchón, pues el pacense no buscaba la aburrida perfección geométrica, sino eso que incomoda tanto: la libertad del creador dentro de una ordenada estructura. Alguno le recriminó lo del pico –«le vas a sacar un ojo»– y otro le gritó «¡se va sin torear!», pero la masa, movida por la emoción, bendijo el deleite talavantino frente al noble animal. Ahí quedaron un torerísimo muletazo rodilla en tierra y ese lentificado broche por abajo –¡cómo le gusta a Madrid!– entre trincherillas y desdenes. Entre carteles para pintar con calma. Fueron tantas las pasiones que cuando se perfiló para matar muchos ya buscaban el pañuelo. Blancura ‘ariel’ en las gradas: se hizo de rogar el presidente para sacar el primer pañuelo, pero no aguantó tanto para asomar el segundo tras ver que la petición era por goleada. Alzó Talavante los brazos con el gesto de la victoria y los alzaron los espectadores: «Ya podemos contar que hemos visto la primera salida a hombros de San Isidro». Pues ahí la tienen: a ver cómo siguen los palcos en lo que queda de serial… Pura fantasía la faena y de fantasía la Puerta Grande por eso que llaman delirio y emociones. Un Misterio. Como el bautizo del extraordinario victoriano.Feria de San Isidro Monumental de las Ventas. Viernes, 9 de mayo de 2025. Primera corrida. Cartel de ‘No hay billetes’. Toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés (5º y 6º), serios y musculados dentro de sus distintos tipos; destacó el gran 4º; de profundo pitón zurdo . Alejandro Talavante, de canela y oro: estocada caída delantera (silencio); estocada trasera tendida (dos orejas). Sale a hombros por la Puerta Grande. Juan Ortega, de berenjena y oro: pinchazo y estocada desprendida (silencio tras aviso); siete pinchazos y dos descabellos (silencio tras aviso). Clemente, de tabaco y oro (confirmaba la alternativa): estocada traserísima y caída, casi enhebrada, y estocada baja (saludos tras aviso); pinchazo hondo tendido y seis descabellos (silencio tras aviso).Dos horas antes de cruzar el umbral sagrado, a las siete y cuarto, el padrino cedía los trastos a Clemente en su confirmación. Qué gratísima sorpresa, qué concepto más serio. Acaballado y con dos guadañas veletas fue el de la ceremonia, al que pronto se le atisbó la guasa por el lado del tenedor. No dudó nunca el francés, que plantó cara con meritísima firmeza, y Forajido lo prendió por el muslo –un boquete llevaba en la parte trasera de la taleguilla– hasta colgarlo por la chaquetilla en una imagen escalofriante. Como un pelele lo zarandeaba y no lo soltaba: por fortuna, no hizo presa en la carne, pero la paliza fue monumental. Y el susto, no del torero –que volvió a la carga por ese pitón con una entereza encomiable, con valor del bueno–, sino del público. Lástima su fallo a espadas, pues merecía otra recompensa.. Un mitin con el acero pegó Juan Ortega en el quinto, que no valió un alamar. Prometió en las verónicas de Talavante el bajito y enmorrillado tercero, pero luego se movió a dos velocidades y el sevillano no cogió el ritmo. Sólo el apunte de una señorial media puso la miel en los labios, que saborearían luego una faena en la que se valoró más lo diferente que lo redondo: ¿mejor una oreja con fuerza que dos cuestionadas? Dirá el extremeño: «Que hablen, que hablen, que yo ya llevo medio docena de Puertas Grandes…«

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