Madre de una víctima de la finasterida: «Si estuviera prohibido, mi hijo igual seguiría con vida»

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Madre de una víctima de la finasterida: «Si estuviera prohibido, mi hijo igual seguiría con vida»

Un día antes de que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) confirmara la vinculación entre el fármaco finasterida, indicado originalmente para el tratamiento de la Hiperplasia Benigna de Próstata (HBP) pero que se ha popularizado en los últimos años como efectivo crecepelo , y los pensamientos suicidas, Juana A. dio un paso al frente para explicar a ABC la experiencia más dolorosa de su vida: la muerte de su hijo Pedro (nombre ficticio) sobre la que, según apunta, «planea el uso del polémico medicamento». «Me he decidido a hacerlo público, aunque me duele recordarlo, para evitar que otros padres pasen por lo que nosotros estamos pasando», afirma la madre. Valora como un paso positivo la nueva advertencia de la EMA pero reclama medidas más drásticas para «evitar que el fármaco siga cobrándose vidas». «Si se hubiera prohibido mi hijo igual seguiría vivo», dice.Juana está convencida de que Pedro, su primogénito que se quitó la vida el 14 de febrero de 2020 con solo 27 años, llegó a esta situación límite «empujado» por el efecto del controvertido medicamento. «Mi hijo era una persona sumamente alegre, feliz y positivo y, aunque era muy sensible nunca nos hubiera hecho algo así», asegura. La única explicación que encuentra, según dice, es que el efecto del medicamento, que tomó durante un año y cuatro meses y con el que calmó su angustia por su incipiente alopecia, «magnificara sus sentimientos y le precipitara hacia la tragedia».Noticias relacionadas estandar No TardeAR Una dermatóloga desvela cómo evitar la caída del pelo al ducharse y cómo fomentar su crecimiento Maria Sánchez Palomo estandar No TardeAR Por qué los injertos de pelo no siempre «agarran»: el caso de Rafa Nadal Maria Sánchez PalomoPedro y su familia, de raíces andaluzas, llevaban años afincados en Montmeló (Barcelona), aunque él decidió volver al sur, donde tenía muchos parientes. Llegó a Sevilla y encontró trabajo como teleoperador, actividad que compaginaba con su gran pasión, el baile flamenco. Todo le sonreía. « Era feliz bailando . De hecho, ese fue uno de los motivos que le llevó a ir hacia el sur. Era un artista y era feliz en un tablao», explica Juana. Su gesto se ensombrece cuando recuerda esa primera llamada en la que él en tono animoso le explicaba que iba a tomar «un fármaco muy potente» del que había visto referencias en internet y que era un crecepelo muy efectivo. «¡No puede ser un bailaor calvo, mama!»«Dicen que es para tratar la próstata pero es muy bueno para la calvicie, mamá», le dijo a Juana. Poco a poco ella vio que a su hijo le obsesionaba la pérdida de cabello. «¡No puede ser un bailaor calvo, mama!», le dijo por teléfono.Juana tenía, según explica «una conexión muy especial» con su hijo. «Hablábamos muy a menudo e iba a visitarle de tanto en tanto», afirma. Pedro tomó finasteride y su cabeza se pobló, pero el empezó a entristecerse. «Le notaba más desanimado y estaba muy encima de él. Atravesaba una mala época como le puede pasar a cualquiera, pero no había ninguna razón que justificara lo que hizo, por eso pienso que algo potenció esa angustia, hizo que ese malestar que sentía se engrandeciera«, relata la madre. Setenta y dos horas antes del fatídico día (14 de febrero de 2020), Pedro se fue al teatro con sus amigas. Parecía animado . Apenas cinco horas antes de poner fin a su existencia, prometió por teléfono a su madre que regresaría a Cataluña. «Lo vi mal y estaba preocupada. Le dije: ¡vente ya! Fue la última vez que hablé con él». Horas después le dieron la trágica noticia. «Fue terrible. Lo peor», dice Juana. Cuando, ya en Sevilla, entró en la habitación de su hijo y recogió su mochila vio que dentro estaba el fármaco. «Hay publicaciones científicas sólidas que constatan que este medicamento puede inducir al suicidio, hace que los sentimientos se magnifiquen y estoy segura de que eso es lo que le pasó a Pedro, que magnificó su tristeza», concluye la madre.

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