Javier Pereira: «Yo creo en la alegría»

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Javier Pereira: «Yo creo en la alegría»

El actor Javier Pereira no solo estrena película (‘El Instinto’, ópera prima de Juan Albarracín), sino que anda ultimando la escritura del que será su primer largometraje. Entre unas cosas y otras, rasca minutos al tiempo para hablarnos de pecados y también, no puede evitarlo, de virtudes.—Le perdono un pecado.—Pues a lo mejor es una tontería, pero últimamente tardo mucho en contestar los mensajes y los audios y las llamadas, y me lo echan mucho en cara. Así que déjame que aproveche y pida perdón desde aquí.—¿Lo enmarcamos en la pereza? —Es que no es por pereza, no es que no quiera hacerlo. Lo que me da pereza es sentirme obligado a contestar inmediatamente.—Sería un pecado un poco posmoderno, el de la hiperconectividad. ¿Nos lo inventamos? ¿Lo añadimos a la lista?—Me parece necesario. Hay problemas actuales que precisan de pecados actualizados. Y esa hiperconectividad podría ser uno de ellos. Estamos demasiado pendientes de la tecnología. —¿Y cuál sacamos?—Yo no sacaría ninguno. Los que hay están bien. Lo que haría es añadir los nuevos. —Pues tenemos, de momento, la lista de los ocho pecados capitales. ¿Alguno más?—Creo que estamos demasiado en el ahora, como si fuesemos a estar aquí para siempre, y no somos capaces de priorizar y estar a lo importante. ¿Tú qué harías si te quedase una semana de vida?—No estoy acostumbrada a que me pregunten a mí. Déjeme que lo piense. ¿Irme a Japón?—Estoy acabando de escribir mi primer largometraje y la premisa es un poco eso. ¿Sabías que de las 1.000 personas que mueren al día tan solo 200 o 300 saben que les pueden quedar meses o días de vida porque están en una situación grave? El resto ni se lo ha planteado. Son personas que han salido de casa con un montón de planes, de cosas que querían hacer o decir, y desconocían que ese es el último día de su vida. —Qué inquietante. Ahora estoy deseando ver su película.—Ojalá salga todo bien y se estrene. —¿Y algún pecado le cuesta mucho perdonar en los demás?—Me molesta mucho que no seamos conscientes de los problemas hasta que no nos tocan de cerca. No nos preocupamos de las cosas hasta que le pasan a tu primo o a tu madre. No es que pida que estemos siempre afectados por todo, pero se puede ser consciente de los problemas de los demás. Un poco de empatía, por ejemplo, hacia el que está pidiendo en la calle.—¿Cree que la empatía es un asunto de proximidad?—No digo todo el mundo. Pero serlo solo cuando te afecta no es ser empático. Es empatía cuando tú no ganas nada en ese tema y eres capaz de ponerte en el lugar del otro. Lo otro es egoísmo.—No solo no sería empatía sino que estaría más cerca del pecado que de la virtud.—Exacto. Pero al final no te estoy hablando nada de los pecados capitales.—Bueno, no de los de la lista original. Pero ha añadido algunos nuevos muy interesantes y actuales. ¿Se ha quedado a gusto?—Bastante. Y, mira, otra cosa que defiendo siempre es la sonrisa. Ha hecho falta siempre y creo que más ahora. Y aquí sí que me voy a quedar a gusto al decirlo: independientemente de que haga o no haga falta, a uno mismo le hace mejor. Incluso desde el punto de vista egoísta, tú estás más contento todo el día y a los demás les transmites también eso. Yo creo en la alegría, la alegría hace mucho. —A ver si va a ser esa la verdadera revolución.—Sería la mejor de todas.

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