Cuñadismos de sede vacante

Home People Cuñadismos de sede vacante
Cuñadismos de sede vacante

El período de ‘sede vacante’ que se inició con la muerte de Francisco y ha concluido con la feliz elección de León XIV ha sido terriblemente torturante. Y no nos referimos a la natural zozobra que provoca contemplar siquiera por unos días la barca de Pedro sin timonel, sino a la súbita floración de vaticanistas improvisados que nos han apedreado con sus pronósticos turulatos y nos han pintado, con cuatro brochazos salerosos, el futuro de la Iglesia que sólo ellos avizoran. Muere el Papa y, de repente, esos tertulianos zoquetes que confunden a San Lucas con el buey del portal de Belén se vuelven doctores en teología y eruditísimos historiadores del papado; la charo televisiva inflada de bótox que dice «derecho canónigo» nos lanza sus quinielas de «papables» con el mismo desparpajo con que un quiromante de la teletienda lanza sus vaticinios; y el columnista fumeta que se nos revela experto fulminante en fumatas. La ‘sede vacante’ es el paraíso del cuñadismo periodístico más desmelenado y abracadabrante.En su gloriosa fantasía papal ‘Adriano VII’, el excéntrico Barón Corvo lanzaba sus invectivas contra el enjambre de ‘enviados especiales’ que invadían Roma durante los días del cónclave: «Así como los judíos son menos comerciantes y los jesuitas menos arteros, de igual forma los periodistas son menos capaces de lo que se supone que son. Lo sobrenatural es para ellos un libro sellado». Pero aquella invasión de ‘enviados especiales’ en Roma denunciada por el Barón Corvo se ha vuelto plaga de loritos sistémicos en todas las tertulias radiofónicas y televisivas, que en un periquete nos hacen una disección del colegio cardenalicio como si fuese cualquier contubernio del Régimen del 78, con sus ‘conservadores’ y sus ‘progresistas’ urdiendo maquinaciones y repartiéndose momios. Y, por supuesto, todos estos loritos tienen siempre su candidato idóneo para ocupar la sede de Pedro (que nunca sale elegido), al que atribuyen la misma ideología o batiburrillo de consignas casposas que ellos profesan. Resulta, en verdad, enternecedor y digno de estudio psiquiátrico escuchar a estos zoquetes echar su cuarto a espadas, promoviendo candidatos al papado cuya existencia ignoraban el día anterior, enumerando las prendas que deben asistir al nuevo Pontífice para asumir «los retos de nuestro tiempo» (o sea, las bazofias sistémicas que nos tratan de meter con calzador), arbitrando métodos para combatir las calamidades que, según su delirante y bilioso juicio, afligen hoy a la Iglesia (calamidades que no son sino los vestigios numantinos de fe católica que todavía subsisten).En este cuñadismo periodístico que nos aflige durante la ‘sede vacante’ uno descubre que España es un país arrebatadamente clerical. De un clericalismo, ciertamente, un poco estrafalario, en el que nadie se conforma con ser cura raso y todo quisque pretende ser Papa, volviendo majara al Espíritu Santo. Y todavía el cuñadismo, esta vez envuelto en ropajes piadosos, tiene otra manera de volver majara al Espíritu Santo; pues no faltan tampoco quienes pretenden pintarnos el cónclave como una suerte de retiro místico en el que los cardenales votan al dictado del Espíritu Santo, que se posa –en forma de paloma, por supuesto– sobre la cabeza de su elegido, mientras los coros angélicos tañen el arpa. Al Papa no lo elige el Espíritu Santo sino hombres que pueden estar atentos a la inspiración divina o bien desoírla, como seres dotados de libre albedrío que, incluso, pueden atender otras inspiraciones de origen ‘non sancto’. Tal evidencia la explicaba maravillosamente Ratzinger, reconociendo sin ambages que, a lo largo de la historia de la Iglesia, «hay muchos Papas que el Espíritu Santo no habría elegido». Pero hasta un Papa depravado, elegido por cardenales que no atienden la inspiración divina, puede también ser, con todas sus lacras, instrumento misterioso de la voluntad divina. En realidad, la elección de un Papa integra perfectamente los dos grandes milagros en los que se funda la vida cristiana: la libertad humana y la acción de la gracia, que nunca anula la naturaleza humana, sino que la perfecciona (‘Summa Theologica’, I, 1, 8, ad 2). Como nos recordaba Leonardo Castellani: «Existen entre nosotros fulanos que piensan es devoción al Sumo Pontificado decir que el Papa ‘gloriosamente reinante’ en cualquier tiempo ‘es un santo y un sabio’, ‘ese santazo que tenemos de Papa’, aunque no sepan un comino de su persona. Eso es fetichismo africano, es mentir sencillamente a veces, es ridículo; y nos vuelve la irrisión de los infieles. Lo que cumple es obedecer lo que manda el Papa (como estos no siempre hacen) y respetarlo en cualquier caso, como Pontífice; y amarlo como persona, cuando merece ser amado».En este rincón de papel y tinta no sabemos de León XIV un comino, ni desde luego nos interesa andar hurgando en su pasado, como hacen esas ratas de cloaca –cuñadismo del ‘celo amargo’– que antes de que resultara elegido ya andaban sacándole cadáveres del armario. Más cadáveres escondía en el armario el muy liberal cardenal Masai Ferretti, que por conjunción de la libertad humana y la gracia divina acabó siendo Pío IX. A nosotros nos ha llenado de alegría verlo bendecir solemnemente con muceta y estola, también escucharlo hablar en español, dirigiéndose a los fieles de su diócesis peruana. Y, sobre todo, nos ha emocionado que, en contraste con adanismos recientes, haya elegido el muy tradicional nombre de León, en recuerdo del Magno Papa que combatió felinamente las más feroces herejías y salió al encuentro de Atila en Mantua, logrando amansar a la fiera y evitando la destrucción de Roma; en recuerdo también del Papa que promovió el rezo del rosario y afrontó la acuciante ‘cuestión social’, combatió los errores del liberalismo e instituyó la oración a San Miguel Arcángel. En estos signos iniciales de su papado, el nuevo Papa merece ser amado sin ambages; por sus obras lo iremos conociendo a partir de ahora. Tú eres Pedro, León.

Leave a Reply

Your email address will not be published.