El baile de siempre y un contrario a Trump en la ofrenda patronal

Home People El baile de siempre y un contrario a Trump en la ofrenda patronal
El baile de siempre y un contrario a Trump en la ofrenda patronal

En esto de la pradera de San Isidro hay todo un alarde del color, pese a que la mañana amaneció clarín, que decía el poeta. Gris y fría contra lo que va diciendo el calendario. Mucha ilusión para muchos participantes que se iban arracimando, tarde, conforme los modelos del móvil le daban menos precipitaciones y eso. Como siempre y como todos los años, el sitio donde la pradera se curva y permite que lleguen los aromas de carnaza y demás. Toda esa parte de Madrid traía aromas de hambre de carne, y verdad de vecinos: los del Madrid más castizos. Sonaban los ritmos de no sólo de ronda; también los sonidos de pasodoble. María José, cuando se pasó del reguetón a la clásica, hizo lo que tenía que hacer. A su lado, su compañero hasta entonces de baile, Rodrigo, no, «que no quería formar parte» de esta danza. El cronista veía familias, como la de Julito, pasando rosquillas cuando el tiempo se iba poniendo más tibio de generación en generación. Cuando se abrió el cielo frente a la Ermita de San Isidro , empezaron los bailes: bailes más juntos y apretados. Hubo quien como Sergio se vio «sorprendido» por su compañera de baile, por sus afanes. Con otros años, y en comparación, el día de autos venía con la rampa de San Isidro de cuesta en cuesta para un baile total. Rampa donde iban subiendo malamente Julián y Rebeca, a un tris de que les cayera algo, y lo comentaban: «Siempre anda esto muy resbaloso (sic)». Se bailaba en una loseta, y la Policía Municipal, hacía alardes de esa loseta tan bailonga. Noticia Relacionada estandar Si La entrega de medallas de San Isidro, un homenaje a los madrileños «vengan de donde vengan» Helena Cortés Las Medallas de Honor de la ciudad recayeron este año en la nadadora Teresa Perales, el coleccionista Juan Antonio Pérez Simón y el futbolista RodriTodo visto y todo por ver. Al lado, los castizos de toda la vida viendo cómo el cielo se iba a abriendo a todos los madrileños. Ernesto y Julia iban viendo un sitio para bailar, delante del Santo, y quienes llevaban un reclamo. Por ejemplo. Por arriba el cielo aún mostraba sus grises, aunque por abajo el personal iba a sus cosas. Mercedes llevaba el traje de chulapa, se quitaba parte de la gabardina cuando un rayo de sol rompía entre huecos del cielo. Había las asociaciones de siempre. Como la madrileña Compañía del Baile, que movía sus huesos en lo reducido de un metro cuadrado. Se escapaba «soy madrileña y tengo un novio que está loco por mí». Estampas e imágenes, como la del gigante Pepe Hilllo con y su cachiporra dando la tradición a todo el pueblo de Madrid. Es verdad que está la bendición del Santo, es verdad que también hay el sano pueblo en la calle, y es verdad que de él salen las quejas. Sonaba en un altavoz algo de novedades. Y Calinca, bajo el árbol frente a la Ermita, empezó a bailar. Salía el sol y se veían las cámaras, flameando, ese espacio donde a Calinca (sic), con sudaderas, querían taparle su mensaje sobre la hipocresía, en este caso a la izquierda, de la clase política. Iban con chaquetas y con bolsos tapando su pancarta. Es, una más, representante de cómo el día del Patrón, ese San Isidro al que le araban los bueyes, se ha convertido en un día de reivindicación política. Esa misma política se veía en la pradera de San Isidro, pues el día era el idóneo para cualquier aventura. Martín Sagrera llevaba carteles de que ir a comprarle a Estados Unidos nos daña. Lo exclamaba con la voz de sociólogo cansado que sabe que el mundo de alrededor, el público objetivo, está de fiestas patronales. Llevaba el hombre las pancartas con el vuelo bajo y raso de quien sabe que no mucho público objetivo le iba a hacer caso. Desde fuera, los ritmos más latinos, cuando las autoridades salieron de la misa y del ‘besamanos’.

Leave a Reply

Your email address will not be published.