La crónica de San Isidro: a los mansos también les cuelgan las orejas

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La crónica de San Isidro: a los mansos también les cuelgan las orejas

El día del Patrón trajo una mansada de tomo y lomo. Enciclopédica. Sonó el típico «pum-pum» en el sexto de la corrida de Fraile de Valdefresno, más cercana a los bueyes del Santo de las costumbristas crónicas abecedarias que a la excelencia del último verano. Fue un desfile de mansos, sí, pero con sus matices y con tres para cortarles alguna oreja si se viene a Madrid a tumba abierta. Así de crudo, así de real. Alejandro Chicharro, que tanto ilusionó de novillero, no convenció en su confirmación. Cierto es que el toro de la ceremonia no era el más agradable de los cercados, cinqueño pasado, con esa mirada astracanada y abisontada. Hasta la pezuña sangró en varas este Pandereto, fiel a su encaste con esa manera de barbear las tablas. Inacabable se antojó el tercio de varas –recibió un puyazo en cada caballo– y otro tanto el de banderillas, con un buen par de Joselito Rus, fallón Sánchez y una buena lidia de García, pese a ese tremendo volatín. Manso a rabiar era el Valdefresno, pues continuamente quería pirarse, pero portaba un pitón izquierdo humillador y que hasta hizo por planear. No terminó de entenderlo el de Miraflores, toscote y tan largo que le pidieron la hora. Y, como diría Soto de Paula, malo cuando la gente se mira el reloj ya en el primer capítulo. No mejoró su imagen en un sexto con otra expresión. Yegüesero, de ilustre familia, se llamaba este animal, con la cara más colocada y a punto de adquirir el título de cinqueño. Aunque puso en apuros a Chicharro en el saludo, embistió con ritmo en unas verónicas sin broche, muy jaleadas, incluso ya con el toro en la otra punta (¡ay, primera plaza del mundo!). Los nubarrones se posaron entonces encima del ruedo: la lluvia estaba cantada, incluso antes de que los tres de la grada activaran el karaoke. Mucho se desgastó en varas este número 40, aunque se cambiase el tercio tras un dos en uno. Un desastre. Yegüesero se fue otra vez al peto (la pitada a Lorente, el varilarguero de Brigadier, fue apoteósica), sin que ni un capote lo impidiera. Después, el animal se llevaría tropecientos capotazos. Menos mal que Iván García y Fernando Sánchez –cómo expuso en tablas– animaron con un soberbio tercio de banderillas, aunque –discúlpenme– no pasaría nada si en determinados casos se tirara más de oficio que de afán de protagonismo… Ambos se desmonteraron por sus méritos en el día del Santo Patrón, con sucesivos «¡vivas!» a España. A estas alturas la gente estaba ya harta y, cuando arreció la lluvia, muchos abandonaron su localidad. Pero Yegüesero, con ese buen aire, mereció otro trato, otra colocación, otro tacto. La disposición no siempre basta: toro y público acabaron aburridos. La próxima vez será…Noticia Relacionada LAS VENTAS estandar Si Brigadier y los soldados, bajo la tormenta de San Isidro Rosario Pérez Fonseca cortó una oreja al toro premiado de Pedraza y Román dio la vuelta al ruedo tras apostar frente a un temperamental mansoHablábamos de mansada, pero como ustedes verán ahí quedaron dos toros con opciones, con su lidia. Y aún no hemos citado al mejor: Pomposico, con un notable son para triunfar, pese a la vuelta de campana. Había esperanza por ver al Paco Ureña que se desnuda en cada muletazo, ese que pone el alma, pero no fue su tarde. El traje de luces es muy transparente, sobre todo para toreros con la sinceridad de una carrera forjada a golpe de lucha, a golpe de honestidad. El de Lorca prologó cerca de la Puerta Grande, con el toro obedeciendo. Faltaba claridad, un paso más en las series, enardecidas en un cambio de mano mirando el tendido. Sin embargo, aquello apenas calaba, salvo cuando se abandonó en dos naturales apasionados, aunque sin la verdad verdadera en conjunto. Hubo un momento en el que el toro lo vio y lo miró, sin que se le atisbase maldad. Lenta fue la muerte de Pomposico, que se agarró a la vida y sonó un aviso antes de la petición. No fue abrumadora, pero sí podría haber dado la vuelta al ruedo: Ureña, que no es torero de medias tintas, optó por únicamente saludar. Si bueno fue Pomposico, una mansedumbre geniuda e incierta asomaba en el cuarto, con la vista cruzada de salida y con su peligro. Era para quitarle las moscas y darle matarile, pero, de tanto querer justificarse, el murciano se extendió en exceso. Aquello no conducía a ninguna parte y se hubiese agradecido la brevedad.Feria de San Isidro Monumental de las Ventas. Jueves, 15 de mayo de 2025. Quinta corrida. 21.264 espectadores. Toros de José Enrique Fraile de Valdefresno, serios y pesadores, una mansada en conjunto, pero con matices: manso de buen pitón zurdo el 1º; muy bueno el 2º; a menos el apagado 3º; mansedumbre geniuda e incierta el 4º; en permanente huida el 5º; de buen aire el 6º, que recibió cien capotazos. Paco Ureña, de coral y oro: media delantera, desprendida y atravesada (petición y saludos tras aviso, con pitos al palco); dos pinchazos y estocada caída (silencio). David Galván, de azul azafata y oro: pinchazo hondo y descabello (silencio); pinchazo y estocada al encuentro (silencio). Alejandro Chicharro, de caña y oro: pinchazo tendido y media tendida (silencio tras aviso); estocada trasera tendida (silencio).El lote inservible cayó en las bolitas de David Galván, que dejó los instantes de más sabor. Naturales con estilo en un apagado tercero –un tío serio y enmorrillado al que le hicieron pupa un puyazo y los palos en ese mismo boquete– e imposible el quinto, en constante huida. Con hermosa habilidad cazó al rey de los mansos. Porque claro que hay quinto malo, claro que hay quinto manso. Y corridas mansas al completo, aunque no significa que no tengan opciones, su lidia y sus terrenos: en la festividad de San Isidro hubo tres para arrancar alguna orejita.

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