Cuando el recién elegido Papa León XIV , el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost, se presentó por primera vez ante el mundo el pasado jueves en el balcón de la Logia Central de la basílica de San Pedro, sobre su pecho colgaba una cruz de oro que sería muy familiar para aquellos que tuvieron el honor de conocerle como cardenal. Curiosamente, alberga hasta cinco diminutas reliquias: huesos de san Agustín, obispo de Hipona (centro); de su madre, santa Mónica (parte superior); del único obispo que no juró fidelidad a Napoleón en el siglo XVIII, Giuseppe Bartolomeo Menochio (base); y de dos españoles, santo Tomás de Villanueva, obispo de Valencia durante los siglos XV y XVI (brazo izquierdo), y del Beato Anselmo Polanco, obispo de Teruel, fusilado por la Segunda República en 1939. El relicario que luce el nuevo Pontífice fue un regalo que recibió de la Curia el día en que el Papa Francisco le nombró cardenal, el 30 de septiembre del año 2023, tal y como ha relatado el postulador general de la Orden Agustiniana -a la que pertenece el Santo Padre-, Josef Sciberras, a ‘Vatican News’. «Se emocionó» cuando supo que llevaría consigo los huesos de san Agustín y de su madre, Santa Mónica, relata Sciberras.Sciberras encargó la cruz al artesano Antonino Cottone, quien dice haber recibido con una «inmensa alegría y honor» que Su Santidad haya portado una de sus obras, según ha explicado en sus redes sociales el propio Cottone, que al tiempo ha ahondado en los detalles de la cruz, que cuenta con un revestimiento interior de tela muaré y está adornado con paperoles.Noticia Relacionada estandar Si Prevost lideró la votación del cónclave desde el comienzo José Ramón Navarro-ParejaLa reliquia más llamativa que contiene la joya probablemente sea la del obispo Anselmo Polanco (1881-1939) , uno de los mártires más conocidos de la Guerra Civil. Un mártir en el ‘Stalingrado’ de la Guerra CivilPara explicar la historia hay que situarse en el invierno de 1937, cuando el general Vicente Rojo lanzó a 100.000 hombres y 400 piezas de artillería contra la capital turolense, en un intento desesperado por desviar la atención de Franco y aplazar el asalto final sobre Madrid. En ese momento, Polanco era obispo de Teruel, y como tal se había significado claramente en favor de la causa de los sublevados, llegando a escribir una pastoral en la que clamaba por el «levantamiento de nuestro glorioso Ejército Nacional para la salvación de España».Como el resto de civiles y militares nacionales atrapados en la ciudad —11.000 hombres a cargo del coronel Rey d’Harcourt—, Polanco pasó el resto de ese invierno tratando de sobrevivir a los embates de la fuerza republicana. La batalla de Teruel, de la que Hemingway fue testigo de excepción como corresponsal de guerra, fue —con permiso del Ebro— la más dramática de la contienda. De hecho, y por las condiciones de frío extremo —25 bajo cero en algunos momentos—, pasó a ser conocida como ‘el Stalingrado de la Guerra Civil’ . El caso es que para el día de Navidad de 1937, el coronel d’Harcourt tuvo que replegar a los hombres que le quedaban a posiciones defensivas en el Seminario de Teruel y la Comandancia, donde Polanco pasaría los próximos días en condiciones de frío, hambre y asedio constante. Anselmo Polanco fue fusilado en febrero de 1939 por un ejército republicano en desbandada hacia Francia. El Papa Juan Pablo II le declaró Mártir a mediados de los noventaFranco quería repetir la hazaña del Alcázar pero no llegó a tiempo, y el 8 de enero de 1938 las fuerzas franquistas se rindieron a los republicanos. Según explica el historiador Pedro Corral en ‘Si me quieres escribir’ (2004) , tras varias semanas de resistencia, los civiles que salieron de esos edificios parecían esqueletos humanos; habían sobrevivido amontonados junto a los cadáveres. A pesar de lo que sucedió en otros frentes, en Teruel la 84.ª y la 87.ª brigadas —las que rindieron la ciudad— no incurrieron en crímenes de guerra. De hecho, el propio Polanco escribió una nota en la que daba testimonio de ello. Sin embargo, esto no le sirvió para escapar al asesinato. Tras pasar por los penales de Valencia y Barcelona, en febrero de 1939 él, Rey d’Harcourt y el vicario de Teruel, Felipe Ripoll, fueron ejecutados por un ejército republicano en desbandada hacia Francia. «Murieron en el Barranco de Can Tretze, camino de la Jonquera, junto a otros cuarenta prisioneros», se lee en la obra de Corral. Detalles de la cruz pectoral de León XIV y el Papa (entonces cardenal) el día que Curia General le obsequia con el reliquiario, el 30 de septiembre de 2023 ABCAdemás del obispo Polanco, la cruz incluye reliquias de otros santos y figuras veneradas en la Orden de los Agustinos; entre ellas, la del propio san Agustín de Hipona . Conocido en el cristianismo como un padre de la Iglesia, fue un teólogo, filósofo y escritor conocido por su conversión y sus más de cien obras; especialmente, ‘ Confesiones ‘. Sin embargo, fue su madre, santa Mónica, cristiana devota, la que moldeó el caminar de san Agustín con Cristo, orando incansablemente hasta lograr la conversión de su hijo, llegando a convertirle en un auténtico modelo de fe. Sus reliquias también forman parte de la cruz del Papa. Por su parte, la cruz también incluye reliquias de santo Tomás de Villanueva , arzobispo de Valencia durante los siglos XV y XVI. Oriundo de tierras manchegas, cursó sus estudios de Teología en la Universidad de Alcalá de Henares y fue consejero personal del mismísimo Emperador Carlos V de Alemania y I de España, nieto de los Reyes Católicos. Llevó a cabo una gran renovación de la vida religiosa. Concretamente, desarrolló su labor en la Diócesis de Valencia, donde en el año 1550 fundó un seminario que a día de hoy sigue en activo. Todo ello, antes que el Concilio de Trento impusiera la obligatoriedad de la formación de los sacerdotes. ‘La Consagración de Napoleón’ de Jacques Louis-David, donde sale el arzobispo Giuseppe Bartolomeo ABCEl arzobispo Giuseppe Bartolomeo Menocchio completa las reliquias de la cruz de oro del nuevo Pontífice. El Papa Pío VII lo nombró su sacristán y lo eligió como su confesor tras su entronización en el año 1800. Muy estimado por Su Santidad de entonces, no lo era tanto por Napoleón Bonaparte, quien le prohibió acompañarle en la deportación de éste a Francia tras no conseguir someterle. Sí que se le obligó, sin embargo, a estar presente en la coronación del emperador de Francia en la catedral de Notre-Dame de París. Allí es donde, precisamente, el pintor Jacques Louis-David inmortalizó su imagen en su famosa obra ‘La Consagración de Napoleón’ (1807). Durante el exilio papal —secuestro para muchos—, permaneció en sus aposentos en el Palacio del Quirinal, en Roma, entonces ocupado por los franceses, convirtiéndose en el único arzobispo en jurar lealtad al emperador.

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