Días raros en Madrid. Llueve sin parar en la ciudad y también —sobre mojado— en el Real Madrid. El final de temporada del equipo blanco está siendo, como poco, peculiar: la CBF ha anunciado por su cuenta a Ancelotti, como quien se autoinvita a una boda, y el club ni se ha inmutado; el nuevo entrenador, por su parte, aún no está confirmado y seguimos sin saber quién diablos dirigirá al Madrid durante el Mundial de Clubes: si será Solari, Xabi Alonso o el algoritmo. Media plantilla está de baja como si hubiera intentado invadir Stalingrado, corre un runrún de lo más sospechoso con Rodrygo (nadie sabe si está enfadado, triste o simplemente en modo avión) y, para colmo, el césped del Bernabéu —que se supone que debería estar seco gracias a la cubierta retráctil— se ve resbaladizo y lleno de chuletas, como una pista de patinaje con baches, con los jugadores rebozados en verdín. Al final hasta Vallejo terminó jugando unos minutos (y dando una valiosa asistencia queriendo sin querer). Difícil de comprender todo esto. Contra el Mallorca, un Madrid en cuadro saltó al Bernabéu y le costó horrores doblegar a un Mallorca combativo y jaranoso, con un Leo Román espléndido en portería, aprovechando el escaparate para ganarse un nuevo contrato este verano. Jacobo aplazó a última hora el alirón del Barça con un gol movido entre la acrobacia y la desesperación. Al menos el equipo no bajó los brazos, lo cual, viendo el panorama, ya es algo.Ahora mismo al Real Madrid le falta alegría, chispa y alma. Mbappé sí se mueve con soltura (marcó con inusitada facilidad partiendo un poco desde su zona favorita, la banda izquierda), pero más allá de eso, poco que señalar. Un equipo voluntarioso, pero falto de automatismos, confianza y un plan reconocible. Como si jugaran siguiendo los recuerdos borrosos de otras temporadas pasadas.Hay trabajo por delante. Mucho. Una temporada en blanco (con varios de los autodenominados mejores jugadores del mundo en nómina) exige un trabajo serio de análisis y recapacitación. Menos épica y más autocrítica. Empezando desde el principio, desde lo más básico: antes de traer a Taylor Swift y a los Miami Dolphins, asegurémonos de que el césped no se levante los domingos.De lo poco que me queda claro este año es de la renovación ganada, por méritos propios, de Luka Modric. Sigue siendo el croata el que mejor juega en el medio del campo, y por favor no me repitan su edad. No se lesiona nunca (detalle no menor en estos años malditos), cumple siempre y da sentido al juego. Ya no es esa piedra angular que una vez fue, ni falta que hace, pero con un rol secundario sigue siendo infinitamente más útil y aprovechable que ciertas promesas eternas que no rompen el cascarón ni con un ariete. Temporada extraña, campo inestable, entrenador de Schrödinger y plantilla de cristal. Y aun así, como siempre, nunca se sabe con el Madrid si estamos al borde del desastre o de una nueva era gloriosa.

Leave a Reply